CUENTO / octubre-noviembre 2020 / No. 89
Anfiteatro anatómico


Una vez leí el cuento de una mujer que se cortaba la cabeza. Recuerdo haber imaginado el cuerpo como una mancha oscura sin bordes definidos y, en lugar de cabeza, un manchón de tinta sobre papel acuarela.

Esa mañana desperté y no lo encontré a Él dormido sobre la mesa, ni su vómito: una extraña alteración a sus costumbres. En su lugar estaba mi hermana Matilde, con su acostumbrada manía de destrozar todo antes de desayunar, restregando un trozo de pollo sobre su rostro; una vecina, días atrás, le había dicho que era bueno para las pústulas.

Mi casa era una caja de cartón de huevos corrugado con muchas habitaciones pequeñas. Había pertenecido a mis abuelos, ellos la heredaron a mi mamá, le quedó a Él, ahora era de nosotras. Teníamos tías, pero creo que nadie quería verla a ella, a Matilde.

Cuando Él huyó, los vecinos dijeron que la casa se había quedado sin cabeza. Recuerdo imaginar mi casa como los pollos dentro del cuarto que daba al patio. Cuando era pequeña, mi abuela se escondía en el cuarto al lado del baño donde guardaba los cuchillos. Ese cuarto estaba cubierto de papel periódico, tenía una pequeña ventana que permitía poca entrada de luz. Sobre un estante de madera, un pequeño altar con velas de distintos colores sostenía flores, unos muñecos pequeños, algunas monedas, figuras coloridas que simulaban ser un carro, una casa, llaves, licor. Mi abuela guardaba los cuchillos más afilados dentro de un mueble de madera en el que anotaba toda clase de hechizos, amarres, pactos y protecciones. Cuando salía de ahí, se dirigía al patio donde tenía a los pollos. Escogía uno del tamaño adecuado para lo que fuera a necesitar, lo agarraba de la cola, lo volteaba, le amarraba las patas al árbol que daba a la ventana de mi cuarto y lo dejaba colgando boca abajo, viendo hacia una cubeta que colocaba justo debajo del sitio donde ella procedía a decapitarlo y dejar caer toda la sangre dentro.

La mañana que Él se fue, mi abuela confundió a Matilde con un pollo. Le vio la piel pálida, escuchó que Matilde emitía un graznido fuerte; qué pollo más raro éste ve, grazna como cuervo, dijo. Cuando Él vio a mi abuela colgando a Matilde de la rama del árbol, enloqueció y el disparo de su arma atravesó la espalda de mi abuela. Mi abuela murió con la cabeza de lado, los ojos abiertos, viendo al extraño pollo olfatear la sangre que cubría el suelo y hundía el pico dentro de sus cabellos.

Matilde cayó al suelo. Se levantó, se acercó al cuerpo yacente de mi abuela con el cuchillo para los pollos. Le arrancó los cabellos, los colocó sobre su cabeza y luego paseó frente al cuerpo, que pareció admirarla.



Dentro del cuarto que daba al patio, mi abuela desplumaba, desarticulaba, lavaba con agua caliente y ponía de espalda a los pollos para luego, con su cuchillo favorito, poder trazar un corte justo sobre la cloaca. Luego metía las puntas de los dedos de ambas manos, así se abría paso para introducir la mano entera.

“Mira acá este hermoso intestino, galán está. Éstos son los pulmones, éste el corazón”.  Las manos y dedos de mi abuela juegan, saltan, ríen, navegan, se extasían dentro de la sangre, epitelios, líquido intersticial. Imagina estar en un anfiteatro anatómico. Introduce un lápiz en la vena cava superior. “Ésta me lleva al ventrículo derecho”. Lo saca. “Ésta es la vena pulmonar, está del lado del ventrículo izquierdo”. Lo toma con las dos manos, introduce las uñas, lo rasga. “Ésta es la parte interna del corazón. Los pollos tienen corazón pero no sienten. ¿Podrá un pollo enamorarse?”.

Todos ríen.

Matilde arrastró el cuerpo de mi abuela al cuarto de los pollos. Desde la ventana de mi cuarto vi el rostro de Matilde, cubierto por sangre, epitelio, líquido intersticial. Corrí al patio. Encontré a mi abuela abierta de par en par con un corte en la espalda que dio a la cloaca.

Mi casa era una caja de cartón corrugado con muchas habitaciones pequeñas llenas de puertas y ventanas. Cuando imagino mi casa la imagino decapitada, como mi abuela, que luego ocupó todas las habitaciones antes que llegara la policía, días después de la llamada de los vecinos.





Marilinda Guerrero (Guatemala, Guatemala, 1980). Es odontóloga con especialidad en endodoncia por la Universidad de San Carlos de Guatemala, actualmente lleva cursos de la maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Rafael Landívar. Es autora de Relatos de sábanas (Letra negra, 2011), Escenarios de un mundo paralelo (Letra negra, 2012), Todos tenían derecho a estar presentes (Alambique, 2014), Voyager (Subversiva, 2015), Odisea de tres mundos (Santillana, 2016), Canelo (Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala, 2017, ilustraciones de Laura Ordóñez), La abuela gata (Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala, 2017, ilustraciones de Nelly Reyes), Sector 23 (Editorial Cultura, 2019, mención honorífica en el Premio “Marilina López” de Literatura Infantil y Juvenil 2017) y Cuando las flores aprendieron a bailar polca (Cuentos bien trulis, 2020). Forma parte del equipo editorial de la revista Primeros Auxilios y es fundadora de la revista de ciencia ficción Exocerebros. Ha sido publicada en revistas digitales como Penumbria, Monolito, Esquisses, gazeta, Salmón, Vozed, Aquí hay dragones y Dibujos de un ciego, entre otras.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

Punto en Línea es una publicación bimestral editada por la Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, delegación Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, a través de la Dirección de Literatura, Zona Administrativa Exterior, edificio C, 3er piso,
Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, teléfonos (55) 56 22 62 40 y (55) 56 65 04 19,
http://www.puntoenlinea.unam.mx, puntoenlinea@gmail.com

Editora responsable: Carmina Estrada. Reserva de Derechos al uso exclusivo núm. 04-2016-021709580700-203, ISSN: 2007-4514.
Responsable de la última actualización de este número, Dirección de Literatura, Silvia Elisa Aguilar Funes,
Zona Administrativa Exterior, edificio C, 1er piso, Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México,
fecha de la última modificación 10 de abril de 2024.

La responsabilidad de los textos publicados en Punto en Línea recae exclusivamente en sus autores y su contenido no refleja necesariamente el criterio de la institución.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados siempre y cuando se cite la fuente completa y la dirección electrónica de la publicación.