I

Empezar a trabajar para ellos no es algo de lo que pueda uno enorgullecerse. La gente piensa que trabajar para el narco es como trabajar para unos malditos Hitlers. No es cierto. Ellos se meten con los que se lo merecen, con personas igual que ellos. No son personas que abusan de su autoridad, es gente que tiene mucha autoridad en la ciudad. Ellos tienen una lista, no le ponen ni le quitan nombres. En las zonas marginadas llevan despensas, material de construcción. Yo, bajo mi percepción, los veo como los Robin Hood de nuestra actualidad. Ellos trabajan como todos, pero cobran por otros medios.

TESTIMONIO ANÓNIMO. PUCHEADOR DE CIUDAD JUÁREZ

II

Resultan insólitos los paisajes, las historias y los personajes derivados de una ciudad que ha padecido, en años recientes, una recesión económica y una violencia no registrada desde los tiempos de la Revolución mexicana. Una estela que deja a su paso una gramática con códigos invisibles y comportamientos violentos, generadora de disciplina y aprendizaje. Una sociedad que sustituyó el silencio en las calles por el hipnótico sonido de las ambulancias. Bares clausurados, producto de alguna balacera insospechada y el mal tino por parte del dueño por ser ése, y no otro, el lugar escogido por dos sujetos que decidieron batirse a duelo. Los estrategas en las colonias populares son, hoy en día, los jefes de la colonia, quienes buscan crear mecanismos de protección ante los embates de violencia que se asoman diariamente en la ciudad. Las cámaras de seguridad, cerraduras, silbatos, pistolas o el uso discrecional de los santos patronos se han convertido en las armas predilectas de estas colonias. Gestan estrategias que, de manera privada o pública, busquen ahuyentar a los agresores o, por lo menos, a los malos espíritus. La formación de consejos vecinales se ha convertido en el tejedor de un hilo revuelto y desmembrado. Decía un juarense que actualmente vive en El Paso, Texas: “La gente vive asustada, la gente se acostumbró a la muerte, a verla. La sociedad vive en una indefensión aprendida, primero por nuestra incapacidad de poder actuar, de no poder hacer nada. En segunda, por la rapidez con la que la naturalizamos”. No era extraño escuchar el enojo de los cláxones derivado de la ocurrencia del sicario de matar en una avenida en específico para evitar menores congestionamientos vehiculares. “Tengo que entrar a las ocho de la mañana, pero por este cabrón (en el suelo) quién sabe a qué horas llegue”.

Ante el eco callejero y mediático de las balas, la sociedad se vio obligada a generar manuales propios para la sobrevivencia. “Nunca respondas a un número de teléfono que no conozcas”, “mantén siempre la ventanilla del coche cerrada” (el uso del aire acondicionado se volvió cultural), “siempre que estés en el carro y veas una patrulla ministerial atrás de ti, recuerda cambiar de carril, ésas nunca se pueden detener en los semáforos, es por medidas preventivas”.

Lugares desérticos, cauces secos y vegetaciones desnudas dan un paisaje de la historia de una sociedad emprendedora con espíritu nómada. A fines de los noventa, Juárez fue la ciudad con mayor tasa de empleo en México. Las maquilas que surgen se asemejan a naves suspendidas en el desierto que desplazaron los vastos campos algodoneros. De esa forma se erigieron grandes fraccionamientos para que se asentara una mano de obra incipiente de orígenes diversos: Durango, Veracruz y Coahuila. Lugar donde llegara la sombra de la maquila, lugar donde iría creciendo la ciudad. “Algunas de éstas eran montadas en cuestión de semanas” que, como imanes, atrajeron a más de 210,163 trabajadores.

El fraccionamiento Riberas del Bravo está compuesto por nueve etapas. Se planteó como la casa del maquilador, del obrero mundial. Nacido en 2002, tenía como objetivo realizar un desarrollo habitacional compuesto por 15,041 hogares. Éstos se asentarían en una planicie semidesértica, bordeada por el río Bravo al sur de la ciudad. El Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT) comenzó a dar préstamos a los obreros para pagar en veinte años, con cómodas mensualidades de 600 pesos. De esa forma la maquila buscaría mantener una mano de obra estable y más inversiones vendrían a la ciudad.

El drama social empezó en 2008, como si una plaga bíblica de la modernidad se hubiera asentado en Juárez. La recesión de la economía estadounidense en ese año se tradujo en una pandemia de despidos, que se contabilizó en más de 90,000 puestos de trabajo y 114,000 hogares deshabitados. Sus pobladores, casi todos originarios de otros estados de la República, retornaron a sus tierras, dejando atrás amistades, casas, escuelas y una hipoteca sin pagar. De lo demás se encargó el tiempo.

Hoy en día, la ciudad guarda algo de siniestro, la constante presencia de cruces negras con fondos rosas. Postes de luz que comulgan tristeza, en los que cuelgan fotografías con las iniciales de jóvenes desaparecidas, que dan la sensación de estar caminando en un camposanto en medio de la urbe, de haber extendido lo mortuorio a la ciudad, de haber arrastrado el cementerio hasta los confines de la metrópoli como un código genético que se repite en diversas áreas del Valle de Juárez, a través de los municipios de Guadalupe, Praxedis Guerrero y la etapa ocho de Riberas del Bravo. Todos comparten el cemento, el ladrillo y la soledad. Cristales rotos, puertas robadas, fachadas quemadas, grafitis donde se ve dibujado un corazón con los nombres de dos probables enamorados como el recordatorio de algún acostón improvisado. La sección del baño, sin escusado, sirve hoy de basurero, allí reina el plástico y una pila de pañales usados que descansan amontonados, uno a uno. Como el recuerdo de que la maternidad también estuvo presente en este picadero multifuncional, que luce vacío y saqueado. La arqueología para muchos de sus habitantes, saqueadores entre ellos, se volvió una práctica aprendida por la vida misma y por la oferta habida.

Las sexoservidoras comparten esquinas, intercambian espacios y se distribuyen horarios con los obreros. La mayoría son mujeres que esperan monacalmente la llegada del autobús como una prestación más que aporta la maquila. Normalmente unidades viejas, que valen poco más de 6,000 dólares en el mercado estadounidense y que deambulan por la ciudad un promedio de treinta años. Las esquinas tienen sus horarios: 5:30 de la mañana, 2:00 de la tarde y 11:30 de la noche. A esas horas se asoman en su mayoría mujeres jóvenes y adultas que tapizan las esquinas. Vestidas de azul intenso, son ya un decorado de estas calles.

En la etapa ocho, ubicada al sureste de la ciudad, un perro busca guarecerse del sol debajo de un vehículo viejo, mientras Verónica, una mujer de unos 38 años aproximadamente, camina rumbo a la esquina con su bolso, siguiendo el mismo sendero que recorrió su madre 28 años atrás, cuando llegó de Tuxpan, Veracruz para integrarse a una maquila. Ambas divorciadas y con los exmaridos lejos de Juárez, en su natal tierra, Veracruz, decidieron quedarse. “Cuando yo recién llegué aquí, era mejor que no supieran que era de Veracruz porque ponían cartelones que decían: ‘Ves un jarocho, mátalo’. Había mucha discriminación, eso lo ponían en la calle, en grafiti, en cartulinas. Yo en la maquila trabajaba en el segundo turno. Empezaba a las dos de la tarde y salía a la una de la mañana, buscaba hacer horas extras. El salario semanal es de 600 pesos. Yo me ocupo de la sección de empaque y me toca dirigir a los encargados de la costura, que en su mayoría son hombres. Por la inseguridad que había en años anteriores prefería no relacionarme, nada más era el saludo y a trabajar. Es difícil como mujer ser el superior de hombres, ya que muchos decían: ‘¿Por qué una mujer nos está mandando?’”.

El feminismo en Juárez nació cortando cables de fibra óptica, haciendo motores y escribiendo y revisando resultados de producción en pizarrones, a la vista de todos. Comiendo en comedores de 200 personas, eligiendo entre ocho platillos distintos y los viernes con la posibilidad de escuchar música tropical y las canciones del ícono de esta ciudad: Juan Gabriel. Más de 189,000 mujeres trabajan actualmente en la industria maquiladora, ocupando el 70 % de la mano de obra en la Industria de la Transformación.

“A veces me gustaría poder agarrar todo lo que extraño y meterlo en una maleta para que así, cuando estoy en Juárez, pueda abrirla y no extrañar tanto. Pero ya que no puedo traerme el mar, ni pescar en el desierto, sólo me traigo a mis patronos”.

Así, todos los 8 de diciembre decora el patio y la acera con velas, delineando el camino y recreando la tradición del Niño Perdido, celebrada a 1,985 kilómetros de Tuxpan. “El primer año generé curiosidad con los vecinos, me veían como diciendo: ‘A esta señora qué le pasa’. Al segundo año ya, mis vecinos se acercaron y optaron por hacer un altar en la calle y posteriormente decidieron iluminar sus casas. Creo que ante tanta diversidad de orígenes, lo que necesitábamos para unirnos era un intermediario con el que relacionarnos. Por eso creo que las tradiciones, y, aunque suene extraño, la violencia, nos forzaron como vecinos a unirnos más, generando un sentido de pertenencia. Puede parecer absurdo, pero gracias al Niño Dios el camino de la avenida de la etapa ocho es el más limpio del fraccionamiento”.

Las fotografías que carga consigo en su celular no palidecen ante la narrativa expuesta. Las casas lucen como una noche blanca, el camino aparece iluminado con velas, un cochecito decorado con luces de Navidad aparece deambulando improvisadamente en la foto. A simple vista parece un escenario ideal para una fiesta de Día de Muertos o de Halloween, lo que da un destello a un paisaje homogéneo conformado por estructuras de 120 metros cuadrados de terreno y 34 metros de construcción.

La soledad es algo que se respira: muchos habitantes tienen como vecinos casas derruidas y abandonadas, muchas sin puertas, como si un huracán se hubiera detenido aquí. Según nos cuenta Verónica, el robo a casa habitación, el delito mas común, se mitiga “organizándose”, con reuniones y convivios vecinales cada dos semanas y con la potencia de un silbato. “Un silbatazo corto representa la presencia de algún extraño. Un silbatazo largo significa que ya le están robando o pegando a alguien”. La policía comunitaria pertenece a la policía municipal, la cual dotó, en 2014, a sus pobladores con estas armas. La encomienda es la siguiente: “¡Apenas escuchen el silbatazo, reúnanse para ver que está pasando! Hasta el momento en mi colonia se nos pelaron dos por intento de robo en casa habitación, ya la próxima saben que estamos mejor organizados”.

 

III

Cuando trabajaba en el área de Recursos Humanos en la maquila, se decía de broma que el mejor método para contratar a un operador es poniéndole un cristal enfrente; si ves que se empaña, significa que está contratado, está vivo.

ANÓNIMO. EXTRABAJADOR DE RECURSOS HUMANOS EN MAQUILA DE CIUDAD JUÁREZ

 

“El operador percibe unos 114 pesos diarios, lo que significa que esos trabajadores viven al día”. Así se expresa Joel Meza Márquez, quien es ingeniero industrial en Cummins, una industria estadounidense que llegó a Juárez en 1985 y se dedica a la producción de motores y generadores de energía. “Si ellos ven que pueden encontrar una maquila que les pueda pagar un poquito más, renuncian y se van a trabajar a otra empresa. Aquí se les conoce como trabajadores golondrina, que migran de maquila en maquila. Hubo un momento, entre el 2007 y 2011, donde no había más puestos de trabajo. Muchas maquilas recogieron sus naves industriales y se fueron de Juárez. En ese entonces los porcentajes de rotación eran mínimos. La gente no iba a dejar su trabajo, ya que no había. Ahora que ha vuelto el auge de la maquila, la rotación por empresa maneja entre el 10 y el 12%, que es altísimo. Las maquilas que han regresado se encuentran que no hay mano de obra, porque ésta migró. Lo que hacen las empresas para que el trabajador permanezca en la maquila es darle un bono de contratación de 2,800 pesos. ¿Qué hace la gente? Pues renuncia a la empresa, aunque lleva ya años trabajando en ella, y se va por el bono. Así concluyen el mes, reciben el  bono y se brincan a otra empresa”.

Como si se tratase de una rebelión silenciosa, escudriñan los subterfugios para la sobrevivencia, jugando con los huecos laborales que permite un universo compuesto por más de 321 plantas. Experimentados, así, en el arte de la fuga. De una forma u otra, los obreros ensayan un tipo de rebelión, gestando estrategias de acción individual no orientada por las normas sociales, para sortear y obtener un mejor salario. En el ramo que provee el 66 % de los puestos de trabajo en la ciudad y donde el término sindicato está en desuso.

 

El mundo es cuadrado si lo ves de lado
la vida aburrida si no es bien movida.
La gente te sofoca cuando abres la boca
yo no tomo Pepsi, le entro a la coca.
Comunistas en la iglesia les dieron su recia
El SIDA en la calle ojalá no me halle.
Condone o condene tanta vieja buena
ya nada es como antes, mejor ni te espantes.
En el mismo lugar y con la misma mente
ya nadie me pela porque soy decente.
No rayes paredes, mejor hazte periodista
en este lugar cualquiera es artista.
Periodistas corrompidos, pero bien comidos
asesinos con placa y yo escojo a la flaca.
Engañando a la cigüeña, dejando crecer la greña
el que no vende no enseña y el que no mama ordeña.
Calcetín agujereado, vamos para el otro lado,
a quién no le gusta lo dorado, quita la mano pelado.
Todos quieren ir al cielo, pero agarrados del suelo.
Mejor no me hagan caso, porque yo sólo estoy de paso.

HUMBERTO GONZÁLEZ, ALIAS “EL SABIO”. CHIRRIN CON CHIN

                                                               

IV

“En 2009 sólo había dos lugares para reunirse en Juárez: el centro comercial de Misiones o el bazar del Monu. Las calles estaban desoladas, las salas de cine lucían vacías. Parecían salas privadas, parecía que había más maniquíes que gente por las plazas. La gente prefería ir a Misiones porque, según se decía, allí iban de compras los familiares de los narcos”. Como si la “tregua de Navidad” fuera una práctica olvidada y el consumo fuera el mejor momento para consagrarla... 

Pablo Montalbo tiene 47 años, tez blanca y barba caída. Se presenta como originario de la Heroica1 Ciudad Juárez, “ya que para sobrevivir aquí, hay que ser un héroe”. Vive a dos cuadras del Monumento a Benito Juárez, en el centro de la ciudad. En una casa antigua, hecha de adobe. Al entrar a su casa, la cual luce amplia y luminosa, observo que las paredes están adornadas por portadas de discos: Shine on Brightly de la banda Procol Harum, pero también del grupo estadounidense The Flying Burrito Brothers, entre otras. Al mirarlo de reojo, podría parecer el doble de Tommy Chong, de las famosas comedias de películas Cheech and Chong, que narra las aventuras de dos hippies durante los años setenta en los Estados Unidos. En compañía de Humberto González, alias “El Sabio”, emprendieron el proyecto del Bazar del Monumento. Ahí se vende música en acetato, revistas viejas, películas y antigüedades. Pero también es un espacio donde realizan conciertos al aire libre. “Para llegar aquí fueron los puños, la constancia y las mentadas de madre los medios empleados para obtener la plaza”. Los principales afectados fueron mendigos y borrachos que pasaban sus jornadas dominicales descansando en las banquetas de la plaza. Guarecidos y acurrucados bajo la vista inquisitiva del Benemérito de las Américas.  “Es éste el segundo monumento más importante del país. El primero está en la Ciudad de México, pero sin duda el más realista lo tenemos aquí en Juárez. No vas a encontrar uno igual en el norte del país, ni en el sur de los Estados Unidos. Es mármol italiano, de Carrara”. 

“En el año 2006 nos reuníamos unos 125 comerciantes en esta plaza. Pero ese año el gobierno decidió restaurar el Monumento, durante la gestión de Héctor Murguía, ‘El Teto’. Así que nos movimos a las partes aledañas del parque. Pero la gente fue disminuyendo. El parque lo concluyeron en 2007, y le pusieron reflectores de luz de muchos colores. Pero al mes ya le habían robado un proyector. Así que el gobierno decidió construir una valla metálica que rodeara la estatua”. En Juárez la categoría de secuestro no sólo afecta a los vivos, sino también a los objetos inmóviles. En el bulevar Cuatro Siglos se erigen cuatro estatuas de cuerpo completo hechas de acero y unos pies sin cuerpo. Los pies empotrados en una ecléctica superficie es lo único que resta del cuerpo del Niño Manso.

Una noche de febrero de 2015, esta estatua fue cercenada con los instrumentos idóneos de cualquier torturador. No resulta sorpresivo que entre los instrumentos empleados por estos sodomitas culturales hayan estado presentes serrucho y soplete. Sus captores, al poco tiempo de llevarse la estatua, optaron por pedir rescate, el cual consistía en el peso del Niño traducido en bronce. El Encuentro, como se denomina a este monumento, conmemora el primer contacto entre los indios de los Llanos con los misioneros franciscanos. A más de dos años, “el encuentro” entre las autoridades y los secuestradores aún no se ha dado.

“En 2011 ya habíamos recuperado la plaza, pero la violencia se desató. Había veces que éramos sólo los cinco, la banda de rock y la estatua cercada de Benito Juárez. En esas fechas comenzaron a llegar amenazas por parte del narco, con las cuales advertían a la ciudadanía no salir el fin de semana a la calle. La información llegaba por redes sociales y las televisoras le fueron dando más eco”. Ese día tomó su coche y se dirigió al Centro, por La Mariscal. Las campanas de la iglesia se encontraban en huelga al igual que los coches. “De improviso me estremeció el sonido de mi celular. Era un amigo, Isaac Bernal. Me dice: ‘Cabrón, ¿dónde andas?’. Le contesté que estaba en el Centro. Me dice: ‘Estás loco, porque cerca de tu casa se dice que hay balacera’. Me dirigía para allá, y le hablaba. Luego me decía otra calle, yo me acercaba a revisar. Ya me comunicaba y le decía: ‘Cabrón, aquí no hay nada’. De improviso, cuando cuelgo el celular, se comenzaron a escuchar detonaciones distantes… Pum, pum. Tras las descargas se oía una pistola, de un calibre grueso, una 9 milímetros, el tiro de gracia…Pum, pum”. Decía el escritor Elmer Mendoza que “la modernidad de una ciudad se mide por las armas que truenan en sus calles”. Parece que Juárez se volvió la ciudad más moderna del mundo.





1 A petición del gobernador César Duarte en 2011, se modificó el nombre de la ciudad, para rendir tributo al papel que tuvo durante la Revolución mexicana.



 Alvise Calderón Berra (Ciudad de México, 1989). Estudió Antropología Social en la UAM-Iztapalapa. Ha escrito para Contralínea, la versión digital de Nexos, La Jornada del Campo, Viceversa Magazine, Regeneración y Tierra Adentro. Actualmente trabaja para la revista Quehacer Político, donde es columnista. Como guionista, fue acreedor al primer lugar en el concurso “Hazlo en Cortometraje” 2015 en el género Microdocumental. En 2016 y 2018 obtuvo mención honorífica en el Concurso de Punto de Partida, en la categoría Crónica. En 2017 fue becado por la Fundación Gabriel García Márquez de Nuevo Periodismo, en el taller de Periodismo Narrativo impartido por Leila Guerriero.

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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