TEATRO / abril-junio 2020 / No. 85-86
Diario de nubes

OLIVIA: (Caminando en círculos) La pared de concreto, los lavabos de piedra, las jaulas de alambre. El cielo.

La pared de concreto. Los lavabos de piedra, las jaulas de alambre. El cielo.

Una vuelta… dos… lo mismo. La azotea de mi casa todos los días se ve igual.  La pared de concreto, los lavabos de piedra, las jaulas de alambre. (Mirando el cielo). El cielo es lo único que cada día cambia.

(Toma una libreta apoyada en uno de los lavabos de piedra y saca de ella una pluma. Escribe y habla. Sigue caminando). 

Día número uno

OLIVIA: Diario de nubes. Camino con placer y libertad los pocos metros a los que se ha reducido mi mundo: la azotea de mi casa. Camino y me mareo, porque es siempre lo mismo. La pared de concreto, los lavabos de piedra, las jaulas de alambre y el cielo. Ya no sé cuánto tiempo llevo aquí y me duele. La mente está lista para adaptarse. Está lista para decir “Tu lugar en el mundo son estos 4 metros cuadrados de azotea”, y achicarse, amoldarse a que quepa toda su incertidumbre e insomnio en ellos. Pero el cuerpo no ha nacido para quedarse estático. No el cuerpo, ningún cuerpo. Y me pienso aquí, en mi azotea, escribiendo esto con calambres en las piernas y pesadez en los párpados. El cuerpo entiende de otra forma un espacio pequeño. Los músculos se tensan, se compactan para caber. Duelen. Desde arriba, en el cielo, a la altura de las nubes y los pájaros no soy más que un tigre dando vueltas en su jaula. Cuánto los entiendo. Cuánto los odio y los amo por entenderlos.  (Se detiene. Toma agua de uno de los lavabos y se moja la cara.) He sido injusta. Cada vuelta no es la misma. Porque aunque vea la pared de concreto, y los lavabos de piedra, las jaulas de alambre o los tendederos, el cielo cambia y la luz se desvanece. Las nubes transitan por este inmenso mundo del que yo no me siento parte. Yo sólo camino, en mis cuatro metros cuadrados. Camino de día y camino en la tarde, porque si no caminara, con este dolor en las piernas, creo que podría morir.

Día número dos

OLIVIA: (Escribiendo en su cuaderno). Diario de nubes. He hecho cuentas. Hace tres semanas estoy aquí. Hace casi dos meses reglé. Hace tres semanas fue la última vez que vi a Nando. Hace dos semanas, yo debía reglar. Siento vértigo. No otra vez. En la mañana, para acompañar el desayuno puse a calentar una tortilla en el comal y se infló. (Camina en círculos. Deja de escribir. Deja la libreta a un lado.) Anoche no pude dormir. La incertidumbre me traga a ratos. Devora mi mente. Todo en el mundo se reduce a dos palabras: tiempo y espacio. Éste no es el tiempo ni el espacio para embarazarme. No otra vez. (Se acuesta en un lavabo viendo al cielo.)  Hace rato, me acosté boca arriba en la cama y acaricié mi vientre. Lo moví. Recordé el eco. … Cuando estuve embarazada recuerdo haber sentido un eco de mí en el útero. Ésa era la sensación. Un algo mío que era mi eco y que vivía aquí, adentro… Pero todo se reduce a esas dos palabras: tiempo y espacio. Era joven, y no había espacio en mi vida para un eco… Una noche, decidí callar esa resonancia de mi voz… La taza del baño roja, unas garras de tigre arañándome por dentro, la lluvia más espesa del verano golpeando la ventana, y yo gritando. Gritando por el eco y coloreando las paredes blancas de mi casa. Adentro y afuera llovía. El tigre me desgarraba por dentro, y yo sólo llovía y gritaba. Gritaba en la soledad de esas paredes blancas coloreadas por mi dolor… Después de un rato de garras, gritos y rojo, todo cesó. Lo perdí. Supe que todo había acabado porque bajé la palanca del inodoro, limpié la sangre de mi sexo, y fue como si nunca hubiera existido… (Se levanta. Se queda sentada).  Ahora no sé qué siento. No sé si el eco está ahí de nuevo, pero es algo por lo que no quisiera pasar ahora porque no hay espacio y porque no es el tiempo. No es el tiempo para que mi cuerpo resuene aquí dentro.  No puedo. (Vuelve a tomar la libreta. Escribe y habla en voz alta. Camina en círculos). Las nubes el día de hoy son borrosas. El atardecer. El cielo es color rosa, se torna morado. A mí me devora la incertidumbre.

Día número tres

OLIVIA: (Caminando en círculos, escucha un sonido de aves. Se detiene. Mira al cielo). No sé si soy yo porque el encierro me enloquece, o las aves ya no nos temen. Siento que ahora vuelan más bajo, cantan más fuerte, se permiten disfrutar de la libertad del cielo y del aire. No sé… (Tomando su libreta, camina en círculos, escribe y habla en voz alta). Cuaderno de nubes, día número tres: el cielo es índigo, las nubes son pedazos de crema embarrada en el techo. Cerca del sol hay un color rosa, casi rojo, y las aves vuelan y cantan… Se siente un cielo abierto. Un cielo que abre mi pecho, y entra la luz, las aves y las nubes en él. (Se detiene. Deja el cuaderno. Se sienta en proscenio. Habla a público). Sigue sin pasar… No sé qué haré si no sucede… He tratado de mencionarle algo de esto a Nando, pero no está listo… Yo tampoco estoy lista…  He pensado en todo esto. En nosotros. Estoy con él porque amo a un Nando que ya no existe, y que no existirá nunca más para mí. A veces el amor es una huella del pasado, como ahora, que sólo amo y toco a Nando en mi memoria… Hablar de Nando es difícil. Me duele. No sé qué me duele más, si recordar al Nando del pasado, o escucharlo  a diario en videollamada y que sean todos desencuentros, bailes a destiempo y ruido de sombras. Lo miro y pienso que no lo amo. Ya no lo amo…  A veces el amor es una imagen escindida del recuerdo que muere cada que el presente lo aplasta. Nando, que fue Nando pero ya no es Nando… El  encierro está sacando las cosas que en el mundo de afuera se atenuaban con el ritmo y las posibilidades de afuera… (Se levanta. Comienza a caminar en círculos. Mira el cielo sin dejar de caminar.) Esas aves. Hay muchos pájaros volando en el cielo. Tal vez sean una metáfora de mí. Tengo pájaros en la cabeza. No lo sé… (Se detiene. Mira fijamente al cielo.) Hay un tipo de aves blancas y alargadas que no había visto nunca… Son como grullas volando en el cielo. Jamás había visto grullas volando en la ciudad… ¡Oh, por Dios! ¡La parvada hace círculos en el aire! Es una especie de danza circular en el cielo. ¡Esto es real! ¡Están danzando en el aire! ¡Está pasando, lo estoy viendo! (Olivia gira en círculos unos momentos. Luego vuelve a mirar. Se detiene.)… Se han ido… (Corre por la libreta, saca su pluma y comienza a escribir, mientras habla.) He visto una parvada de grullas volar y hacer una danza circular en el cielo. He bailado con ellas. Fui por un momento libre. Este momento es lo más viva que he estado en años. (Se detiene cuando escucha el canto de un petirrojo. Voltea. Mira la jaula en la que está posado. El ave canta y luego se va.) Justo ahora, he visto un petirrojo. Otro milagro. Espero que su pecho sea un presagio de suerte.

Día número cuatro

(Escrito en el diario. Sólo se escucha la voz de OLIVIA.)

18:49

Hoy no he subido al techo. He llorado. Estoy llorando. No sé si son las paredes que avanzan todos los días pequeños centímetros y me encierran más en el mundo, o es mi pecho que se cierra a las posibilidades de volver a salir.

21:15

Estoy viendo por la pequeña ventana del baño. La Luz del baño se fundió. Puse una lámpara de buró que la sustituye. La luz amarilla de la lámpara da cierto toque de intimidad. Me gusta. (Se enciende una pequeña luz. Aparece Olivia y junto a ella está un retrete.)

OLIVIA: Me bajo los pantalones. Me siento en la taza. Antes he sentido escurrir algo entre mis piernas y yo… (Se revisa.) En mis pantaletas hay una pequeña mancha roja, espesa. Volteo a la ventana. El canto de un grillo. Un murmullo de agua. La lluvia… Las nubes son como medusas en la noche.

Vacío


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Guly Miller (Ciudad de México, 1995). Egresada de la licenciatura en Teatro de la Universidad de las Américas Puebla. Cuenta con una certificación en Teatralidad, Cuerpos y Textualidades Contemporáneas por 17, Instituto de Estudios Críticos. Como dramaturga, ha sido becaria del 9° Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana (2017) y del PECDA Puebla (2019). En 2016 fundó el colectivo escénico Trabajos de Amor Perdidos en San Andrés Cholula, Puebla.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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