Variación sobre dos temas de Chéjov

Un hombre gana un millón en el casino. Al recibir el dinero recuerda que la escopeta del primer acto sigue en su casa, sin usar.


Conspiración

Cuando nos encuentren pensarán en el enemigo, armarán diversas teorías. Todo será falso. Sólo yo conozco la verdad: fue una conspiración de la izquierda, que lo planeó todo desde hace varios años. Dijo, en su lecho de muerte, la mano derecha.


Mi gato

No sé desde cuándo mi gato dejó de vivir con nosotros. Yo me fui de vacaciones con mis abuelos, regresé y ya no estaba. Se escapó, me dijo mi papá; su voz sonaba enojada. Mi mamá me explicó que mi gato quería regresar con su mamá y sus hermanos porque los extrañaba mucho. Lloró por él, lo sé porque sus ojos siempre se ponen así después de llorar. También lo quería mucho. Quizá algún día le cuente mi secreto: que mi gato a mí también me quiere mucho y me extraña, y por eso viene a visitarme. Por las noches lo veo entrar en mi habitación, sin hacer ningún ruido; se acuesta en mi pecho y me mira sin cerrar los ojos, como si vigilara mi sueño.


La niña a la que le mataron su perro


Pirata, nuestro perro, se escapó de la casa mientras papá abría el zaguán. Antes de irse a trabajar, le dijo a Paola que no se preocupara, que Pirata volvería de inmediato porque sólo estaba acostumbrado a salir si nosotros lo llevábamos con correa. La explicación hizo que Paola se tranquilizara y yo también creí que volvería pronto. Como eran vacaciones, nosotros, Paola y yo, apenas desayunábamos cuando la vecina de la casa roja nos avisó. Paola fue de inmediato. Por más que corrí tras ella, no evité que lo viera primero. El pobre perro estaba en la avenida, ahí fue donde ocurrió. Fue el imbécil de López, el de la otra calle. Él iba en su carro; le pasó justo en medio, me dijo la vecina. En su estómago se veía la marca de la llanta; el hijo de puta no se detuvo. Paola lloró, lloró con rabia frente al cuerpo sin vida de Pirata. Temblaba. Pero sólo fue un instante, de inmediato cargó a Pirata en sus brazos. Aunque soy el mayor no pude decir ni hacer nada: el llanto me lo impedía. Ya en casa, con la pala que papá me regaló, y que nunca usé, Paola cavó un hoyo en el jardín. Ésta será su tumba, me dijo con voz entrecortada. Se quedó unos minutos en silencio frente a ella. Entre las lágrimas se veía un atisbo de odio en sus pupilas. Después se limpió los ojos llorosos con el antebrazo y comenzó a cubrir el cuerpo de nuestro perro con la tierra. En ese momento me di cuenta de que las mangas de la pijama ya le quedaban cortas.