RESEÑA / febrero-marzo 2019 / No. 78
La experiencia de lo cotidiano

Pelea de gallos
María Fernanda Ampuero
España, Páginas de Espuma, 2018




Patricia me llama por la mañana: tengo miedo, me dice, no quiero salir de mi casa, nos están matando. En la calle, en el trabajo, también en la universidad. En todos lados. Nos están matando. Habló de gas pimienta, de defensa personal, de electroshocks. Del cansancio y del miedo, de la ansiedad que le genera salir a tomar el camión, sentarse sola en la cafetería o bailar en algún bar con sus amigas el próximo fin de semana. Guarda silencio. Te dejo, me dice de pronto, tengo que ir al laboratorio y no quiero salir tan tarde. Cuelgo y enseguida me escribe Leonor. Me cuenta de su entrevista de trabajo, más temprano en la mañana, en el instituto. Ha sido un éxito, asegura Leonor, confiada. Pero… te voy a enseñar algo, me escribe, y luego abro la imagen: es un correo de trabajo. O eso es lo que debería ser. En realidad, entrelíneas, se asoma un asqueroso coqueteo. El correo de trabajo qué. ¿Sabes algo?, escribe Leonor, estoy cansada, muy cansada, eso es: estoy cansada de que esto suceda todo el tiempo. Hablamos entonces de lo habitual, del día a día, de la experiencia de lo cotidiano. De eso que sucede y que normalizamos: la violencia sistemática, cultural e histórica contra las mujeres.

La escritora guayaquileña María Fernanda Ampuero decodifica este complejo entramado de la violencia contra las mujeres en nuestras sociedades contemporáneas. Los trece relatos que integran su primer libro de cuentos, Pelea de gallos (Páginas de Espuma, 2018), dan cuenta, a partir de la ficción, de las profundas desigualdades que enmascaran la cotidianidad. Los personajes de Pelea de gallos son representaciones contundentes de la vulnerabilidad de lo femenino. La experiencia de la crueldad y del castigo, la represión, la culpa, “lo moral y socialmente aceptado” son temas tocados por Ampuero desde diferentes voces que parten de un vínculo muy estrecho con la violencia. Como la vieja máxima barthesiana, los cuentos de Pelea de gallos son una máscara que se señala con el dedo. De eso de lo que hablan Patricia y Leonor, de lo que cuentan los cientos de testimonios que leemos y escuchamos de mujeres víctimas de violencia en sus casas, en sus trabajos, en la calle o en la universidad: de eso se componen los relatos de María Fernanda Ampuero.

En “Subasta”, una mujer recuerda que cuando era niña los amigos galleros de su padre le decían mujercita, mientras narra una subasta de personas en la bodega abandonada de alguna ciudad. Esta primera historia resulta particularmente esencial por su relación con el título: si bien ningún cuento se llama “Pelea de gallos”, “Subasta” establece una relación entre la violencia y la sexualidad, históricamente sistematizadas, a partir de un espacio fundacional: el hogar. Da pie, por lo tanto, a relatos como “Monstruos”, “Persianas” o “Luto”, cuyo foco reside en la escena familiar, las relaciones fraternales, las cargas generacionales heredadas y el incesto. Otras historias —como las que cuentan “Griselda”, “Nam” o “Crías”—  parten del hogar, pero salen de éste: la primera narra la vida de una vecina pastelera y los estereotipos creados alrededor de ella y su hija; “Nam” presenta un triángulo amoroso y sexual entre adolescentes; “Crías” es un relato crudo, escatológico, quizá uno de los cuentos de Pelea de gallos que presenta con mayor énfasis la invisibilización sexual y sentimental de la mujer en las relaciones de pareja. 

Con todo esto, el libro de María Fernanda Ampuero me parece un diálogo urgente en las sociedades contemporáneas y, por lo tanto, en las literaturas. Relatos como “Cristo” o “Pasión” trastocan la realidad culturalmente establecida a partir de la ficción. “Cristo” cuestiona la fe y el papel de la religión en la constitución identitaria de lo femenino en la sociedad occidental; en “Pasión”, la autora escribe su propia versión del Nuevo Testamento desde la perspectiva de María Magdalena.

No obstante, la obra de la escritora ecuatoriana carece de juicios de valor: no pretende reivindicar ni culpar. En cambio, pone en escena las múltiples historias que conciben el relato del mundo. “Coro”, “Ali”, “Otra” y “Cloro” presentan una sociedad plástica, descarnada y superficial, desde la historia de Los Otros: el servicio, los que aspiran la alberca, quienes limpian el vómito y luego la resaca. Estos relatos funcionan a partir de un principio de lo grotesco: se articulan alrededor del morbo y el chisme, de la fealdad, la gordura, lo concebido estéticamente como imperfecto. Su eficacia radica en la oralidad y en la exactitud de sus descripciones: Pelea de gallos apela sobre todo a lo visual y lo auditivo. En los trece relatos que componen el primer libro de María Fernanda Ampuero están, incluso en los detalles más pequeños, el machismo, los mecanismos de poder y de control, los sustratos de la violencia encubierta en los actos cotidianos que lamentablemente todavía enfrentan las mujeres en el mundo.

Pelea de gallos me parece ese espacio en la ficción que favorece la comunicación con el otro. Al proponer en sus relatos múltiples enfoques de la violencia contra las mujeres, Ampuero da cuenta también de lo grave del problema: el machismo, la misoginia y el odio hacia las mujeres son asuntos cuya profundidad apenas imaginamos. Pienso en los relatos de Patricia y de Leonor, en los de Pelea de gallos, en todos los que a diario aparecen en Facebook, en cualquier red social, en la televisión, en las pláticas de sobremesa. Pienso en lo habitual, el día a día. La experiencia de lo cotidiano. De eso que sucede y que hemos normalizado durante tanto tiempo: el odio hacia las mujeres. La voz literaria de María Fernanda Ampuero es fuerte y mordaz: sus personajes confrontan y critican sus circunstancias. En Pelea de gallos el miedo, la crueldad y la violencia, como en la realidad, se presentan sin máscaras.







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Jorge Martínez (Torreón, Coahuila, 1994). Poeta y narrador, ha participado en diversos coloquios nacionales e internacionales. Textos suyos aparecen en las revistas Tierra Adentro y Cuadrivio, así como en el suplemento cultural Página Siete del periódico Vanguardia. Actualmente cuenta con el apoyo del Programa de Estímulo al Talento Artístico y Cultural de Torreón.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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