Julia había esperado con ansia el día de su retiro: ya no tendría que levantarse de la cama, tampoco ir a trabajar, menos aún ver a las bestias a las que trataba de dar clases de física en la prepa y, desde luego, ahora podría dedicarse de tiempo completo al pequeño plan que le había quitado el sueño los últimos cinco años: viajar a París.

Julia era rubia natural y eso la llenaba de orgullo, aunque no se atreviera nunca a decírselo a alguien. Era sumamente delgada, tanto, que su cuerpo parecía un títere de piel sostenido por los hombros. Su cara arrugada no reflejaba los 58 que tenía. Su nariz era grande y había un lunar inmenso en su pómulo derecho; en otros tiempos había sido alta, ahora su espalda empezaba a encorvarse discretamente, como una vara de incienso que se acaba.

placebo_parisino_2_-_wikipedia.jpgDivorciada y sin hijos, eran pocos los placeres que le quedaban: reprobar adolescentes con exámenes cada vez mas difíciles la hacía sonreír, su gato Jonás de vez en vez le robaba alguna carcajada, pero no había nada más sublime y más perfecto que apagar las luces, sentarse en su sillón principal, prender un churro y escuchar a The Doors, lo que fuera: desde los discos en estudio hasta las grabaciones en vivo y, por supuesto, los poemas recitados de Jim, su Jim.

Por fin, el día llegó era el viernes de fin de clases. Esa misma noche tomó la maleta que horas antes había empacado y con cuidado guardó su cartera con el dinero suficiente para el boleto redondo a Francia, tres noches en un hotel modesto y el sueldo de dos trabajadores por espacio de unas horas.

Ya en París se dirigió al panteón y allí mismo entró en trato, dos exhumadores se encontrarían con ella a media noche y por quinientos euros harían el trabajo. Al salir compró una bolsa, una escobilla y suficiente hierba para toda una noche.

Let's swim to the moon, ah ha
Let's climb through the tide
Penetrate the evenin' that the
City sleeps to hide
Let´s swim out tonight, love
It´s our turn to tray
Parked beside the ocean
On our moonlight drive

La luna iluminó su camino. Se reunió con sus trabajadores y juntos admiraron la tumba del poeta, de Morrison, su Jim. Con un par de barras removieron el monumento y sacaron los pedazos de caja que se encontraban debajo.

Julia, como una mujer que recoge calmada los juguetes tirados de un niño, tomó uno a uno los huesos del cantante, con cuidado y serenidad envidiable, fue poniéndolos en la bolsa que había comprado para la ocasión, como si el olor, los insectos o el frío de la noche no le sorprendieran, como si lo hubiera hecho una y mil veces en sus sueños.

placebo_parisino_1_-_www.travel-to-france.biz.jpgPagó lo acordado. Bajo la promesa de confidencialidad se despidió de sus empleados y se dirigió al hotel. En el camino se detuvo en un café, se sentó en la barra, ordenó un americano y depositó la bolsa en el asiento a su izquierda. Se sintió obligada a pedirle una botella de whisky; porque Jim se bebía una diaria hacia el final de sus días. Sonrió y suspiró. Tal vez no era mala idea.

Al llegar al hotel abrió las llaves de la bañera, puso la bolsa a un lado del retrete y con la escobilla lavó y enjuagó uno a uno los huesos de Jim. Los puso en la licuadora que había solicitado horas antes y dándole un beso al cráneo fracturado lo dejó allí, mezclándose con leche fresca, marihuana y ahora un buen chorro de Jack Daniels.

Come on, baby, gonna take a little ride
Goin' down by the ocean side
Get real close
Get real tight
Baby gonna drown tonight
Goin' down, down, down, down
Goin' down

¡Qué bien sabía el viejo Jimbo!, a tierra, a gusanos, a muerte. Mientras Julia bebía se acariciaba la garganta, como acariciándolo a él, tocando su piel y su carne que ya no eran su piel y su carne sino de él. Con la mano derecha se sobó el pecho y bajándola muy lentamente le mostró el camino hacia su vientre.

palcebo_parisino_3_-_wikipedia.jpgEl brebaje espumoso, delicioso, bajó por Julia como un reptil primordial, cubrió sus huecos, sanó sus heridas. Acariciándose con ambas manos, como si estuviera gestando un lagarto blanco se sentó en la cama, se limpió las comisuras de la boca y encendió el estéreo del cuarto, se acercó el encendedor y dejó que su poderosa medicina surtiera efecto.

Casi al mismo tiempo, a escasos diez kilómetros de allí, un par de enterradores franceses arrojaban un nuevo juego de huesos a una tumba abierta. Los revolvían con la tierra y esperaban los siguientes quinientos euros.

 


Ilustraciones:
Jim Morrison. www.wikipedia.org
Cementerio de Père Lachaise, París. www.travel-to-france.biz
Sepulcro de Jim Morrison. www.wikipedia.org

 


Mario Andrés Dorantes Landeros (1984) es estudiante de Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Becario actual en el departamento de prensa de la XXIX Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y Profesor adjunto del Taller de géneros periodísticos de la misma facultad. Ha publicado textos en Caleidoscopio del Centro de Investigación y Docencia Económicas CIDEy en la Revista de Música y Cine ZIN, de la cuál formó parte del Consejo Editorial. Amante del guacarock, la lucha libre y la literatura inglesa del siglo XIX. Escribe actualmente su primera novela.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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