POESÍA / Diciembre 2015-Enero 2016 / No. 59 |
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SERÉ YO quien entre marchando a la ciudad arropado por un ejército de empleados de gasolinera y cajeras de banco: mis novios, mis novias y yo. Los niños arrojarán botellas llenas de flores a nuestro paso, como bombas molotov. Mis novios, mis novias y yo fumando marihuana en los centros comerciales, cogiendo en las cabinas de cajeros automáticos, pintando con plumones negros las pantallas de los televisores. Mis novios, mis novias y yo vamos a explorar en la cajuela de un auto frente al palacio de gobierno del aburrimiento. HAY PERROS en la playa a la que llegamos. Vemos cinco pero sospecho que hay más, vigilándonos a escondidas. Estamos borrachos y hemos viajado más de diez horas. Los perros nos lamen si nos quedamos dormidos, se toman nuestra cerveza, se acuestan a la sombra que proyectan nuestros cuerpos. El negro intentó robar nuestros zapatos, el blanco con manchas café le pisó la cara a G. Lo tengo todo en fotografías pero en ninguna sale el mar. UNA VALLA PUBLICITARIA PREGUNTA en mi camino a casa: ¿te gusta ser quien eres? Como un enfermo mental que no distingue las letras de los sonidos, respondo en voz alta: no. Cada mañana tengo la oportunidad de llamarme como quiera. Sebastián es un nombre que me gusta y no quiero tener otro hijo. Yo podría ser mi propio hijo. Sería tan fácil, en un arrebato de sinceridad, admitir que no quiero conservar el recuerdo de una infancia en la que creía tener la cabeza muy grande y el cuerpo demasiado menudo. De nada me sirve el rechazo de mujeres que no me recuerdan, ni el odio de las que me recuerdan. Quizá me volvería más ligero sin los últimos ocho años de oficina, cuotas y revisiones policiacas. No aprendí nada y no creo que nadie aprenda nada de cosas tan tristes y triviales. Tal vez si dejara caer esto definitivamente hacia el pasado dentro de una bolsa negra de plástico la joroba de mi espalda se enderezaría y mis pies al fin se despegarían del suelo. Mi vida sería permanecer tumbado en un césped bajo la caricia del agua de los aspersores. Sebastián Sosa, hijo de Jorge Sosa (el que no jugó para los Bravos de Atlanta), bajo un puente contando chistes a cambio de monedas no se arrepiente de nada. |
Jorge Sosa (Ciudad de México, 1981). Miembro del colectivo de arte multimedia Los KFGC. Tiene textos publicados en Los noveles, Viento en vela, Palestra, Revista el humo, Cuadrivio y Playboy México. Sus poemas también pueden leerse en su blog: Cine abandonado. |