CARTOGRAFÍAS / Diciembre 2015-Enero 2016 / No. 59 |
De Suturas* |
[LA NIEBLA DEVUELVE a los muertos...] [POR FIDELIDAD A tu voz...] [EL FUTURO ESTÁ...] |
LA NIEBLA DEVUELVE a los muertos al otro tiempo ése que ha cuajado bajo las arterias de la luz en el que su voz se estira hasta ser apenas un hilo de sangre en el que se hacen silueta de una quietud escrita al otro lado del aire rosario de filos y huesos exactos. Desde ese rumor sin párpados nos miran como peces con los mismos ojos minerales. POR FIDELIDAD A tu voz tuve que despedazarla y sepultar su temblor bajo el árbol de arena con el que cuentas tus noches por ver los pájaros deslumbrados que te pueblan deshilvano esta madrugada como cada vocablo de esta hoja hasta la orilla sofocada del tacto hasta la sal cruenta de tus huesos LÍQUIDO EN LOS pulmones. Eso dice la doctora, sosteniendo unos papeles nerviosos y cansados como ella. Habla, y mientras tanto busco un rincón que me refugie, la mancha que fermenta de mudez sobre el techo, la fisura en la pared que da hacia una habitación que no existe. Pero es inútil: cada objeto se deja tallar por su aridez, erosionado quedamente bajo el brillo sonámbulo de la lámpara. Aquí todo es límite exasperado, piel de desgaste: todo estira sus manos hacia ningún después. Son más de las 3 a.m. La doctora sigue ahí, quizá todavía se explica. No estoy seguro. El tiempo es una frase escrita contra su propio reflejo, una y otra vez, hasta la cal de la asfixia. Apoyo la cabeza sobre el respaldo de la silla, sobre la hora sedimentada bajo las uñas, sobre la mirada convexa de mi madre. Es ella quien me habla por momentos en este salitre que me roe. Sus ojos agotando mis venas, que copulan como serpientes bajo un miedo invertebrado. Su memoria, su desvelo encanecido en este deshilacharse de mis manos. De golpe me retomo, así, como quien recoge los pasos encandilados de su propia muerte. Aunque tenga que irme quedamente, ahogado sin haber visto una gota de ese mar secreto que llevo a cuestas. Como si alguien me hubiera abierto murmullos en el pecho. Como si un olvido echara raíces en la respiración. Miro a mi alrededor, de pronto: La doctora ya no está. No la vi marcharse. Dejó sus papeles por error. |
De Heredar la tierra De Extranjero |
* Suturas, Bid&Co. Editor, Caracas, 2011. |