Pokolenie
/ A generation / Generación
Andrzej Wajda
Italia / Polonia, 1955

   

Durante la ocupación nazi, jóvenes roban carbón de los trenes a Varsovia hasta que uno de ellos muere por un disparo. Stach (Tadeusz Łomnicki) huye del tirador que ha liquidado a su compañero, desciende al drenaje y encuentra a un vagabundo que lo deja por azar bajo una nueva tutela: un militante que lo instruye en el trabajo de un taller y que lo acerca a grupos organizados que desafían a los invasores. Durante un acto de propaganda, Stach conoce a Dorota (Urszula Modrzyńska) y encuentra en ella y en su país razones para brindarse al movimiento que lucha por la soberanía, así como para convencer a otros jóvenes que, como su camarada Jasio (Tadeusz Janczar), llevarán su lucha al límite. El inicial descenso a las cloacas ahora es una metáfora de ascensión. Un escenario de extravío se transforma en un anhelo de felicidad y en el arrojo de la juventud polaca como uno de los orígenes de una conciencia cívica promisoria.

Más allá del consenso en torno a que Cenizas y diamantes (1958) es la obra más significativa de la trilogía bélica de Andrzej Wajda, Generación constituyó una película-mapa de dos senderos que caracterizarían la trayectoria del cineasta polaco: la idea del empuje deliberado hacia el cambio histórico y la noción de un estilo de filmar. La conciencia cívica como un tema desarrollado por la narración y la conciencia fílmica de un estilo que edificaría el realizador de Suwalki. El primer largometraje del pionero de la llamada escuela polaca desarrolló un tipo de autoría que unió el extrañamiento emotivo de la poesía fílmica con la lectura del acontecimiento histórico. Un deseo encarnado como cine ya que Wajda hizo de su obra una interpretación de la historia al tiempo que el manifiesto de un anhelo de cambio.

Sin fungir como síntesis de una obra, de alguna manera el estilo de Generación fue un pasaje iniciático al mundo visual de Andrzej Wajda que, aunque hizo una película muy completa, vivía en etapa de exploración. El contrapunto paisaje-ciudad; la composicón pastoril de tono romanticista y la premonición expresionista con viñetas de industrialización; la mujer admirable y heroica, y el hombre heroico y fiero; los actores Tadeusz Janczar y Zbigniew Cybulski (sin los lentes definitivos de la tercera entrega de la trilogía); la diálectica relato-música como tránsito de un orden de las cosas que comienza a desintegrase; los ritmos de montaje diversos que, como la secuencia de la instrucción de Stach o del enfrentamiento de Jasio en las escaleras de espiral, serían perfeccionados en La tierra de la gran promesa (1977); los movimientos de cámara siempre oportunos; los travellings líricos, dramáticos o descriptivos con los que los sucesivos camarógrafos de Wajda lograrían plasmar momentos representativos de la cultura universal del cine como el delirio de Maciek en Cenizas y diamantes.

Como afirmó Ewa Mazierska para The Criterion Collection, Generación es un catálogo de intereses temáticos y de soluciones narrativas que facilita la comprensión de la filmografía de Wajda. Sólo que hay razones para pensar que esta película sobrepasó el papel de un inventario. Con ella, Wajda evidenció la tensión de la que habló Andrew Sarris al formular una idea de autor que aquí entiendo como el contrapunto entre una concepción del contexto social y una poética del cine. Generación muestra la interacción no necesariamente racional entre una interpretación más o menos recurrente de la realidad y una interpretación derivada de un tratamiento visual concreto. Un diálogo entre ideología y poética. El encuentro entre las tesis preconcebidas de un contexto político y un modo de entramarlas como metáforas y premoniciones visuales.

El mapa dado por Generación no explica la identidad estética de su creador. Muestra la diversidad de una filmografía que logró suficientes variaciones más allá de motivos recurrentes como el centro de gravedad dado por el binomio amoroso ella-él que aparece en todos los filmes de la trilogía, así como en películas posteriores como Paisaje después de la batalla, El hombre de mármol (1977), El hombre de hierro (1981) y hasta su trabajo final Walesa: esperanza de un pueblo (2015. leer crítica aquí). Quizás esta capacidad de transformación del propio estilo dentro de ciertos límites temáticos es lo que hizo pensar a algunos que la obra del polaco es un híbrido de realismo, modernidad y romanticismo.

En la apertura del primer largometraje de Wajda, la cámara de Jerzy Lipman sugiere el paso de la infancia a la juventud justamente al recorrer un poblado a través de las condiciones de vida de la gente hasta llegar a la imagen de un horizonte apenas industrializado. Aunque una voz en off personaliza esta mirada evocativa, estamos ante un personaje colectivo. Como sucede a veces en el arte polaco, Stach es la fisonomía de un personaje grupal. Es individuo y sociedad. Es paisaje humano. Es pretexto temático para tratar el espacio como objeto de impresiones poéticas y como realidad representada. Por eso una melodía de flauta lleva esa secuencia de la apología romántica del terruño al realismo de las cloacas en tiempos de guerra. La impresión se vuelve expresión porque el paisaje sugiere un estado de libertad que será cancelado por un sistema de reclusiones donde túneles, rejas, sombras y espacios reducidos simulan la ausencia de libertades.

Generación es un recuerdo. Para visualizar la memoria, además del expresionismo, Wajda acudió a un núcleo mínimo de personajes. Dorota y Stach; Stach y Jasio que, en conjunto, plasman la tensión entre la aspiración íntima a la felicidad, generalmente como una trama de desamor, y el ideal cívico de la encrucijada histórica. El primer par de personajes es un centro de gravedad (en términos de Anton Chéjov). Es el drama habitual de las obras de Wajda cuyo conflicto resulta de la presencia de un amor sacrificable frente a la primacía de la causa nacional. En el caso de este filme, además de su sentido dramático, este vínculo tiene un valor simbólico representado en algunas de las composiciones de máxima sutileza por las que esta primera obra ya era comparable con el manejo significativo de los motivos visuales de un cineasta como Jean Renoir (La gran ilusión, 1937). En una secuencia intermedia previa a la irrupción de la violencia, Stach y Dorota viajan en una bicicleta. Llevan un ramo de margaritas. Sonríen. Comparten una complicidad poco secreta. Momentos después, hablan de una canción de amor. Stach medita su enamoramiento. Dorota es una sonrisa enamorada. Sólo que frente a ellos hay un florero con las margaritas marchitas.

El nexo entre Stach y Jasio no constituye un centro de gravedad, pero sí un medio para tratar la guerra con mayor carga realista en un filme que no buscó crear tensiones entre lo verificable y lo sugerido antes que redimir la realidad. Arropado siempre con una gabardina larga y luminosa, así como con sus desplantes de agresividad atemorizada, Jasio ofrece una intensidad visual extraordinaria equiparable con la de Maciek (Zbigniew Cybulski) en Cenizas y diamantes. Luego de mantenerse al margen de la lucha, se suma a la causa con una convicción al límite que también encuentra forma visual en una de las secuencias más representativas del imaginario del polaco: la escalera con trazo de espiral donde el joven enfrenta por última vez a una cuadrilla de soldados. Stach no atestigua el momento, pero nosotros, en el lugar del espectador que mira el recuerdo de Stach (la voz en off que introdujo el filme), viajamos a la conciencia del personaje y lo hacemos partícipe de la ejemplaridad trágica de su camarada.

A pesar del realismo escénico, casi todos los personajes de Generación son deliberadamente irreales. Como sucederá en otros episodios de la trayectoria del realizador, algunos son idealizaciones que, como en Dantón (1983) o Walesa, enuncian una tesis preconcebida antes que una reconstrucción histórica. En otros casos, los personajes logran mayor representatividad del acontecimiento. Stach es un signo. Su papel es encarnar la tesis del director. Es una emanación del motivo recurrente de la espiral porque su relato aterriza en el mismo paisaje donde todo comenzó. Stach encarna un ciclo. Muestra la adquisición de conciencia cívica, pero también la posibilidad de inculcarla en una nueva camada. La imposibilidad de realizar su anhelo afectivo propicia su encuentro con un grupo de muchachos más jóvenes: los herederos de la lucha.

En contraste con Stach, Dorota y Jasio son realidades más tangibles. A semejanza de los personajes de La tierra de la gran promesa, en ellos no existe la idealización que rodea a los protagonistas signo. Son demasiado humanos porque cometen errores; son más verificables porque sus destinos son infelices. A pesar de su arrojo e inteligencia, la joven tiene una confianza excesiva en el momento que vive y es víctima de su propia convicción cuando prioriza el amor en lugar de prevenir las acciones del enemigo. Jasio es una criatura atemorizada. Su voluntad de lucha es inmensa, pero su conducta proviene del miedo. El revólver que siempre lleva es una espada, pero, sobre todo, funge como escudo. A pesar de ello, estos seres casi de a de veras son rostros de un personaje colectivo. Fisonomías de la Polonia simbólica que se repite una y otra vez en la filmografía de un realizador que dijo creer en el cine nacional como una forma de recrear las condiciones de un lugar para invocar la inteligencia del espectador.

Si Andrzej Wajda solía mezclar esta clase de caracterizaciones fue porque vio al cine como un medio que podía participar en una realidad al plasmarla como objeto de pensamiento. Generación es una síntesis de esa posibilidad y un mapa para problematizar el conflicto entre la concepción social y la preceptiva cinematográfica de una trayectoria completa. Generación introdujo preocupaciones temáticas al tiempo que esquemas visuales que le dan condición una encrucijada: su propuesta no fue, como algunos pensaron, una confirmación de la lectura histórica generalizada de que Polonia bajo guerra fue el lugar de una generación perdida. El movimiento cíclico del filme, más allá de sus tragedias y desesperanzas, sugiere que la descendencia de ese tiempo fue premonitoria de un cambio posterior que, de hecho, aparecerá en la película final de Wajda sobre Lech Walesa. Generación confrontó a su equipo de producción con el dilema de realizar ficciones desenvueltas a partir de argumentos predefinidos, o narraciones realistas repletas de metáforas donde el espectador debe meditar si está frente a un acontecimiento documentado y recreado, o frente a un símbolo que trata de ir más allá del contenido histórico.

 


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Rodrigo Martínez. Es maestro en Ciencias de la Comunicación. Ha publicado en las revistas Punto de partida, El Universo del Búho, La revista, y en espacios culturales de los periódicos El Financiero y El Universal. Es profesor de asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNAM) y colaborador de la revista F.I.L.M.E (www.filmemagazine.mx).

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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