CUENTO / abril-mayo 2021 / No. 92

Horóscopo


Cualquier signo es un símbolo para el que anhela
HÖLDERLIN


Nunca creí en esas madres. Quizá durante mi adolescencia los leí con atención, tratando de constatar cualquier parecido con mi familia y amigos. La hormona en crescendo. ¡Pura pendejada! Me alegraba saber que ciertos días jugaba a mi favor el dinero, la salud, el amor, la amistad, incluso el sexo. Si me gustaba una tal Lupita Multitudes, todo consistía en compatibilidad. Échale agua al fuego, por ejemplo, y obtendrás un divorcio sádico y risible. De esos donde la exesposa abandona su cuero cabelludo o el exmarido descubre el ascetismo.

Nací bajo el signo de Virgo. Los virgones somos seres modestos, inseguros, buenos para las cuestiones intelectuales. Claro, eso dicen los astros porque no han bajado a esta bancarrota llamada mundo. ¡Que no bajen! Mi perfect match se encuentra con mis semejantes. Los terrosos nos entendemos mejor, como quien dice. Y pienso en tierra porque el exotismo de dedicarle todo un año a un animal me parece publicidad pro natura. Los chinos así lo visualizan y me dan fobia esas consideraciones. ¡El año de las ratas! ¡El año de los cerdos! Los dragones ya no existen, por suerte.

La culpa fue del periódico. Ese papel cafetero donde la comunicación social es lo de menos. Para mí y para muchos, la compra de este artículo de primera necesidad se debe a su calor por la mañana. El periódico es la paja del siglo XXI en medio de puro animal granjero. En inglés la etimología es clarísima: new/paper. El error radicó en que leí. He olvidado el pronóstico pero no las palabras finales: “cada problema que se nos presenta es un reto para nuestra inteligencia”. A partir de ese momento consulté mi destino cada día, sin falta. Me entregué como rata zen al escrutinio astral, buscando vínculos entre las predicciones y mi vida. Los primeros pasos fueron sencillos. El abandono de una o dos amistades que no me dejarían nada bueno. Sin embargo, la locura me sobrepasó. Los planetas van y vuelven muy seguido, quieren recontar sus pasos. Quizá jueguen al avioncito; el tablero de nebulosa lo ha marcado Dios Niño. Su juego, hasta ahora, consiste en dar menos de diez saltos: se cansa muy rápido el chiquitín. Y con razón si los brincos celestes influyen en siete billones de mamíferos mal peinados.

A veces las predicciones estaban en mi contra. En esos casos se dice que los planetas están retrógrados. Nada de malas vibras, simplemente esos cuerpos que gravitan se alejan los muy cabrones. O mínimo eso nos dice la óptica. Entonces mi atención se volvió excesiva hacia mi salud, mis relaciones personales y el dinero. Viví de las palabras de otros, de la paja donde leía mi destino y no me gustaba. Mi peso disminuyó como devaluación, sin ganas de estabilizarse. Mi novia me abandonó por celos excesivos. En todos lados veía palabras, profecías por cumplir, un camino en piedras.

Entendí que me pasaría toda la vida anhelando un buen agüero si no le ponía un alto a mi obsesión. De alguna forma tuve que parar. Escogí una ruleta rusa de palabras. No es inusual esta manera de proceder, ya que son muchos los temerarios que abren un libro en cualquier página y leen el primer párrafo como oráculo. Por lo tanto, el ejercicio sería simple y contundente. El domingo 27 abriría el periódico en la sección de horóscopos y escogería al azar una frase corta. Después de esta consulta no volvería a buscar los designios astrales, nevermore!

Llegó el día en que descansó Dios. Por la mañana había salido a comprar el periódico, dos cigarros de clavo y un sobre de capuchino. Mi caminata de regreso fue conscientemente lenta. Al llegar a mi departamento abrí la sección esperada, recorté el párrafo de Virgo y lo puse en mi mesa de cristal. Inmediatamente fui a la cocina a hervir agua y vacié el sobre de café. Tenía claro que esa frase sería mi predicción definitiva. Me dejaría de cursilerías. Tomé el recorte y leí: “podrás poner en práctica las ideas que hace tiempo te vienen dando vueltas en la cabeza”.

Nunca comprendí lo que debía hacer con esa predicción, sólo sé que desde ese día leo mi horóscopo camino a casa.





Yair Mercado (Ciudad de México,1996). Es egresado de Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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