ENSAYO / febrero-marzo 2016 / No. 60
De la inteligencia de desaparecer |
“La pelota se va, se va, y se fue a la verga.” Ésa fue la primera crónica oral que escuché sobre beisbol. Me la contó la madre de un amigo cuando estaba muy morrito. Dijo que un cronista de radio relataba un partido de los Naranjeros de Hermosillo y cuando el equipo estaba a la defensiva, vino un batazo del equipo contrario (supongo que del acérrimo rival, los Tomateros de Culiacán, por la vigorosa reacción que lo siguió) que mandó la pelota del otro lado de la barda e hizo saltar de su asiento al narrador, al tiempo que gritaba “La pelota se va, se va y se fue a la verga”. O lo que es lo mismo: la esférica desapareció. Mas con ella también el locutor que, por su osada expresión, fue despedido de la radiodifusora no sabiéndose de él ya más. ![]() Pero fuera del beisbol y del ilusionista Harry Houdini, el verbo desaparecer ya perdió relevancia, más en la sociedad actual, colmada de apps que privilegian la imagen y la necesidad de vernos y vigilarnos. Y esto no es nuevo, Tony Scott en la película Enemigo Público (1998) analiza una sociedad que vive bajo la paranoia de la vigilancia, los ciudadanos éramos víctimas de un gobierno atento a cada uno de nuestros movimientos. Sin embargo, ahora, la vigilancia se volvió activa, voluntaria. Las redes sociales nos idiotizaron y nos olvidamos de la desaparición, con lo cual personas ajenas a nuestra vida (y ajenas incluso a la suya) nos ven —desinteresadamente— más seguido que los integrantes de nuestro hogar: aparecemos, o lo que es lo mismo, ya no nos vamos a la verga. Y es que la necesidad de desaparecer es para las pelotas de beisbol, para los inteligentes, para los sensitivos y para los pobres de espíritu. Estas últimas tres cualidades fraguaron el personaje literario Dr. Pasavento, de Enrique Vila-Matas, cuya virtud del desvanecimiento dio vida a la novela del mismo nombre. En ella, el protagonista ensaya la desaparición y la renuncia como el único camino para captar el destello de la vida plena e inexpresable, o cómo convertirnos en una pelota de beisbol. Las pistas narrativas de este texto nos llevan al escritor Robert Walser, de quien el Doc admira la disciplina para no encumbrarse en el poder (“Los poderosos son los verdaderos hambrientos”), para no mostrarse, para irse, fácilmente, a la verga, desaparecer. Y nos lleva no para crear una paradoja, pues Walser no quiere que se sepa de él, sino para revelarnos un decálogo de la desaparición que tanto nos urge en el ahorita. ![]() “Permanece pobre y despreciado, querido amigo. Aleja de ti incluso la idea del dinero. Lo más hermoso y triunfador es ser un auténtico pobre diablo”, le dijo Johann a Jakob von Gunten (ambos personajes de la novela Jakob von Gunten de Robert Walser) como consejo perfecto en el orfanato. Ese consejo que pocos siguen y muchos ignoramos y en la necedad se revela un habitante de la Ciudad de México, un hombre que toma la advertencia de Johann y recorre la milla en Insurgentes y Salvador Díaz Mirón, allá por el eterno barrio de Santa María la Ribera, pidiendo dinero, una ayudita, una monedita o lo que sea su voluntad. El hombre, sí, permanece pobre y despreciado, y no sólo eso, permanece dañado por la figura del esmog y agredido por automovilistas y metrobuseros que le rozan las manos; el individuo camina entre los carriles de los coches particulares y del servicio público, justo por el medio, encimándose en esos bolardos amarillos en la calle más extensa de México. El hombre no sólo aleja la idea del dinero, también desaparece entre la calle, no es ni un coche ni un metrobús y mucho menos es alguna de las personas con las que nos cruzamos hacia Buenavista para entrar el centro comercial. Es un Dr. Pasavento o un Jakob von Gunten, quizás sea ambos o quizás él sea, antes que estos dos, un don Desaparecido. ![]() |
Ilustraciones: |
Oscar West (Hermosillo, Sonora, 1983). Es Licenciado en Lingüística por la Universidad de Sonora. Ha colaborado en varias revistas nacionales. Fue beneficiario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en el periodo 2014-2015. Actualmente es becario en la Academia Mexicana de la Lengua. |