Los flashazos de una inteligencia en bancarrota
Planos para una ciudad que no existe reúne el trabajo de poetas de Hispanoamérica cuya obra es inédita en México. Propone un recorrido por distintas propuestas y voces de esa tradición de tradiciones que es la poesía en castellano. Son los trazos y las líneas de un grupo de mujeres y hombres que construyen el esplendor y las ruinas de uno de los futuros posibles.
El trabajo poético de Camilo Brodsky podría equipararse a una fenética transmisión televisiva. Los noticieros, las entrevistas, los programas sobre récords mundiales y frikies aparecen sin cortes y sin edición. El resultado es un loop de violencia, de hechos históricos absurdos e incoherentes.
Ardillas en la cocina
La estrategia y el racconto
El perro muerto en cada uno
Apunte sobre el rostro de los desaparecidos
Phillip K. Dick
El zelota se pone moderno y santiaguino
Ardillas en la cocina
Podría haber
ardillas en la cocina
que desarman las bolsas
donde acumulo mi basura
echando abajo y quebrando
con estrépito las torres
de platos tazas y sartenes; osos pardos
que hunden sus manos
torpes, gigantes y peludas
en los restos de comida los papeles
panes que aunque demasiado duros
muestran recientes marcas de mordidas
las latas erizando con sus bordes
oxidados la corona de los basureros.
Eso explicaría los trastos
que suenan y caen cada tanto
murmullo de un ladrón avieso allá en el fondo
del departamento en Villa Galilea.
Pero es el viento.
Sólo el viento visita
como ardilla mi cocina en
Villa Galilea.
La estrategia y el racconto
[Es precisamente el viento la forma de las
palabras prohibidas del lenguaje,
territorio de televisores encendidos veinticuatro
horas, como un Holter que te exprime
cada quince minutos el brazo la cabeza
los cuerpos
tendidos en el suelo de las canchas. Los Nombres
están vedados, han dejado de ser propios
para siempre y en su mutación
el extrañamiento se convierte en la segunda piel
de su pasado transparente
Cornisas, platos sucios, palomas
conviven con el limbo de Los Nombres,
rozan con el ligero temblor
de su paso los silencios; pero sobre Las Cosas
no pesa la condena del exilio ni el
vacío se materializa en los
versos que las nombran y sitúan
Sólo en el pasado encuentran
Los Nombres la fisura desde donde
asomarse sin escándalo al presente. Sólo ahí
resultan las escaramuzas. Nominados entre las
sombras de lo ajeno y lo distante, Los Nombres
vuelven al simulacro de su propio latido
convirtiéndose en paisaje y accidente]
El perro muerto en cada uno
Escueto el ejercicio de la vida y sus
manecillas. Hay un perro muerto en
cada uno, pero ahora sólo puedo
pensar en el que estaba hasta hace un rato
boqueando apenas bajo un árbol de la Villa
Galilea, a pasos del cemento hirviendo
de los estacionamientos vacíos y los juegos
infantiles, a un costado de la multicancha
donde los volados pichanguean con sus perros
muertos en la espalda y trotan
las familias con sus perros muertos escondidos
bajo el buzo y corren
nuestros hijos con sus perros
pequeños pero muertos también
las lenguas colgando inertes
entre los baldes y pelotas
de polietileno azul.
Apunte sobre el rostro de los desaparecidos
Quedan fijos los rostros que portan los desaparecidos en los retratos, los carteles en que estamos acostumbrados a verlos, no podemos imaginar sus caras de otra forma ―otros rasgos, otro pelo, una sonrisa que no esté congelada en el tiempo, una imagen distinta, barbas, patillas inesperadas que surgen en otras fotografías, como las que alguna vez expuso Hernán Parada de su hermano Alejandro, militante socialista, Londres 38, Cuatro Álamos, según testigos y sobrevivientes, lo mismo e igual cosa: bigote y pelo corto en los carteles desvaídos; la barba crecida, espesa, el pelo largo y feliz en el registro de su hermano, y uno perplejo ante la posibilidad de que esos rostros puedan ser distintos, ser otros a lo largo del tiempo de haber tenido la posibilidad. Pero quedan fijos como mariposas o escarabajos voladores en un insectario los retratos a los que nos acostumbramos de los desaparecidos, clavados por el alfiler en un cajón del kárdex de nuestra memoria.
Phillip K. Dick
Me puedo imaginar a mí mismo siendo examinado por un psiquiatra. El psiquiatra dice “¿Qué año es?” Yo respondo “50 d.C.”. El psiquiatra parpadea y luego me pregunta: “¿Y dónde estás tú?”. Yo respondo “En Judea”. “¿Dónde rayos está eso?”, me pregunta. “Es parte del Imperio Romano”, tendría que responder. “¿Sabes quién es presidente?”, me preguntaría el psiquiatra, y yo respondería “El procurador Félix”. “¿Estás seguro de esto”, diría el psiquiatra, mientras da señales encubiertas a dos asistentes corpulentos. “Sí”, le respondería, “A menos que Félix haya dejado su puesto y entonces habría sido reemplazado por el procurador Festus. Ve, san Pablo fue aprehendido por Félix por…”. “¿Quién te dijo todo esto?”, interrumpiría el psiquiatra, irritado, y yo respondería: “El Espíritu Santo”. Después de eso me retendrían en la habitación de hule, dentro, mirando hacia afuera, y sabiendo exactamente por qué estaba ahí.
El zelota se pone moderno y santiaguino
Quisiera ser Walter Benjamin y pasear
por las galerías comerciales de Santiago
develando el carácter perverso del capitalismo.
* La noche del zelota, Das Kapital, Santiago, 2013.
Camilo Brodsky (Santiago de Chile, 1974). Investigador, editor, poeta y guionista. Licenciado en Estética e Historia del Arte por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente es director de Das Kapital Ediciones. Es autor de los libros La noche del zelota, Whitechapel y Las puntas de las cosas.