EDITORIAL / julio-agosto 2020 / No. 87-88


A cuatro meses de que se declarara la Jornada de Sana Distancia en México, publicamos la segunda parte de nuestro número temático #VivirElEncierro con material literario y visual producido durante el primer mes del confinamiento. En el caso de los textos, aunque ciertos pasajes se escribieron originalmente en futuro y hoy ya son parte del pasado no tan inmediato, las colaboraciones que presentamos aquí gozan de una vigencia sorprendente. ¿Cómo hablar del encierro sin fatigar el ombliguismo, el lugar común, la perogrullada? A raíz de la pandemia de 2020, ésta ha sido, es y será una pregunta constante para los creadores, y quienes participan en esta edición proponen posibles respuestas.

La no ficción, y esto no sorprende a nadie, lleva la voz cantante en ambas partes de #VivirElEncierro. Esta vez, en Punto en Línea 87-88, el interés riguroso de Mariana De Lucio convive con una intención estilística diferente: la de los textos de A. S. Juárez, Valeria Gil, Elizabeth Cruz, Yasser Márquez, Daniel SanMateo, Diego Pacheco y Juan Carlos Báez, piezas que los anglosajones incluirían dentro de la llamada personal narrative. Problemas de pareja, estampas perrunas, ecos de la infancia, apuntes sobre la maternidad y flashazos de familia. Reflexiones —en fin— sobre lo íntimo, sobre el hogar.

Esto último, el hogar, también atraviesa los cuentos de este número. Claudia Tepale pone en crisis a la proustiana protagonista de su relato, sacudida de pronto por la presencia de un olor perturbador; el conflicto doméstico —ora subrepticio, ora evidente— se manifiesta en los cuentos de Itzel Espinosa, José Luis León y Tzuara De Luna, quienes hablan de los afectos (amorosos, familiares, felinos); Daniela Perlín y Omar Barrientos, por su parte, diseñan en sus textos atmósferas desoladas, personajes confundidos.

En la sección Poesía, el afán lúdico de los textos de Jaime Woolrich comparte espacio con el aliento clásico de Mariana del Vergel y Miguel Ángel González. Pablo Rodríguez y David Barajas —por otro lado— se encuentran en el ánimo narrativo de sus colaboraciones, mientras que Marcela Santos participa con una juguetona “receta” y un poema de lograda contundencia rítmica.

En Artes Visuales destaca la heterogeneidad de los modos en que los colaboradores moldean el tema, y de cómo lo significan en sus ilustraciones y fotografías. Lo que importa en el encierro es la capacidad de evocación, parecen decirnos Brenda Pichardo y Mitthu. En su serie de dibujos, Melissa Gabriela se mira a sí misma, pero también ve su entorno inmediato, igual que Miroslava Mosso y Karina Corona, en cuyas fotografías las ventanas tienen un papel primordial, aspecto que se reelabora en los collages de Alexandra Canto. Diana Marcela González y Flores Olga, en cambio, se fijan en los animales: los salvajes que vuelven y los domésticos que no se van. Las ilustraciones de Natanahel Lozada “Sr. Ajolote” ponen sobre la mesa tres componentes ineludibles de esta época: el estrés, el descanso y el paseo, mientras que Karla Antuna Mendiola metaforiza el encierro a través de las plantas. Por último, en su animación digital, Axel D. M. H. acaso proponga al pez como el trasunto de quienes nos hemos quedado en casa.

Cierran el número la sección Atalante, en la que Rodrigo Martínez Martínez comenta Atlantics de Mati Diop —primera mujer afrodescendiente nominada a la Palma de Oro en la historia del Festival Cannes—, y un pequeño dossier que reúne a algunos de los asistentes del taller online “Cuentos para volar 1”, parte de los esfuerzos de la Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura de la UNAM para promover la creación durante la contingencia sanitaria. Los siete cuentistas del dossier se apropiaron de la palabra encierro para narrar en distintas claves: ahí están el humor especulativo que invita no a la carcajada, sino a la sonrisa amarga, de Crali J. Gus; la sciencie fiction de Natalia García, heredera de la mejor tradición del subgénero; el realismo con crítica social, no exento de espacios para la alegoría, de Gloria Libertad Juárez, Erick Zapién y Jhossiani Luna; la sutileza fantástica de Ámbar Carreón Cruz; la recuperación mítica de Laura Luna.

Podría cerrar estos apuntes con una reflexión sobre la importancia del arte en tiempos de crisis, incertidumbre y angustia como éstos. Me abstengo: hay que evitar, como sugerí al inicio, la perogrullada. 

Eduardo Cerdán

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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