TEATRO / junio-julio 2019 / No. 80
La fiesta


I.
Marisela: La fiesta sigue en pie.
Toño: Pero, Marisela.
Marisela: Nada de peros. Después de todo, nos queda mucho por qué estar agradecidos.
Toño:

Silencio.

—Contra la voluntad de mamá no hay nada que hacer.

II.
Un patio con piso de tierra en un barrio latino de Los Ángeles, California. Al centro, una tarima recién pintada. Reluciente. Si caminas sobre ella, puedes oler la pintura como huele la madera recién pulida, o el asfalto hirviendo al mediodía. Sobre la tarima hay un templete y, adosados al techo, globos color durazno, estrellas plateadas, serpentinas, silbatos, una bola disco y luces de colores. Atrás de la pista hay una consola enmarcada por una pantalla blanca para proyecciones: fotos emotivas y, más tarde, el karaoke. Alrededor de la tarima, las mesas para el festín. Se esperan unos… 50 invitados más los colados del barrio. A la derecha, al fondo, la barra para la taquiza y un pastel rosa y plata de tres pisos. Está coronado por una vela con el número quince y la leyenda: “Mi quinceañera”.

III.
Jocelyn: Dónde está.
Marisela: Arriba.

Tocan a la puerta. Rechinido lento. Apertura.

—¡Tía Jocelyn!

Jocelyn: Mi niña.

Abrazo de tía Jocelyn.

—Prometiste que en este día ibas a cantarme una canción.

Jocelyn:  Lo prometido es deuda.

—Aunque sea nada más un pedacito.

Jocelyn: Amazing Grace, how sweet the sound
             That saved a wretch like me
             I once was lost, but now am found
             T'was blind but now I see.

—Tienes que enseñarme a hablar el inglés como tú. Y a cantar.

Sobre la frente:
Jocelyn: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Marta: Ya déjala, Jocelyn. Va a estar bien.

—¿Tía? ¿Me vas a maquillar como me dijiste?

Puerta que se abre.

Jocelyn: La marabunta.

—¿Ya son las tres?

Tumulto de tías. Cuchicheos. Caricias sobre el cabello de la quinceañera.
Ritual femenino de belleza.

Una tía: Pero si ayer era sólo una niña.
Otra tía: Qué ganas de verla hecha una señorita.
Otra más:

Silencio.

Marisela: Silvia, no te pongas así, esto es una fiesta.

La preparan. Le lavan el cuerpo y el rostro. Tía Jocelyn la maquilla y copia el peinado de una revista.

—¿Crees que podemos agregarle…?
Jocelyn: Silvia, pásame aquellas flores.
—¡Sí, flores! Pero del color de mi vestido.
Jocelyn: ¿Sólo hay blancas?
—Mejor que sean rosas, ¡o durazno! El vestido es color salmón.
Silvia: Las coronas de flores se acostumbran blancas, Jocelyn.
Jocelyn: “Las coronas de flores se acostumbran blancas, Jo-ce-lyn”.
—“Das codonas da flades dadasatambran blancas, Jo-ce-lyn”.

Jo-ce-lyn. Yo. Sé… Yo. No. Sé. ¿Blancas? No estoy segura. ¿Combinan bien?
Jocelyn. La hermana más pequeña de mamá. La primera que vino a Los Ángeles.
Por eso habla bien el inglés.
Jocelyn: Los Ángeles. Sucursal del paraíso.
Me dijo por teléfono una vez. Nosotros todavía vivíamos del otro lado. Allá en México.
Jocelyn: Eras tan chiquita.
—¿Tía?
Jocelyn: Mi muñequita.
—¿Y allá la gente tiene alas o qué?
Sonrisa suave de tía Jocelyn.
—Yo quiero que me salgan unas. Las quiero color pescado. 
Carcajadas.
Jocelyn: Burra. Sólo les salen plumas a los angelitos del cielo.
—¿A los cuántos años crees que me salgan plumas?

Mamá trae el vestido con la crinolina. Tres crinolinas. Pomposo. Amplio. Perfecto.
Combina con los remates plateados del patio.
Mamá y mis tías me ayudan a ponérmelo.
Calzan mi cuerpo en plumas color salmón.

Una tía: Se le ve bonito.
Otra tía: Se le ve precioso.
Jocelyn: Se le ve perfecto.

Una tía: Aunque…
Otra tía: ¿No le queda flojito el corsé?
Jocelyn: A mí me gusta.
—A mí también.
Y otra: Y se le ven huesuditos los hombros, ¿no?
—No tanto, ¿o sí?
Y otra más: ¿Le pondremos un chalecito?
—¡Mamá!
Marisela: Qué chalecito ni qué ocho cuartos. Ella lo escogió así y así se le queda.

Olor a mole negro.
Toño: (Desde el patio) ¡Marisela!
Una tía: Yo voy.
Otra tía: Déjanos a nosotras, Marisela. Tú ya vete a arreglar, es tarde.
Mamá y un séquito de tías salen del cuarto.
Jocelyn se queda atrás. Se desabrocha la cruz de plata que le cuelga del cuello.
—¿Qué haces, tía?
Jocelyn: Cuídala siempre.
Besa la cruz, me la pone y sale.

IV.
Quedo sola un instante. Suspendida en la irrealidad de un cuerpo adolescente al que no me acostumbro. Que no me pertenece. El vestido pesa. No puedo respirar pero no importa. No me muevo para no arrugar el vestido, descomponer el peinado o correr el maquillaje. Tocan a la puerta.
—¿Joel?

En el jardín, música tibia con sabor a cuba y chicharrón hundido en guacamole. Voces agitadas. La familia nunca se pone de acuerdo. Siempre, antes de festejar, discuten.
Marisela: Toño, con ese hielo no nos va a alcanzar. Y, óyeme, ¿por qué cambiaron de lugar la barra de comida?
Toño:
Marisela: Ahí estorba a la pista. Cómo va a bailar la gente.
Toño: Marisela…
Marisela: ¿Y Don Juve? ¿Ya le llamaste? Quedó de llegar antes de las cuatro para revisar el proyector. No quiero que el audiovisual se trabe a la mitad.

Arriba, conmigo, Joel vestido de chambelán.
—¿Estás listo? ¿Cómo me veo?
Joel, cierra la puerta.
—Y pon el seguro.
Joel trepa sobre mi cuerpo.
—Ten cuidado.
Pienso en mi maquillaje, en mi pelo, en mi corona de flores blancas.
Joel, nervioso, busca por debajo de la crinolina; entre su bragueta.
¿Gemir o llorar?
Irasema, mi mejor amiga, dice que hay hombres que gimen antes y después del sexo, dice que otros gimen durante el sexo y que otros, los que no gimen, lloran. Que porque el sexo no puede hacerse en silencio, dice. Siempre hay un suspiro, un pujido, un corazón acelerado, sudor, piernas y brazos que chocan, que se resbalan, que se dislocan. El sexo, dice, es lo menos poético que han hecho la mujer y el hombre.
Irasema: El sexo no se hace en silencio porque nada que esté vivo está en silencio.
—¿Y por qué gimen los hombres?
Irasema: Porque son cobardes.
—¿Y por qué lloran?
Irasema: Porque tienen miedo. Los hombres siempre tienen miedo cuando están ahí adentro.
—¿Y qué les da tanto miedo?
Irasema: No encontrar el camino de regreso.
Irasema ruge. Devora hombres.
Pero Joel y yo conseguimos no hacer ruido.
—Joel, ¿tienes miedo?

Desde el pie de la escalera:
Marisela: ¡Hay que ir bajando a la niña!
Voz que no reconozco: ¿Ya está lista?
—Ya estoy lista. ¡Joel!
Joel me mira como bebé a punto de llorar.
Creo que gime.
—¿Joel?
Espasmo.
Hunde su cabeza en mi pecho.
—¿Estás bien? ¿Joel? Creo que alguien viene, muévete, sal del cuarto, ¡sal!
Joel acaba de quitar el seguro de la puerta cuando entran mamá, papá y mi hermano mayor.
Todavía siento a Joel trepado sobre mí. Todavía escucho los pujidos silenciosos del Joel bebé sobre mi rostro. Pero mamá, papá y mi hermano mayor no se dan cuenta. Espejismos que se disipan.
Marisela: Joel, mijo, qué bueno que ya estás aquí. La entrada sigue como se practicó, bajando la escalera y directo hasta la pista.

V.
La quinceañera, escoltada por sus chambelanes y su familia, baja la escalera. El vestido dificulta la operación pero la llevan paso a paso. Un revuelo de cuerpos la sigue con la mirada.
—Joel, no alcanzo a ver al fotógrafo. Para dónde sonrío.
 La quinceañera, de gesto firme y pose inmóvil, presenta una sonrisa perfecta. Flash, flash, flash. Todos la miran bajar.
—¿Por qué no dicen nada? ¿Mamá? ¿Por qué no pusieron la música de entrada que pedí?
Marisela: Toño, ¿y la música?
Toño:
Marisela: ¡Toño!
Hermano mayor: Ahorita lo arreglo mamá.
Las miradas escoltan a la quinceañera por la sala comedor y a través del cancel hasta el centro de la pista de baile.
Vecina hace dos días: Ah, que vas a hacer un bailongo por tus quince.
—Bailongo es poco. Pero llegue después de las cuatro. Mamá, ¿llegaron todos los invitados?
Marisela: Es mucha gente, Toño, va a haber que mandar traer más cerveza.
Toño:
Sobre la tarima, los chambelanes se forman alrededor de la quinceañera. A mi alrededor.
Joel: Primero bailamos todos juntos y después me voy a quedar yo solo con ella.
Un chambelán: Pero, ¿no le toca bailar a su papá?
Entra el vals.
—Ay, Joel, ¿para qué les dices eso ahorita?
Me dijiste hace quince días: Tus papás tienen que ver que lo mío contigo va en serio.
—Estamos jugando. Tú y yo. Las cosas entre primos no van en serio.
Los muros del jardín retumban al unísono con las bocinas de 1200 watts.
Proyección audiovisual: fotos de mi infancia.
Y tú: ¿Quién dice?
—Cuando se enteren nos van a matar. Y aunque tuviéramos su permiso, es imposible.
“Igual no hubiera sido posible”, me corrijo ahora mismo.
E igual hubieras dicho: No hables así. 
—Alguien como yo puede decir lo que se le antoje.
Es el vals de La Cenicienta. A mí no me gusta pero es el favorito de mamá. A mamá le encantan las princesas porque siempre tienen un príncipe que las salva del malvado dragón.
—Idiotas.
Cursilerías de Joel: Yo te voy a salvar.
—Si no me alcanza el cuerpo ni para llenar mi vestido de quince años.
Mamá debió dejar a tía Silvia ponerme el chal.
Silencio de Joel.
Mi minúsculo, mi precioso y ridículo príncipe azul, permanece como absorto, como en trance, como si buscara su camino de vuelta —¿volver de dónde? ¿Joel, sigues aquí adentro? Sal, ¡antes de que sea demasiado tarde!—, mientras baila alrededor del ataúd que contiene mi cuerpo. The show must go on, dicen los gringos. La fiesta sigue en pie, dijo mamá. Papá, aterrado, mira la escena. Tía Jocelyn tararea alguna canción. Mamá está contenta, organiza el pastel allá atrás. Después de todo, tenemos mucho por qué estar agradecidos.





*La formación de este texto corresponde a la propuesta de la autora.

 

Berta Soní (Ciudad de México, 1988). Actriz y dramaturga. Estudió Artes Escénicas en CasAzul y Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha escrito, entre otras, las obras 32° Latitud Norte, 50° Oeste (2014), A propósito del bullying (2014), Suicidas Anónimos al Servicio de la Comunidad (2014), Ni mancas ni pendejas (2016), Ricardo Ricardo rra rra rra (2018) y La gran lucha del mundo (2019). Fue becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de dramaturgia. Recibió mención honorífica en el Premio Nacional de Dramaturgia 2017 por la obra A cinco voces y en el Concurso Testimonios del sismo 2017 por su texto Transmutaciones. En 2018 recibió el Premio Nacional de Dramaturgia Emilio Carballido por su obra Anaerobia.


 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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Editora responsable: Carmina Estrada. Reserva de Derechos al uso exclusivo núm. 04-2016-021709580700-203, ISSN: 2007-4514.
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fecha de la última modificación 10 de abril de 2024.

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