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CUENTO / abril-mayo 2021 / No. 92

Gregorio Sánchez Godínez


Odio el metro a las ocho de la mañana. Como está lleno de pelados impacientes iguales a mí, los vagones van abarrotados. La gente es sucia y, como no se bañan, huele horrible a garnacha, a sudor, ¿a atún? Dios mío, ¿qué les pasa? Si no estuviera desesperado por llegar al trabajo hoy, me iría caminando así tuviera que tardarme tres días.

La chamba es otra cosa que, aunque necesito, detesto. No soporto a mis compañeros, bola de babosos. Son la clase de personas que, aun leyendo un aviso que detalla con claridad la cita para una futura junta, tienen el descaro de preguntar “¿a qué hora es?”. Y ni siquiera me voy a detener en mi jefe, Don Pendejo, porque de plano se me revienta la vesícula.

Estoy al borde de un colapso nervioso, quiero dejar este empleo para buscarme uno que o me quede más cerca, o tenga un ambiente más tranquilo que el actual. Unos días desempleado, durmiendo, reposando con las piernas en alto para descansar sabroso. Pero no me puedo dar ese lujo, pues alguien debe traer dinero para que mi baquetona familia coma.

Bueno, con mi mamá no tengo problema: son mi padre y hermana los que me enfurecen, uno por borracho y la otra por mantenida. Dizque ya va a terminar la escuela, pero yo la veo hacerse tonta todos los días. Me tienen exhausto. No puedo creer que consideren un solo miserable sueldo suficiente para todos. Si yo pudiera al fin desaparecer, enfermar, lo que sea con tal de librarme de ellos. Por una vez ser yo quien reciba los cuidados.

La verdad es que hoy está siendo un día muy duro, me siento diminuto, asustado, impotente. Por más que me muevo a través del andén, no consigo avanzar mucho; son los pies de los otros los que me detienen en seco y me obligan a cambiar de dirección. Me van a pisar.

No es cierto que todos aquí sean unos cochinos, la mayoría me rehúye con espanto. Eso lo dije por el coraje de verme a mí mismo convertido en un insecto. Cualquier otro día me hubiera quedado en casa del espanto, pero hoy no puedo parar. Es cierre de quincena y, si no entrego mi reporte semanal, me lo descuentan del pago.



Mirelle Mejía (Ciudad de México, 1998). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde es miembro del Taller Extracurricular de Creación Narrativa. Ha escrito para Aunam Noticias y para Aliadas Somos.