RESEÑA / febrero-marzo 2022 / No. 97
Mujeres. Poesía antigua de la India



La locura divina. Poetas místicos de la India.
Elsa Cross
México, Ediciones Era, 2019.






Ante el escaso conocimiento que Occidente tiene de la poesía asiática, y frente al desdén y la falta de difusión que ha padecido el trabajo literario y científico llevado a cabo por mujeres en los últimos siglos, la antología La locura divina. Poetas místicas de la India, seleccionada y traducida por Elsa Cross, es un respiro, un nado a contracorriente que nos mueve hacia un nuevo horizonte. Son ocho las poetas que comprenden la antología. Las circunstancias de cada una de ellas son disímiles: vivieron entre los siglos VI y XVII en diversas regiones de la India y escribieron en cinco lenguas distintas. Y, por si lo anterior no fuera poco, las circunstancias de sus vidas son opuestas, desde la edad —algunas poetas escribieron durante la adolescencia: Antal y Muktabai— hasta su condición social —Mirabai, la princesa; Janabai, una sirvienta; Bahinabai que decide no abandonar sus deberes de esposa; Akka Mahadevi y Lalléshvari, que abandonan a sus maridos y suegras y se convierten en ascetas errantes, y Ammaiyar, que le pide a Shiva asumir la forma de espectro desencarnado—.

Ante este escenario, el lector puede preguntarse de qué manera, a través de las circunstancias tan diversas de cada una de las poetas, es que la antología se cohesiona. La respuesta: el impulso creador, una búsqueda individual pero compartida. Como una melodía a ocho voces, escuchamos los versos de cada poeta. Lalléshvari baila:

El Guru me dio sólo una Palabra:
Entra en ti misma desde el mundo exterior.
El percepto del Guru llegó a mí
como la palabra de Dios.
Por eso empecé a danzar desnuda.

Muktabai escribe:

Permaneciendo firme en el ser,
como un actor que actúa en muchas obras,
actuando diversos papeles, nunca el mismo,
siendo uno y al mismo tiempo muchos,
mantén este estado en el ser.

Bahinabai canta:

Vi hacia la imagen de Pandurang cuando de pronto me
sentí inspirada para ser poeta.

Los contrastes en las biografías de las poetas le sirven a Elsa Cross para mostrarnos más nítidamente la búsqueda de estas escritoras, quienes con sus poemas abren la puerta a una tradición literaria que, como ocurre con cualquiera, es dueña de sus preocupaciones y de una forma de expresar, misma que podríamos catalogar como una sensibilidad propia, sin que esto desplace una necesidad en la que toda tradición y escritor participa, la de expresar el misterio de estar vivos.

De esta manera, la antología crea puentes entre tradiciones. Cuando leemos el poema de Akka Mahadevi:

Al ver los pies del maestro,
oh Señor, blanco como el jazmín,
comencé
a valer algo.

A la memoria del lector vendrán estos versos del poema “Coplas del alma que pena por ver a Dios”, de san Juan de la Cruz:

Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?

Como ya se mencionó, lo que une a estas poetas es su búsqueda. Cada una de ellas, a través de sus circunstancias de vida, intenta la unión e, incluso, quizá sea más preciso nombrarla una fusión con lo supremo. Los poemas que, por momentos, parecen llenos de desesperación por la imposibilidad de lograr este vínculo, al igual que en san Juan de la Cruz, podrían pasar como poemas dirigidos hacia un amado. Y sí: Shiva, Krishna, ese “Yo soy Eso”1 es a quienes estas poetas alzan su voz y le cantan, implorando que se muestre para ellas como un amante que ruega la unión al amado.

La escritura es, pues, búsqueda de la unión con lo supremo. Este impulso nos recuerda la voz de una tradición más cercana, la portuguesa contemporánea: “Lo que estoy escribiendo no es para leer, es para ser”, escribe Clarice Lispector en Agua viva. Los poemas contenidos en esta antología podrían ser leídos a través de la confesión de Lispector, ya que las poetas sólo recurren a la escritura para llamar a lo que buscan, y que esto, al ser invocado, se les muestre. Y es por ello por lo que Lalléshvari canta:

No busques a Shiva.
No dejes tu casa.
Ni siquiera te fatigues
tratando de alcanzarlo.
Con la mente fija
repite Om namah Shivaya.

El impulso de la escritura surge de este canto, de una sed ardiente por saciar. Va del exterior hacia sí mismo, a lo hondo, en donde el ser habita y todo borra sus fronteras: el exterior y el interior; el tú y el yo. El encuentro: la fusión con lo supremo, con el todo, con Shiva.

La otra característica que une a estas poetas es que su búsqueda y escritura están atravesadas por su ser mujer, y las normas y convenciones sociales que a consecuencia de este hecho les fueron impuestas. Sin embargo, es llamativo ver cómo, sin importar las limitaciones asignadas a su género, lo que intentan alcanzar es lo único que las guía. Por lo que muchas de ellas, con tal de seguir con lo que su búsqueda les pide, rompen con lo establecido: Akka Mahadevi y Lalléshvari, después de haber abandonado a sus suegras y a sus esposos, se deshacen de sus ropas para convertirse en ascetas errantes. Elsa Cross nos cuenta que en una ocasión alguien le preguntó a Lalléshvari si no le daba vergüenza estar desnuda entre hombres, a lo que ella contestó que “no veía allí a ningún hombre, pues hombre era el que había alcanzado la iluminación”. Lo anterior nos habla de cómo estas poetas afrontaron las convenciones sociales que las rodeaban, sin perder ni desviarse de su búsqueda.

Es así como la antología no sólo abre la puerta hacia una tradición literaria, sino también expone las circunstancias que las escritoras, de todos los tiempos y tradiciones, por su ser mujer, han tenido que afrontar en su intento de decirse en palabras. Circunstancias que, en el caso de estas poetas, no llegaron a guiar sus vidas, ya que las incorporaron en su búsqueda, convirtiéndolas en factores secundarios y sustituyéndolas con su anhelo y su pasión por tener un encuentro con lo supremo. Es preciso apuntar que, como nos señala Elsa Cross, las primeras antologías que recogieron la poesía de esta tradición no incluían a ninguna poeta. Aún hoy muchas de ellas siguen sin ser traducidas, lo que dificulta que otras tradiciones tengan acceso a la lectura de su poesía y, con ello, a los vínculos que se podrían crear.

La biografía de estas poetas y sus obras nos hablan de ese misterio que se une al impulso creador. Ese buscar, confrontarse, para al final vencerse a sí mismas, para que lo único que quedé dentro del espíritu de estas poetas sea ese dios al que tanto se anheló. Búsqueda que nos recuerda al camino emprendido por Dante en la Divina comedia, en la que, después de atravesar el purgatorio y el infierno, después de que Virgilio (la razón) lo abandoné, también Beatriz (la esperanza) lo hace. Tal y como señala Borges en su bellísimo ensayo “La última sonrisa de Beatriz”, razón y esperanza son “un instrumento para alcanzar la divinidad; ambos se pierden, una vez logrado su fin”. A esa última sonrisa de Beatriz, a la que nos deja ante la eterna fuente de luz, es a la que los poemas de estas poetas místicas de la India nos acercan. Y gracias a la antología presentada por Elsa Cross, la puerta de esta búsqueda se abre para su lectura en español.




1 Cross refiere que “el Eso se refiere al Absoluto supremo” es designado como Brahman: “Lo que crece o se expande”.
Ofelia Ladrón de Guevara (Xalapa, Veracruz, 1998). Ha publicado en Punto de partida y en La Guarida, Literatura de España y América Latina.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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