RESEÑA / octubre-noviembre 2021 / No. 95
Los Documentados, de Yolanda Arroyo Pizarro



Los Documentados
Yolanda Arroyo Pizarro
Carolina, Publicaciones Boreales, 2010.

 

portada de Retrato de una familia en pedazosEn Los Documentados (Yolanda Arroyo Pizarro, 2010) se exploran los discursos socialmente aceptados respecto a los roles de género y se les problematiza. La ideología patriarcal que piensa a las mujeres como sumisas y dependientes de un hombre está presente en la novela y es confrontada con las personalidades complejas de Kapuc, Vitito y Karen, el núcleo familiar de la novela.


Kapuc


La protagonista de la novela es una muchachita sorda a la que todos consideran retrasada mental. No lo es, y nosotros como lectores lo sabemos por sus descripciones hipersensoriales y ardua labor de documentación, en especial de la llegada de los migrantes a la playa Tereque, en Camuc, donde vive. Kapuc, a pesar de su condición y género femenino, es un personaje que cuenta con una libertad de acción más allá de lo que dictan los usos y costumbres. Kapuc escribe todo lo que observa arriba de su árbol Humberto. Él le da cobijo todas las noches; Kapuc le habla, le escucha y le confiesa todo lo que no puede confesarle a ninguna persona. Es su mejor amigo y es el lugar en donde Kapuc se siente más libre.

En este personaje encontramos una manera sutil de problematizar los roles de género.  Por un lado, cumple abnegadamente con las tareas del hogar, cocina y asea la casa: “Kapuc, que es tan buena sirvientita y tan buena hermana y tan buena hija, que nunca nos dejará y que supongo que siempre se hará cargo de nosotros” (p. 24), pero al mismo tiempo ella se rehúsa a permanecer encerrada en casa.

Kapuc sale todas las noches sola a la playa, a aprender un poco más del mundo que la rodea. Ahí da libre salida a sus pensamientos e intereses. Observa la belleza de la noche y el cielo nocturno en Camuy e identifica los más mínimos cambios en las nubes. Logra olfatear incluso el olor de los migrantes que corren desesperados en busca de una nueva vida en Puerto Rico. “Reencarnación inmediata son al tocar tierra firme con las plantas de los pies” (p. 11), pero eran muchos más al partir, muchos no han sobrevivido, muchos se quedan en esa orilla sin tocar tierra seca. Cada noche Kapuc escribe y documenta el número de corredores que alcanzan la libertad.

 
Karen

La bella mamá de Kapuc y Vitito trabaja en una farmacéutica y es divorciada. A lo largo de la novela se hace referencia a su atractivo físico y a las posibilidades que tuvo de volver a tener una pareja luego de su divorcio. En parte, se puede entender que su carácter independiente proviene de su madre, Petronila, una mujer fuerte y desilusionada del modelo machista de las relaciones románticas.

A pesar de la trágica historia familiar, debemos apreciar que, más que poner a su mamá en un papel de víctima, Karen la recuerda así: “Quisiera que mami no hubiera muerto, que estuviera aquí conmigo, que me abrazara y me dijera como siempre lo hacía que veníamos de descendencia luchadora y aguerrida y que todo cuanto nos acontecía lo podríamos sobrellevar” (p. 30). Esto es muy importante porque nos habla del empoderamiento de Petronila y cómo buscaba transmitirle a su hija y a su nieta un sentido de autovaloración. Ellas, como mujeres, eran especiales y maravillosas y no debían definirse a sí mismas a través de la mirada ajena.

El camino de ese aprendizaje en Karen es algo más complejo, pues también le tocó escuchar los discursos de su padre pedófilo respecto a lo que él entendía como amor. Su padre llamaba amar con locura a un crimen. Las funciones sociales de la madre incluyen hacerle comprender al hije las construcciones culturales de género (modelos, normas, ritos, valores, representaciones, discursos, etc.). Petronila quiso reproducir la independencia y autonomía en su estirpe para contrarrestar las lecciones machistas de su esposo, pero los dos fracasos amorosos de Karen hacen que se sienta una mujer incompleta e incapaz, a pesar de su probada capacidad. Es por ello que no es sorprendente que Karen haya elegido estar en una relación sexoafectiva con un sacerdote casado, siguiendo sus deseos a pesar de que, de hacerse pública, pondría en peligro su reputación.

Sin embargo, ante la posibilidad de caer en la locura por amor y perderlo todo, Karen resiste. Precisamente logra recuperarse de este nuevo fracaso gracias a las enseñanzas de su madre.
Soy una libélula. Soy una de las máquinas voladoras más complejas de la Tierra. Impresionan por su elegancia y belleza, más que por sus dotes para el vuelo. Su presencia da un brillo especial a los estanques y las riberas. Son las joyas ideales: soy una joya. Invaluable (p. 82).
 
Vitito

A Vitito, hermano de Kapuc, le gusta más vagar con sus amigos Carmelo y Raúl que estar en la escuela. Kapuc y su madre lo atienden en todo lo que pueden. Aunque a él le apena la situación de ellas, no quiere cargar con la responsabilidad y le avergüenza si lo ven con Kapuc. En este sentido, Vitito representa un resultado perfecto de la crianza social machista y patriarcal, en la que, a pesar de que el padre está ausente, Vitito encuentra natural pensar a las mujeres como débiles, hechas para cumplir con las obligaciones del hogar y para sufrir, mientras que él, como hombre, puede partir del hogar en el instante en que se le antoje más conveniente.
Me da pena todo ello, y me convenzo una vez más que eso no es lo mío, que no pienso quedarme a vivir aquí este simulacro de existencia, en medio de este antro de la locura [...] Sí, porque es depravado ver tanta miseria, rodearse de ella, de gente que se mofa de tu familia, que se burla de tu hermana y viendo todo aquello lo peor es aún permanecer allí, cerca de tal espectáculo. Hay que irse, largarse (p. 25).
Vitito le pidió a su mamá que dejara de trabajar para que se dedicara a cuidar a Kapuc o él se iría de la casa. Él suponía que eso era lo correcto en estos casos, sin embargo, Karen no renunció a su trabajo, sino que sacó a Kapuc de la escuela y la encomendó a Dios. El personaje de Vitito es recipiente de los discursos patriarcales de género. Esto se puede observar también en sus expectativas románticas. Cuando Vitito piensa en la muchacha que le atrae, Sarita, admite que ella es muy inteligente, pues le va muy bien en la escuela, al contrario de él. Sin embargo, lo que más le llama la atención parece ser la apariencia física de Sara y en medio de sus ilusiones por conquistarla, dice:
Porque mira que tiene un cuerpo maravilloso la Sarita, unas caderas de suculencia, unos pechos que si logro apretárselos algún día, jamás los pienso soltar. No señor. Que eso es lo que me hace falta, una mujercita así, una que me redima, que me cambie, que me convierta en un hombre de bien. En un hombre nuevo (p. 23).
Para Vitito, la madre, la hermana y la novia tienen que cuidarlo y educarlo todo el tiempo. En el modelo patriarcal, las mujeres han sido vistas como eternas cuidadoras, como soporte emocional y también serían ellas las culpables si los hombres de sus vidas se desvían en la vida, si abandonan la familia o si son infieles.



Los documentados es el espejo de nuestra sociedad que jerarquiza a las personas: no sólo entre hombres y mujeres, sino entre “legales” e “ilegales”. En esta novela hay una continua crítica a los ideales sociales que asignan rígidos roles a cada uno. Al final de la novela, una de las cosas que la protagonista le dice a su mamá es que por fin acepte su diferencia respecto al resto. Aceptar que Kapuc no escucha simboliza mucho más: significa entender sus necesidades especiales y dejar de intentar meterla en los moldes tradicionales de vida.

Además, al problematizar los roles de género, encontramos en la novela críticas muy agudas al machismo, a las paternidades ausentes, a la escolarización obligatoria, a los prejuicios étnicos y a las violencias de género. Pero también hay propuestas nuevas de convivencia entre géneros, representadas por personajes como Samuel o Humberto, hombres que no entran en las categorías tradicionales de su género por prejuicios étnicos o capacitistas; son ellos quienes consiguen relacionarse de una manera mucho más enriquecedora con las protagonistas. Ellos sirven para complejizar el relato y para brindar compañía y cuidados, que son otra cosa que una relación jerarquizada de hombre y mujer.


Yaritza Belén Arteaga Islas (Ecatepec, Estado de México, 1997).  Lectora, escritora y guionista. Cursa la licenciatura en Estudios Latinoamericanos. Ha colaborado en medios digitales como Di Radio y ERRR Magazine. Forma parte de la editorial independiente Ediciones Frutilla y colabora con la estación de radio por internet CCEMx Radio.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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