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POESÍA / junio-julio 2018 / No. 74
La zona del deseo es clara y limpia

No
la zona del deseo no es clara y limpia
es una esquina pegajosa
fruncida hasta el fondo del deseo

Es la boca del franco egoísmo
retorciéndose de agonizante frenesí

Las cavidades calientes
dan testimonio de que la sombra
también conoce la palabra amor

El sexo es un mundo en sí mismo
lo sabían los griegos
los babilónicos   y   los malditos  
como lo sabe la puta
del barrio más decente de cualquier merced
que tiene hijos que le dicen "madre"

En la boca del deseo
los perros se muerden la lengua
guardándola del mal
bautizándola con sangre
como las puertas hebreas
que el ángel destructor nunca tocó

Todo es ponzoña u orificio
porque el amor 
también es un lugar común
y los perros lo saben
pero no lo dicen
porque son más sabios
y su lengua es santa.




Almendras

Un cuervo con alas abiertas
se posa sobre la tumba de mi padre
al que enterramos cada cierto tiempo
con tres gotitas de cianuro en la garganta
para que las palabras brillen
al pronunciar su nombre en el infierno




El sueño del héroe


Sueña el rey que es rey, y vive
Calderón de la Barca


¡Oídos sordos, escuchen el cantar del mundo!
Sobre todas las costas sonará la voz que llama
la que canta en la encrucijada, en la verdad.

Todos los pueblos alaben al dador del sueño,
al unísono canten, hombres, canten:
Todos los siglos, todas las eras, todos los tiempos
se plasman en este presente.
Los amplios muelles del gran puerto
dicen adiós, al barco que navega.
Odiseo canta a la noche
por un hombre que sueña soñando
al conocedor de los límites del firmamento.

En mi viaje de hombre mar,
vi nombrar a lo que existe,
vi a un hombre descansar
al abrigo del ala de un ave bicéfala
que espera a ser coronada en pleno vuelo.

Encontré a Alejandro soñando
con un viejo poeta que cantaba:
“Hay una isla en el mar turbulento”.
En el mar turbulento hay una isla,
en la isla un hombre
en el hombre una palabra
en una palabra el mundo.

¿Quién ha puesto la medida del abismo
para contener a las aguas de las aguas?
¿Quién ha dado la boca al hombre
para saber nombrar lo que no existe,
para dar nombre a toda creatura?

Arriba en el cielo
y abajo en la tierra
toda ave que canta
y todo animal que se arrastra,
todo, cantor, te será para comer.

Después vi a Constantino flotando en el Jordán,
mirando al Sol invicto tirar de sus caballos
dejándose morir en occidente.

Y en la muerte de Helios,
en el séptimo día,
vi nacer a los hombres
de la pluma de una serpiente que canta,
reflejada en un lago que hierve,
en un espejo humeante
donde un dios sueña
a un hombre que se sueña soñando.

Todos los siglos, todas las eras, todos los tiempos
dicen adiós al barco que navega,
dicen a Dios: “Señor dador del sueño”.
Sobre todas las costas sonará la voz que llama
la que canta en la encrucijada, en la verdad.
¡Oídos sordos, escuchen el cantar del mundo!




Sujeto del verbo imaginar

Este principio es general
aplica a fuegos de combustibles sólidos
que producen estallidos
y forman brasas incandescentes.
Química del incendio

Qué ciudad fundarás
cuando el sueño te sueñe
en el ensueño, ¡oh Bachelard!

¿Por dónde andará tu voz
desencajada
desencantada
del peregrinaje absurdo?

Del sueño al aire
y a la putrefacción.
Oxígeno e hidrógeno
de un mismo helio,
todo vertido y bien mezclado
en el incendio insomne.

Tiempo-peregrinaje
en la espesa llama ensombrecida:
brasa que abraza la tierra
en la materia ardiente.

Del incendio a la condensación:
a la geométrica métrica del sólido platónico.
Arenisca, cuarcita, granito, mármol.

De la condensación al aire, Bachelard.
En el brillo de la roca:
ciudades de aire, luz y tiempo.

Tu nombre: número sonoro.
Ser hombre-verso
en tu ciudad imaginaria
en tu palabra-profecía
ávida de realidades.




Huesos secos

A Rafael Cansinos Assens


Como todo hijo de Marte y Venus
he pasado la noche en la casa del placer
he ido al mercado de la carne de mi carne
y el hueso de mis huesos

Donde cojines de opio y convite
se inclinan a mendigar caricias
y un látigo lleno de lujuria
recita hasta el siguiente día:
"Yo amaba el soy y la noche
como se ama la hora dulce y pura
en que más que todo
llega la muerte".

Con repugnante gracia
el tiempo se me ofrece con esclavas de clavos dorados
para justificar mi vida en un albor
o en la hinchazón de un instante
vulgar y estremecido

En las vueltas de una moneda
el aire se enrarece hasta la incandescencia
en la sangre se agolpan centauros
proclamando la dicha con sordos violines

He cogido mi vida en un vaivén 
cuando las noches se hermanan
en un espejo tranquilo 
donde los sátiros sueñan




 


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Maximiliano Cid del Prado (Ciudad de México, 1994). Cursa la licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. En 2016 fue becario del Festival Cultural Interfaz ISSSTE-Cultura/Los Signos en Rotación. Ha participado en diversos homenajes poéticos. Sus poemas han sido publicados en revistas electrónicas e impresas. Actualmente forma parte del Taller Literario Ígitur y del proyecto “Crítica y Pensamiento en México”.