Números anteriores

POESÍA / febrero-marzo 2022 / No. 97

Tres poemas sobre pérdidas


Ricardo González Castillo







Un día ocupado

Había sin duda
una lista de cosas importantes:
asuntos, tareas, pendientes,
con fecha de días no asegurados.

Quizás
si hubieras dormido un poco menos,
o sido más eficiente en tu trabajo
y no pensaras tanto en el fastidio
de largas filas y gestos de desprecio
que abundan en los hospitales,
en su olor a químico y desinfectante,
en la pérdida de tiempo que esto implica
y en lo poco práctico, en lo inútil que resulta,
habrías llegado al menos a la puerta
antes de terminar la hora de visitas.

Si priorizaras tus asuntos
por el impacto a largo plazo
este sentimiento confundido con la culpa
que no es más que la omisión
de un deber o de un destino,
de no estar presente
ante las últimas palabras dichas,
tu ausencia y la serenidad ante los hechos
no pesarían tanto
como pesan las palabras
atoradas en los labios de los muertos.

Cuando llegue el día
y sientas la necesidad de hablar
habrá que hacerlo
rápido y de manera concisa,
de preferencia
en tu hora de descanso
o en una ida ocasional al baño,
bastará con poco, 
imaginar si acaso aquello
que debiste escuchar en aquel día.

 
Vaso roto

Son accidentes, calamidades,
pequeños dramas del día a día
cuando de pronto y sin previo aviso
un vaso en la mesa o la alacena
se desploma de lleno contra el suelo.

Claro está que se buscará un culpable,
éste no es un evento silencioso,
la casa entera se estremece
y hay que reunirse a contemplar la escena.
Evaluar los daños y las pérdidas
—las sentimentales y las económicas—
rogar al cielo que aquello no haya sido
el santo grial u otra copa importante
entre las reliquias escondidas en la casa,
revisar que nadie se encuentre descalzo
y buscar los restos en el piso.

Una vez barrido el vidrio
sigue la parte complicada:
decidir entre todos los presentes
en dónde colocar este vacío
que ha quedado derramado como agua.
Puede alguien ofrecer sus manos,
su pecho, su cuerpo, su cabeza
para frenar el avance de la nada
y las preguntas contenidas en el vaso.

 
Recuento de los daños

En lo perdido
uno encuentra
pedazos de felicidad
esparcidos por el suelo.

La felicidad es distante,
profunda,
habita en el subsuelo
como agua, como ruinas,
nos mantiene en pie
nos da soporte.

Yo también deseo mirar,
al dormir, a las estrellas
con los ojos soñolientos
de quien ha renunciado al paraíso
por un gajo de manzana.






Ricardo González Castillo (San Nicolás de los Garza, Nuevo León, 1997). Estudia Ingeniería Química en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ha colaborado en varios números de revistas impresas y digitales. Apareció en la antología Finis Mundi (Escritores Neoleoneses Emergentes, 2021). Obtuvo el segundo lugar del Certamen de Literatura Joven UANL en la categoría de Poesía en 2019 y 2021.