I
¿QUIÉN QUIERE DOMESTICAR A LA FURIA?
Intérnemonos en el yo
nademos el llanto de los huracanes
naufraguemos
vistamos al cielo de miradas
y de astros comunicantes;
quedémonos dormidos.
No. Mejor despertemos
inventemos el mar de risas
nuevamente
transformando al monstruo
en un monstruo
que vive
que lamenta en las calles de piedra
los atardeceres contaminados
de vulgaridad y “buenas tardes”
el ser que respira
y transpira
estas tintas que se confunden y derraman
escucha los colores nítidamente.
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