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POESÍA / Abril-mayo 2016 / No. 61


 
Alguien que falleció


Małgorzata Leksander



Me despierto a causa de la frialdad de la imperturbable tristeza nocturna. Camino a la ventana con pies descalzos, pisando sobre lunares placas plateadas esparcidas por el suelo. Limpio el vidrio brumoso para ver el mundo. La nieve lívida ha cubierto casi todo. Sólo en un lugar, alrededor del fuego de una linterna alta, unos copos de nieve están arremolinando en un destello ambarino. Algunos pasos chirrían sobre el pavimento congelado. Un árbol de pera doblado dolorosamente proyecta una larga sombra, en la cual por un segundo aparece la forma sombría de un gato asustado.

Toco el vidrio fresco con mi mano, mirando a la distancia, al bosque lejano, que dibuja la línea dentada del horizonte. Esta ventana tiene un marco de madera, que toca las paredes de mi casa comunicando con la fundación. Ella está envuelta con miríadas de túneles subterráneos y raíces de árboles, entretejidos en telarañas que se extienden alrededor de la tierra. Ellos tocan las paredes de tu casa, después: tu piso, tu cama, y a ti mismo, tu cuerpo dormido. Por lo tanto, ¿puedo decir que muy, muy indirectamente yo te toco a ti? ¿Te sentiría más cerca si pusieras tu mano en el vidrio, en el lugar donde yo pongo la mía? No.

Los copos de nieve dejaron de caer. Un carámbano cayó y se rompió. Las raíces deben de estar congeladas, porque no puedo sentir nada aparte del frío.

Małgorzata Leksander (Cracovia, Polonia, 1990). Es maestra en Estudios Culturales por la Univesidad Jesuita Ignatium, con sede en Cracovia, Polonia.