La reflexión es un ritual al cierre y al comienzo de cada año. Repasamos la longitud o la brevedad de nuestros últimos 12 meses, mientras que enlistamos con una docena de uvas los proyectos o deseos que anhelamos realizar. El último número del año —y el primero del siguiente— se guía casualmente por un balance creativo, por la fascinación o el dolor de sopesar lo que sucede.

Abren el número los poemas de Cruz Flores, en los que una percepción aguda —fragmentada como la vida, como lo que se ve, se recuerda y se siente— se detiene en el nacimiento, la infancia y la muerte. Siguen los “Tres poemas dispares” de Xochipilli Hernández, cuya supuesta disparidad es una fina reflexión e intuición poética sobre lo que no es real, lo que ya no está y lo que es.

El “Confinamiento” de Pedro Martín Aguilar, por otro lado, es una canción de angustia, llena de dudas y confusión, sobre los momentos iniciales de la pandemia, un suceso que todavía es cercano y sigue presente. La “Mudanza y permanencia” de Natalia Pedroza y Fernández cierra la sección de Poesía con un repaso por las cosas, los lugares y los días perdidos o que hemos dejado: esas ausencias que dejan bordes bien marcados.

En “Crónica”, Priscila Rosas Martínez recuenta su experiencia en el taller Todos bordamos nuestra historia —impartido en el museo del Instituto de Investigaciones Culturales de la UABC— y sus meditaciones sobre el bordado, quiénes bordan y por qué. En “Ensayo”, Ámbar Michel de la Selva explora el hábito de hurgarse la nariz, tan natural y, sin embargo, tan mal visto por las normas sociales y la etiqueta actual.

Para “Artes Visuales”, Ayumi Marz expone Intimidad pública, una serie de fotografías en blanco y negro en la que dialoga con los estigmas sociales —principalmente patriarcales— que marcan, literal o metafóricamente, la vida privada corporal y de las decisiones que se llevan o no a cabo.

Asimismo, para esta edición, Elisa Aguilar Funes preparó una entrevista entre los pasillos de la FIL Guadalajara pasada con Dahlia de la Cerda, Teresa González Arce y Román Villalobos; narradora, ensayista y poeta, respectivamente.

A continuación, en “Cuento”, “Cosas de familia” de Mariana Cruz Mora narra la historia de dos hermanas condenadas, junto con sus parientes, a no alejarse del terreno de la casa que habitan más de dos días, a causa de una maldición. “Migajas” de Saraí Pérez Rubio es un relato poético que, como su título lo indica, se desmorona siempre en una frase, en algunos instantes que ponen a prueba la entereza de la voz narrativa.

En “Lo que se opone al vacío” de Armando Gutiérrez Victoria, se cuenta el éxito abrumador, la presión externa por escribir y el agotamiento físico y mental de una autora estrella cuyo último libro tendrá una recepción inesperada. Para cerrar la sección, “Rostro hablado” de Emilio Contreras relata la conversación (¿o monólogo?) de un desconocido que Eduardo, el protagonista, escucha en los cubículos de un baño público.

Para la sección de “Reseña”, Esteban Contreras Vázquez escribe sobre la antología Vindictas. Cuentistas latinoamericanas, editada por Socorro Venegas y Juan Casamayor (UNAM/Páginas de Espuma, 2021). Por su parte, Mario Carlos Martínez Espinosa habla sobre la novela La mítika mákina de karaoke de Juan Pablo Ramos (FCE/Tierra Adentro, 2022).

Para cerrar el número, Rodrigo Martínez Martínez escribe en “Atalante” una crítica sobre Los reyes del mundo (2022), dirigida y escrita por la medellinense Laura Mora: una road picture sobre cinco adolescentes que viven en las calles y que intentan recuperar una herencia arrebatada, como a miles de colombianos, por grupos paramilitares.

Reflexionar sobre aquello que tomaron nuestras manos o dejaron caer nuestros ojos, lo que nos parte la espalda o que arrastramos cariñosamente en la frente: valorar, rechazar o asumir, buscar para estar conscientes del siguiente paso. Deseamos que disfruten esta última ruta editorial que también será un paso primero y limpio hacia el año que viene.