RESEÑA / febrero-marzo 2019 / No. 78
Las mutaciones, de Jorge Comensal
Las mutaciones
Jorge Comensal
México, Antílope, 2016

Las mutaciones se sitúa en el mismo campo de batalla que las novelas Canción de tumba (2012) de Julián Herbert, Examen de mi padre (2016) de Jorge Volpi y Arde Josefina (2017) de Luisa Reyes Retana. Delimitadas por los mismos escenarios: hospitales, salas de consultas, la relación paciente-doctor, la enfermedad y la medicina como chispa de reflexiones, cada una transcurre tiempos prolongados, es decir: narran la edad temprana, pasan a la adultez y terminan en un final aleatorio. Hablamos, pues, del caso de todo un subgénero narrativo que es posible rastrear desde La historia de San Michelle (1929), de Axele Munthe. Incluso afirmaría que los aplausos de Christopher Domínguez Michael —celebrado crítico literario— a Las mutaciones provienen no sólo del formidable contenido de la novela, sino de la complicidad que siente con el género, al ser él mismo hijo de un doctor —cirujano y psiquiatra—, lo que lo vuelve cómplice de las quejas y discusiones médicas de Comensal.
Más puntos a favor: la prosa del autor se lee reluciente y entretenida. Alterna el lenguaje coloquial, bien usado para autentificar a sus personajes, con el uso de verbos precisos, acertados, y tonos sarcásticos que remiten a Gazapo (Joaquín Mortiz, 1965) de Gustavo Sainz. Acierta Comensal cuando se refiere a lo contemporáneo —al mismo tiempo distante e irónico—, como en la descripción de la hija de Roberto Martínez: “una vez que hubo recuperado la calma, mordió el gansito, abrió Google y con manos expertas relampagueó en el teclado la palabra ‘cancer’, sin acento, porque al buscador no le importaba la buena ortografía”.
Comensal revela en una charla cómo surgió parte de la idea para la novela: para hacer su tesis y titularse de la carrera de Letras Hispánicas, todas las semanas se infiltraba en el Hospital Siglo XXI y se disfrazaba de médico para impartir asistencia lingüística terapéutica. Fue en este contexto en el que conoció numerosos casos de personas con la imposibilidad de hablar y en el que surgieron cavilaciones —pensar sin poder decir lo que se piensa, el silencio como posibilidad de colapso— que formularon la condición de Ramón Martínez, ese hombre que pide su pistola para morir, ése al que no le queda más que escribir en una libreta sus pensamientos.
Las mutaciones es una reflexión sobre la enfermedad y la muerte escrita por un narrador joven alejado de una situación como la descrita, lo que le proporciona la distancia necesaria para narrar con humor y sencillez. Es, también, una novela con un protagonista como el cáncer, la enfermedad más popular de nuestra época: símbolo universal, plastificado y sin gluten, de todos nuestros males.