crónica / diciembre 2023 - enero 2024 / No. 108


Tradiciones de Quetzalcóatl: hechos con hueso



Ariadna Coronel

Estamos en los límites de la Ciudad de México en la Alcaldía Tláhuac. A 3 kilómetros, aproximadamente 10 minutos en carro, se encuentra el límite con el Estado de México tras pasar las lagunas de Xico: dos cuerpos de agua que se limitan por un camino de tierra que conecta al Municipio de Valle de Chalco con Tláhuac. La laguna de Chalco y el humedal de Tláhuac sirven de antesala para prepararnos ante una misticidad que esconde la Calle Francisco Santiago Borraz de la Colonia Santa Cecilia.

El canto de aves que sobrevuelan los ahuejotes que rodean los cuerpos de agua acompaña el trayecto para conocer a un ave con mezcla de serpiente: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Los ahuejotes, árboles de tronco delgado y hojas alargadas, característicos de zonas lacustres como Xochimilco, desde tiempos prehispánicos fueron un elemento sagrado por sus poderes curativos y su función estructural para las chinampas.

Avanzamos por Avenida Tláhuac en el tramo San Rafael Atlixco. Aquí, a pesar de ser ciudad, las casas tienen vista hacia sembradíos de milpa, cempasúchil y suelo de conservación. Tras cruzar la vista hacia el otro lado de la calle, en Ramon Cardona, el panorama cambia por completo: el asfalto con su color monótono rompe con el espeso verdor que rodea la avenida. Sin embargo, la calle no es completamente gris: tras pasar una cuadra, los adornos de papel picado atraviesan la vista al cielo: dispuestos de manera consecutiva adornan el largo de la calle y reviven el colorido paisaje que hasta hace unos momentos presenciamos.

Estos adornos responden al retorno hacia las tradiciones por parte de quienes habitan en Santa Cecilia. Los papeles picados acompañan la exposición de calaveras elaboradas con cartón extendida a lo largo de las cinco cuadras que conforman la calle Francisco Santiago Borraz. Nos encontramos aquí porque desde el sábado 28 de octubre de 2023 se inauguró la exposición Quetzalcóatl: Vida y Muerte; una exposición de calaveras monumentales en Tláhuac, iniciada y financiada por el colectivo Jaén Cartonería.

La primera impresión al adentrarnos a la famosa calle (la que resguarda a las catrinas monumentales año tras año) es ilustrada por la presencia de una catrina de seis metros que se alza entre un sol abrasador y el paso de unos cuantos vecinos apurados a terminar el montaje de sus cadavéricas creaciones.

La catrina está arreglada con un sombrero y un vestido, ambos hechos de papel craft y cubiertos por capas de pintura negra. Su vestido está pintado con un bordado característico de Hidalgo: el tenango. El fondo negro de su vestimenta ayuda a resaltar los colores que contornean figuras de aves, venados, flores, plantas y conejos. El bordado de origen otomí contiene una combinación de colores y formas que realzan la pieza. Esta catrina formó parte de la exposición de las calaveras gigantes de Tláhuac en 2022; en dicho año la temática giró en torno a José Guadalupe Posada y la representación de los estados que rodean a la Ciudad de México.

Para conocer el impacto de estas exposiciones es necesario remontarse a unos años atrás. En 2011 el montaje de piezas de cartonería alusivas al Día de Muertos comenzó con Raymundo Medina Jaén. En aquel entonces era aprendiz del oficio en el taller de cartonería impartido en el Faro Tláhuac y decidió intervenir una banqueta con calaveras y elementos propios de la ofrenda a las Santas Ánimas; hechos a base de cartón y a escala real. Este fue el preámbulo que generó unión entre la comunidad para recuperar una tradición ancestral. Este suceso nos lleva a la exposición de catrinas monumentales hoy en día.

Raymundo se convirtió en el mentor de varios de sus vecinos. Tras 12 años de haber iniciado una exposición de creaciones propias (con el propósito de divertirse y expresarse a través de la cartonería) logró que más personas se interesaran en la realización y exposición de sus propias piezas.

La creatividad no tiene límites para los vecinos de Santiago Borraz, pues a tan sólo unos pasos de la primera catrina nos encontramos más piezas: destacan dos árboles podados en forma de cráneo, ambos con ojos y boca de cartón. Unos pasos más adelante, caminando hacia Avenida Tláhuac, al otro de la acera, una carpa amarilla resguarda de las condiciones climáticas. Está montada sobre una carreta jalada por un esquelético caballo de cartón. A su lado también posa una catrina de aproximadamente dos metros y medio de alto.

Es inevitable que la siguiente pieza pase desapercibida por los visitantes. El sonido de los tambores de agua y flautas de carrizo anuncia la pieza principal que sostiene la exposición de este año, la cual comenzó a trabajarse desde principios de mayo. En medio de la calle se impone un Quetzalcóatl con una cabeza de cinco metros de alto y un peso de entre 350 y 400 kilos. Esta obra mantiene los elementos propios de su representación en los restos arqueológicos encontrados en Xochicalco, Morelos.

Su composición está inspirada en el mito azteca del Quinto Sol, que habla sobre el paso de Quetzalcóatl por los nueve niveles del inframundo para pedir los huesos de generaciones pasadas a Mictlantecuhtli, los mismos que, mezclados con su sangre, posteriormente darían origen a la humanidad.

Los huesos rotos que se observan en la representación de Quetzalcóatl están dispersos frente a sus fauces. Es un esqueleto completo de cartón enmarañado sobre el suelo. Su boca abierta, como si acabase de escupirlos, nos hace recordar el mito de nuestra creación. El cuerpo de la serpiente emplumada se conforma por un conjunto de seis piezas en forma de arco y una más al final de estos para asemejar su cola. Las siete piezas en total están extendidas a lo largo de 40 metros en la cuadra delimitada por las calles Enrique Lombardo y Felipe Larios.

Su cuerpo, compuesto por arcos de cartón, se encuentra en una distribución en la que las piezas generan la ilusión de serpiente que entra y sale del asfalto. Los arcos están ornamentados con más de 800 plumas y recubiertos por un brillante degradado de pintura en colores azul, verde, amarillo, rojo y rosa.

A un costado de la imponente serpiente, recargados en la banqueta, se encuentran formados cráneos de 80 centímetros; Raymundo cuenta, mientras los señala, que fueron elaborados por talleristas que asistieron desde Tláhuac, Iztapalapa y Xochimilco. Él les instruyó en el proceso de elaboración a mediados de agosto, pero la libertad creativa corresponde a las mentes de cada uno de sus autores. Así, la colección de 40 cráneos hechos por 80 manos distintas espera el lugar designado para cada una de las piezas en la amplia galería callejera que permite a cualquier persona admirar las piezas.

Este tipo de talleres no serían posibles de ofrecer de manera gratuita si no fuera por la iniciativa de cada uno de los integrantes del colectivo, quienes cooperan económicamente, no sólo en la elaboración de las piezas. Otra de las iniciativas es “Aero Mictlán”. En conjunto con Comex, desde el año pasado, las calles aledañas a la muestra de calaveras se acompañan de murales en sintonía con su temática central. En la esquina de una calle colindante a Francisco Borraz se encuentra un mural de un quetzal siendo devorado por una serpiente.

Pasadas las 5 de la tarde, cuando el sol comienza a pintar las paredes de naranja, muchas más personas comienzan a conglomerarse para poder admirar las distintas piezas que conforman la exposición; el bullicio se hace presente. En esta calle no es raro encontrar ofrendas o composiciones cadavéricas con técnica de cartonería afuera de las casas. Al contrario, su exposición es más bien tradicional cada año e incluye a todos los miembros de la familia.

Las lámparas en forma de aro de juego de pelota colocadas en algunos puntos de la calle logran iluminar, junto con las velas colocadas por sus creadores, algunas de las calaveras que descansan en la banqueta. Otras creaciones de los vecinos de Santa Cecilia se conforman por calaveras alusivas a personajes, como una catrina de Wendy Guevara, la celebridad trans que ganó un programa de una televisora mexicana.

Siguiendo el flujo de la calle podemos encontrar calaveras sentadas en una banca de madera mientras observan a sus fieles compañeros, igual convertidos en esqueletos, sus perros. Otras piezas cuelgan de las estructuras de las mismas casas, ya sea con lazos o cuerda, como el colibrí que con su pico de cartón señala al cielo.

Esta colección de objetos esqueléticos, hechos por los miembros más comprometidos de la familia, involucran a toda la comunidad en la preservación de una tradición que Raymundo, del colectivo Jaén cartonería, impulsó solo por su deseo de divertirse y ofrecer algo de lo mucho que sabe.

Otro año espera la llegada de más visitantes para admirar las calaveras. Mientras tanto nos despiden dos xoloitzcuintles, enfrentados en un arco azul menta, que bien pueden despedir o recibir la exposición desde otro lado de avenida Tláhuac.





Ariadna Coronel (Ciudad de México, 2002). Escritora y fotógrafa. Estudiante de la opción de periodismo en la licenciatura en ciencias de la comunicación de la FCPYS de la UNAM.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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