Atacama
Un niño escucha en el Nat Geo que los pájaros descienden de los dinosaurios
Francisco Ide arriesgó la cabeza
Francisco Ide liberó al agua
Cineraria
[EL ASUNTO ERA QUE ELLA JUNTABA COSAS]
Otra reflexión sobre el terremoto y el tsunami (desgrabada letra por letra de una charla en un taller)
Me sale una cosa súper rara de la cabeza
Idioma del mantra de los remos
Hijo enseña a mirar a padre,
le refresca la gramática.
Piensa en su sino de cronistas
y en el sentido del retrato.
El niño es el padre del hombre.
Hijo descubre a padre: reza.
Lo que sigue son las palabras
del raro rezo de pa:
No es por mostrar mis credenciales
ni hacer lobby contigo. Imagino
que no estarás para pavoneos
o corvetas lingüísticas
así que me permito declarar.
Como te decía, desciendo de gente
que hablaba sola y miraba al suelo
pero fui parido al ritmo del rock
& roll por padres jóvenes.
No infecté al mundo con prensa.
A veces sin querer pasé a llevar
a alguien por ahí, y dije barbaridades
pero era joven entonces.
Gasté poco petróleo plata agua,
caminé largo y me soñé en la pesca
en Magallanes, o en la esquila
cuya lana abriga el frío de la culpa.
Jamás me afilié a un grupo
de repartición —tan jóvenes y ya en eso—.
Leí a los vecinos para salir de la isla:
no basta con hablar otro dialecto
sino sentir el mantra de los remos
sin despreciar la palabra local
ni despreciar a hermanos mayores
ni ignorar a hermanos menores.
Aprendí algo y traté de transmitirlo
en esta Babel, transaccional,
Babel no por políglota
sino por la severa incomunicación.
Nací, en el mejor de los casos,
en un país femenino y receptivo
y en el peor un país de gendarmes
e inspectores de escuela.
Trataré de no errar, de abrir el cuore
y de hacer todo lo que pueda
pero considera todo esto
y mi educación de liceo fiscal
si llegase a resbalar, que es muy probable,
si llegase a perder el ritmo,
si luego de un tramo largo se me resbala
un remo y cae al agua, ponte tú.
Atacama
El gris inmenso del desierto
ocupa todo el plano.
Toda la soledad del planeta
o un territorio extraterrestre.
Aparece lentamente en cuadro
una escolar hermosa
con una blusa impecable
y mirada limpia.
Lleva, a modo de bandeja,
una maqueta de la vía láctea.
Un niño escucha en el Nat Geo que los pájaros descienden de los dinosaurios
Keats dice pájaro inmortal.
Un niño escucha en el Nat Geo
que los pájaros son dinosaurios.
Al escuchar eso, se queda
abstraído e inmóvil
pero con rostro inteligente,
no como estudiante de humanidades
ante cualquier oferta teórica,
Derrida o Foucault da lo mismo.
Luego, ese niño mira
las patas de un pájaro
y las imagina amplificadas
como si fueran las patas
de Godzilla.
Cuando los románticos ingleses
hablan de canto inmemorial
—eterno, infinito, etc.—
coinciden con el niño
y con el científico que afirmó
la relación entre dinosaurios y pájaros
en Nat Geo.
Por ejemplo, uno escucha en el canto del chincol
—ese ruiseñor proletario—
del chercán (wren)
el eco de una era prehumana.
NO SE TRATA ENTONCES
DE UNA FIGURA LITERARIA,
lo que escuchamos es en efecto
un canto que proviene de tiempos
inmemoriales.
Sospecho que cantan
porque ven la inminencia
de olas de sangre, venas
como autopistas.
El canto de los pájaros
se escucha
desde la época de los dinosaurios:
habla de peligros, combates,
galanteos y alarmas
y eso era lo que llamaba la atención
de los románticos ingleses, del científico y del niño.
Francisco Ide arriesgó la cabeza
Mató a 7 de un golpe.
¿Somos cabezas?
Ja, ja, ja ¡somos cabezas!
Es una de las imágenes más aterradoras
ver una cabeza que flota en una sala vacía
pensando que está viva.
Gustavo Barrera Calderón
Sacabas
la lengua
por la ventana
del tren
que iba
a toda velocidad
para saber
cuál era
el sabor de la noche
o para saborear
el caldo de la noche
como dice
Formoso
o más bien
para soñarte
SIN CABEZA.
Fuimos a caminar
por el fin del mundo
en Magallanes
donde el mundo
se deshace,
donde la cornisa esta
en que vivimos —te aviso
por si se te olvidas—
Un riesgo.
Por poco
y perdemos
la pista del auto.
Oscurecía.
Quizás Magallanes no perdona
la falta de brújula
o la promueve, no lo sé.
El agua de un charco
estaba prisionera
bajo una lámina de hielo
¡y Francisco Ide
la liberó con una rama!
Cineraria
Ella amaba el cine, los archivos,
Con la excusa de que el país es sísmico
sostenía que en vez de crear
había que reconstruir: parchar
y conservar fotos. ¡Perfecto!
¡Hasta las trizas de un jarrón barato
sería un rompecabezas zen!
Le interesaba cómo filmaron
o hicieron crítica y poesía
los primeros, los de antes:
a pulso pelado, a poto y pata pelá
cual boxeadores de los años treinta
sin desayuno, que bebían
—a cambio de acarrear animales faenados—
sangre de reses cual vampiros.
Así intentaba enseñarme
a atesorar todas las cosas
porque yo andaba con la macana
de andar liviano, deshacerme,
el arte de perder y esas giladas.
Lo suyo me esperanzaba.
Había un aire de proyección en eso
si se considera que estábamos
pasaditos del mezzo del cammin.
Para alguien que quiere vivir
liviano como yo, peso mosquito,
ella tenía mal de Diógenes:
cartas de su nonna, el proceso
de filmación de algunas películas,
radios y cámaras fotográficas
de su gente bajada de barcos,
borradores de guiones, tesoritos
absurdos del persa Biobío
—oye: ya pues, vuelve pronto
de no sé qué bendito festival
lleno de alemanes feos como el diablo
pero con Ph. D., y otra gente
que me provoca un celo genuino:
¿qué hace Isaki Lacuesta
para retratar de esa manera a las mujeres?
¿Se enamora de ellas y ellas de él
como parte del proceso de filmación?
Y así con los cachureítos o tesoros:
pruebas de alumnas talentosas
o chifladas de patio, documentos
y la manuscrita de sus poetas preferidos
en cajas italianas, cofrecitos.
Y así debería ser, y si así yo hubiera procedido
conservaría aún un par de primeras ediciones
de Penguin, Faber o Nascimento
o mi foto con un auto a pedales
—loco desde chico— en plena avenida
llena de autos a motor bocineándome.
Pero no queríamos ser diseccionados,
escarabajos atravesados por alfileres.
Yo quería puro presente,
pura contru de memorias venideras.
y yo en cambio me deshacía de todo
y pretendía andar
casi en pelota por la vida
cinerario:
sin
erario,
diría algún jugador de palabritas.
Sin herencia.
Sin niuno.
Como calas, azaleas y rudas
la cineraria también tiene propiedades
que se ocupan en el tratamiento
de las cataratas:
nuevamente la visión,
el cinematógrafo,
las cenizas.
Otra reflexión sobre el terremoto y el tsunami
(desgrabada letra por letra de una charla en un taller)
El poema largo es una torre de naipes
en donde no importa que algunas cartas estén reparadas con cinta adhesiva
o viejas. Si se sostiene en pie, todo bien,
difícil tarea sin embargo. La lección poundiana
de la tensión y la concentración de energía
corre igual para poemas breves o extensos,
tenues o acerados
y se nos olvida a casi todos.
¿Querría algo así como un estallido, orgasmo
una especiede KO verbal el viejo?
¿O el poema dado del que hablaba Levertov?
Poema dado por quién: por Dios,
por quién más si no. Casi todos terminan ahí
o en una conjunción parecida al amor
en sus tres primeros meses que a todo esto
se parecen bastante a una torre de naipes
por el cuidado o el azar o lo frágil.
Energía y no fuerza, claro está
meditación y cacería, todos sabemos
excepto a la hora de los quiubos.
En un poema breve no puede haber cinta adhesiva
y las arrugas en una carta delatan de inmediato la jugada.
pero quizás un poema extenso son poemas breves en pandilla
igual de efectivos en su invasión de ninjas
aunque reunidos con pegamento, moco a veces
—la prosa que sobra, los dispositivos transicionales
y todas esas arrugas y parches que, como en el póker
o en la ropa para la reunión importante,
no deben notarse—. Ese pegamento
a veces es temático y a veces otra cosa,
otro clúster de cosas que desembocan muchas veces
en el preciado silencio
mejor será
siempre, amén.
Kim Deal decía que si uno escribe canciones
es fácil hacerlo, el asunto
es componer algo que sientas
y que quieras interpretar ad infinitum
con el mismo entusiasmo del momento
de la composición.
Pero, qué tanto, hasta la nota circunstancial
o el garabateo de libreta a veces
cumplen el requisito del poema. Hoy escuché
en el metro por ejemplo...
Todo bien por esos tiempos
cumplía resistía ganaba
pero durante la noche
por un orificio de mi cabeza
me salía un líquido espeso
como petróleo usado
como tinta de cartucho no original
y tenía un olor mareador
no especialmente desagradable
pero extraño.
Cerraba el baño con llave.
Abrazaba el wáter o el lavabo
y dejaba que empezara
la gotera luego el chorro luego
tiraba la cadena o daba el grifo,
me bañaba y quedaba
sereno, con sueño, renovado.
Me acuerdo ahora y pienso
qué habría pasado si en ese trámite
me hubiera encontrado el terremoto.
Quizás habría salido con la cara
como la de una modelo llorona
o la de un soldado carapintada
del tiempo de mi adolescencia;
habría salido, sereno, claro está,
pero con la cara y la camisa
como dálmatas.
Oye qué tienes en el rostro.
Y qué habría respondido yo.