ATALANTE / agosto-septiembre 2023 / No. 106
 

Barbie de Greta Gerwig




Barbie
Greta Gerwig
Estados Unidos, 2023, 114 min.


 
Barbie Estereotípica (Margot Robbie) y fundacional vive en un cosmos sin fricciones, donde todo parece emanar de ella, en un régimen de color rosa sin contrastes y mecánicas repeticiones: desayunar alimentos inmateriales, saludar a sus homónimas profesionistas, pasear por la playa, apiadarse de Ken (Ryan Gosling) originario y frágil ante sus diversas versiones, y bailar en fiestas exclusivas para chicas. La rutina cuasi-adolescente y cuasi-musical se trastorna cuando la protagonista piensa en la muerte en voz alta antes de descubrir la imperfección, en plástico propio, porque las plantas de sus pies ahora son planas. Las anomalías anatómicas se expanden al entorno por lo que Barbie visita a Barbie Rara (Kate McKinnon) y comprende que debe viajar al mundo real para encontrar a la perpetradora de las transformaciones. La odisea, con todo y Ken polizonte, conduce al encuentro con Gloria (America Ferrara) y Sasha (Ariana Greenblatt) quienes, en su calidad de madre e hija, tienen posturas discrepantes sobre la muñeca. Mientras Barbie descubre a quién pertenece, Ken conoce los privilegios masculinos y vuelve a Barbilandia para instaurar un patriarcado. Barbie y sus aliadas regresan, sin furia en el camino, para tratar de restituir un entorno que consideraban ideal.

En el contexto de producción de Barbie hubo al menos dos proyectos en paralelo: por un lado, Margot Robbie (Dalby, 1990), quien funge como productora y protagonista, fue la encargada de obtener autorización para rodar un filme sobre la muñeca. Por su parte, de acuerdo con Bloomberg (Michelle del Campo, julio 2023), Mattel incorporó el filme a un plan para convertir su producto más lucrativo (40% de su ingreso), aunque con un desplome reciente en ventas, en una franquicia para lanzar bienes y experiencias que abarcaran vitrinas en espacios distintos de las jugueterías. Adicionalmente, la actriz australiana, fundadora de LuckyChap Entertainment (Yo, Tonya; Promising young woman; Birds of prey), también fue quien invitó a Greta Gerwig (Sacramento, 1983) a escribir el guion. Con estos antecedentes, es pertinente situar la película en la obra previa de su realizadora para apreciar cómo abordó la adaptación a sus intereses creativos frente a las intenciones de la empresa.

Con guion de la propia Greta Gerwig y de Noah Baumbach (Frances Ha; Historia de un matrimonio), uno de los aspectos coincidentes de los proyectos mercantil y creativo fue adaptar a Barbie para un público no infantil. El resultado sugiere que el tercer largometraje de la directora de Lady bird (2017) abarca audiencias con mayor experiencia de vida sobre todo porque ofrece una constante y compleja reelaboración de significados en distintos niveles: el argumento elocuente, divertido e instructivo sobre algunos de los mandatos de género derivados de la incomprensión, sobre todo entre los hombres, del sistema sexo-género; su apropiación paródica de referentes audiovisuales para vincularlos con nuevas interpretaciones; su arriesgada y difícil apuesta por representar cinematográficamente un juguete que incorpora un repertorio de etiquetas cultural y políticamente problemáticas; su apelación humanista a la escucha mutua entre personas de cualquier identidad.

La primera secuencia del filme despliega una evocación explícita de la emblemática elipsis milenaria de Odisea 2001 (Stanley Kubrick, 1968) cuando un grupo de niñas destruye juguetes con forma de bebé para atestiguar la irrupción de una muñeca monumental que está más allá de la maternidad. Esta obertura, que ha sido objeto de variadas interpretaciones atemorizadas y prejuiciosas, instaura dos tonalidades que impregnan el filme de manera análoga a las paletas en rosa y azul del decorado en Barbilandia: lo lúdico y lo paródico. En contraste con sus trabajos previos, Gerwig apuesta a la comedia para desplegar el relato mientras que reserva los registros solemnes a los momentos develadores de una de sus temáticas subyacentes: Barbie desarma el ideal convencional de la maternidad para reemplazarlo por una aproximación a la experiencia afectivo-formativa que resulta del acompañamiento conversacional de un modo específico de vínculo intergeneracional: la de madres e hijas.

El motivo nuclear del apego madre e hija tiene sus mayores asideros en la palabra. En su textura formal, Barbie podría verse fundamentalmente como una película conversacional. En lugar de acciones drásticas, el filme transita por diálogos gradualmente más elaborados por los cuales el montaje articula espacios de quietud para enfatizar las reflexiones que las madres preparan para sus hijas con voluntad de acompañamiento, comprensión y, sobre todo, impulso de autonomización. En lugar de un discurso generalista sobre maternidades, parece que estamos ante una película sobre las aperturas originadas por el vínculo madre-hija cuando el habla y la escucha entre ambas resulta en una genuina comunión-revelación. En el armado narrativo, la interlocución reveladora de las madres, o de las mujeres mayores ante las menos expertas, es un elixir que, para darle vuelta al cliché del cuento de hadas, emancipa a las muñecas (y de paso a los muñecos) del hechizo de las imposiciones patriarcales y alumbra el papel de las experiencias intergeneracionales en los procesos de independización. Lo relevante es que el llamado no sólo es a la autonomización frente a las imposturas societales de género, sino a salir literalmente del espacio maternal para encontrarse un lugar en el mundo de afuera.

De manera análoga a Lady bird y Mujercitas (2019), la nueva entrega de Greta Gerwig tiene como pretexto narrativo a una joven en proceso de maduración que, como Christine y Jo, vive experiencias entrañables y, particularmente, conversaciones profundas con su madre. La interlocutora originaria es Gloria, el personaje de América Ferrara celebrado por el monólogo sobre las exigencias que el patriarcado impone a las mujeres, para replicarse en toda aquella protagonista cuya experiencia verbalizada resulte emancipadora para alguna más. Barbie Estereotípica es así, de algún modo, la emanación de Gloria, madre de Sasha, frente a las Barbies más jóvenes, además de que ella se ve a sí misma en una interlocución crucial para resolver su propio conflicto de identidad. Barbie tiene un esquema coming of age (película de maduración) pues ensaya la idea de que la muñeca experimenta el periodo de transición entre la adolescencia y la edad adulta para enfrentar una apremiante situación de toma de decisiones. El eje visual del filme está subordinado al diálogo y a la emoción como es común en este género. Por ello, Barbie y Ken conversan una y otra vez mientras que el tránsito entre mundo ideal y mundo real tiene su mayor evidencia en las lágrimas repentinas de la protagonista.

Desde esta perspectiva, la clave paródico-didáctica del filme transita, de manera análoga a la ruta de Barbie Estereotípica, por un proceso de madurez cuyo trasfondo, más allá de la conexión evidente con referentes como la saga de Toy Story, tiene un antecedente en Petite maman (2021), de Céline Sciamma, por el planteamiento fantástico y sensible de una niña que entabla literalmente amistad con la versión infantil de su propia madre hasta que termina por comprender otras dimensiones de ella. Sin un consorcio multinacional juguetero a cuestas, la película entrañable y fundamental de la realizadora de Retrato de una mujer en llamas (2019) anticipó la importancia de la comprensión-comunicación generacional entre mujeres que, en Barbie, es recreada por Sasha, la niña que detesta a la muñeca y que considera a Mattel fascista, pero que, repentinamente, debe ingresar a la infancia de su mamá en coreográficas aventuras y recuerdos de quien construyó alguna vez anhelos para el futuro o memorias lindas con su hija con la muñeca de por medio. Sciamma puso a platicar explícitamente a una niña con la niña que fue su madre mientras que Gerwig se aproxima a la idea implícitamente.

No es extraño que el matrimonio Gerwig-Baumbach haya ideado el guion desde los géneros cinematográficos, pero sí lo es el resultado de su ensamblaje porque, más allá de la base coming of age (esa configuración presuntamente tan cercana a la genealogía del cine “independiente” reciente), el molde global de la película revela una hibridación inacabada. Película paródica; panfleto político-didáctico; gags de comedia silente y no silente; viaje de aventuras rodeado de decorados a medio camino entre la apariencia de videojuego 2D y la técnica mixta de Wes Anderson; insertos publicitarios con inconfundible rosa tipográfico; números musicales con canciones originales; diseño de producción con exageración de caricatura y licencias de fábula. El problema de esta diversidad es que la mezcla semeja las líneas de empalme que tienen las propias muñecas Barbie en las articulaciones; es decir, se trata de puntos de unión demasiado visibles. Estas marcas quedan en evidencia especialmente en la incorporación de elementos del musical porque abundan las secuencias coreográficas, con y sin música o baile, quizás para amplificar el manierismo del universo juguetero y para dotar de barroquismo al conflicto, pero sin transitar de lleno a la musicalidad. No obstante, la mezcla dispone de la parodia como el mejor modo para ocultar las junturas puesto que se trata del recurso que evidencia sistemáticamente los lugares comunes que la male gaze ha establecido en la cultura audiovisual como ese episodio del desembarco ralentizado en la playa de Barbilandia, como si fuera la Normandía del cine bélico, justamente en lo que podría ser el Día B(arbie) del plan de las protagonistas para derrocar el improvisado gobierno de la masculinidad frágil.

El desborde genérico de Barbie no desactiva la coherencia de su guion pues las conversaciones más profundas entre protagonistas convocan a una escucha atenta de las audiencias. Estas pausas no aclaran si resultaba deseable o no plantear un cuestionamiento más profundo, con un justo balance, a los significados (oportunos e inoportunos; estereotípicos y no estereotípicos) que han sido construidos desde la base mercantil de la muñeca, pero sí señalan la relevancia que tiene reflexionar y conversar las maneras en que distintas generaciones pueden concebir y resignificar algunos constructos socioculturales. Cuando Barbie Estereotípica descubre el llanto en una banca del mundo humano, mira a una anciana que está a su lado y, sonriente, le habla con un elogio. Es un cameo de Ann Roth, la respetada y veterana diseñadora de vestuario (Midgnight cowboy, El paciente inglés, Las horas, Closer, La madre del blues), que brinda uno de los momentos más entrañables de la película porque evoca ideas que guían el proyecto autoral de Greta Gerwig cuando afirmó, en entrevista (Laura Pérez, Fotogramas, julio de 2023), que le interesa “la forma en que las mujeres, como seres humanos, son importantes cinematográficamente” al tiempo que desarma un estereotipo de la mujer de edad avanzada. Allí, además, encontramos de nuevo el atisbo de un diálogo intergeneracional entre dos mujeres que, más allá de la ficción cinematográfica, comparten experiencias y trabajos en una industria cultural que, aunque disimule como la propio empresa Mattel, todavía no ha modificado sustancialmente los empalmes patriarcales de sus estructuras más profundas.


 



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Rodrigo Martínez Martínez. Es docente, investigador y editor. Ha impartido asignaturas, cursos y módulos de cine y de análisis audiovisual en la UNAM, la UAM, la UACM y en la escuela de cine Arte7. Ha participado en coloquios, encuentros y congresos ALED, AMIC, SEPANCINE y SUAC, así como en las dos primeras ediciones del Encuentro Internacional de Investigadores de Cine Mexicano e Iberoamericano de la Cineteca Nacional. Ha colaborado con las revistas Icónica y F.I.L.M.E. Sus líneas de trabajo son cultura, poética y sociología del cine. Es autor del libro Cine y forma. Fundamentos para conjeturar la visualidad fílmica (UAM-C, Filmoteca UNAM, 2019) y ha publicado capítulos de análisis cinematográfico en Cine digital y teoría del autor. Reflexiones semióticas y estéticas de la autoría en la era de Emmanuel Lubezki (2019), Fragmentario de la comunicación rupestre V. Arte y comunicación (2022), Miradas transdisciplinarias. Nuevos acercamientos al arte cinematográfico (2023). Letterboxd: Rodrigo.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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