Así una mañana como cualquier otra, uno siente que lo violeta se ha inmiscuido en nuestras entrañas. Desde luego que se siente pánico porque inevitablemente después se dice que el violeta es el color de la culpabilidad. Y si el amor nos ha rondado la cabeza, el hígado y el alma, lo negro no puede llevarnos más que al sentimiento de la muerte. La culpabilidad, la muerte y el amor combinan terriblemente bien. Ahí es cuando se afirma que nos habita un ser violeta manchado de penumbra que habla desde nuestros ojos. ¿Qué otra cosa se puede hacer?

 

“Algo sobre el color”

Guillermo Samperio

 

 

Personajes:   
     PEDRO: Pintor, pasando los treinta.
     DIEGO: Estudiante, joven.

La escena: Un estudio de pintor, un caballete, una silla, una mesa con una jarra de agua.

 

 

I  Derecho a guardar silencio

Entra un hombre joven, acomoda un lienzo y un caballete, se pone una bata, mezcla tubos de óleo. Está enojado, prende un cigarro, bebe, lee, pinta; repite las últimas acciones varias veces. Observa un cuadro, se para enojado, pinta violentamente. Acomoda el caballete, repite las acciones que repitió antes.



II  Descolorido amor

Pedro prende un cigarro, bebe, lee, apunta, pinta; repite las últimas acciones varias veces. Camina hacia el centro de la escena, observa un cuadro, se para enojado, pinta violentamente. Acomoda el caballete, repite las acciones que repitió antes, bebe, queda inmóvil. Entra Diego, joven con mochila.

DIEGO: Hola. ¿Me ofreces algo? A decir verdad, no quiero nada. Agua, ¿puedo tomar agua? Sí puedo… (La toma sirviéndose de una jarra) y... (Esperando que conteste; silencio largo) Hola, me aburres. Ya sé, estás trabajando, es tu estudio y yo debería estar en mi clase de dibujo. No eres humano. ¿Cuándo vives, Pedro? Las tardes se te van acumulando una sobre otra, como tus cuadros, hasta que nos pesen tanto que ya no nos dejen hacer nada... Sí, dije nos pesen. A poco crees que no me pesan a mí también las tardes aquí metido, sin hacer nada, sin escucharte decir una sola palabra. Yo tengo mi escuela y mis amigos, Pedro, pero tú eres parte de mi vida y francamente no me gusta que la vida nomás pase, como si la única forma de detenerla un momento fuera pintándola... (Silencio largo) ¿Qué haces? (Cruzan miradas, gesto de ternura, cambio de actitud) De hecho, vine para enseñarte algo, tontín.  (Hurga en su mochila, saca un papel completamente rojo) ¿Qué te parece?... (Silencio) Demasiada luz, ya sé; demasiado conceptual. teatro-trazos-tellgraf.jpgMucha idea y poca técnica. Lo mismo diría mi maestro o mi mamá, no hay mucha diferencia. Poca técnica, demasiada luz, sí, tienes razón. A veces pienso que me pasa lo mismo con todo lo que hago. La pintura, el amor, el sexo; para todo se requiere técnica, qué chinga. Aunque no niego que a veces se necesite un poco de orden y de método: en la pintura, el amor, (Bebe, fuma) el sexo. Sobre todo en el sexo, lo malo es que correríamos el riesgo de tener que pertenecer a alguna escuela. (Pequeña pausa, irónico) ¿Te imaginas? Yo sería algo así como salvaje conservador o bestial de centro izquierda (Ríe). (Silencio prolongado, mira el dibujo) Pienso, a veces, cuando pinto: todo cuerpo debería tener luz propia, para que iluminara la oscura vegetación que crece en el vientre de los hombres; sería más fácil tocarnos. En fin, lo importante es que tu exposición ahora sí ya es un hecho. No, tontín, ni se te ocurra darme las gracias, algo bueno tenía que hacer mi papá en esta vida... como conseguir una exposición para ti. Cuando le enseñé tus cuadros dijo: (Cambiando de actitud, imita al padre) Diego, siéntate hijo, me ha dejado particularmente asombrado la obra de tu amigo, pero hay algo que me inquieta, no sé cómo decirlo, en los cuadros en que apareces tú, desnudo, hay una mezcla de sangre y sexo, erotismo y odio, que me preocupa; hoy en día no se sabe. (Cambio) No, papá, no se sabe. Son cosas de los artistas. ¿O quieres decirme algo? Ves, no tienes de qué preocuparte. Si el viejo supiera. A lo mejor él también es gay ¿no crees? (Se ríe). La mentira no es un pecado, hasta que mientes sobre ti, sobre tu condición, sobre tu propia existencia. Aunque en el fondo, creo, uno puede mentir sobre todo excepto sobre lo que es, eso aflora por más que uno lo esconda, ¿no? (Pausa. Pedro cruza la escena y regresa hasta su caballete) Lo más chistoso, o  penoso, no sé, es que tú has sabido ocupar bien el lugar que antes tenía en mi vida mi padre. (Pedro se acerca a él, lo abraza. Diego lo empuja) ¿Ves? Me abrazas para que me calle. Eres igual que él. Te has convertido en mi padre. ¡Guácala!, hasta se me puso la piel chinita. El eco de este lugar me da miedo. Es como otra voz, una voz que no es ni tuya ni mía, pero que nos habla y es capaz de decir cualquier cosa sobre nosotros. No, tú no vas a hablar mal de mi padre, después de todo él consiguió tu exposición: a las seis de la tarde, la exposición está programada a las seis de la tarde. Va a ser grandioso: habrá un cuarteto de cuerdas y tocará ese preludio, o como se llame, que tanto te gusta; la gente quedará muda ante tu obra. Habrá vino, el vino será dulce y... Hello. ¡Me haces falta!, no lo entiendes, me haces mucha falta. A veces me gustaría sentir que soy algo más que un cuadro en este estudio (Sale enojado).



III Pequeña muerte

Pedro acomoda el lienzo y el caballete, mezcla colores. Prende un cigarro, bebe, lee, pinta; repite las últimas acciones varias veces. Camina hacia el centro de la escena, observa un cuadro, se para enojado, pinta violentamente. Acomoda el caballete, repite las acciones que repitió antes; bebe, se deja caer. Camina hacia el cuadro colgado, lo ve, medita, acomoda su caballete en el otro extremo, mezcla, pinta.

DIEGO: (Llega y se acomoda en la silla) Hola. Hello. Ya es de noche, darling. Dicen que la noche es mágica, que los griegos concibieron por primera vez el erotismo durante la noche, dicen que Luzbel se atrevió a preguntarle una noche a Dios sobre su nombre. Imagino, a veces, cuando pinto, que la noche es un oscuro lienzo donde muchas manos van pintando crímenes y pecados... tétrico, ¿no? ¿Qué haces? (Cruzan miradas, gesto de ternura de Diego, cambio) No, en verdad, qué haces: deja de pintarme, olvídate de mí, reconóceme. Creo que después de tanto tiempo y tanto óleo gastado en mí, ya no significo nada en tus cuadros. teatro-trazos-clouise.jpgÉse no soy yo. Ya ni siquiera mi desnudez es la misma. ¿Sabes qué sí es muy erótico?, un ombligo; en serio, está comprobado que en todas las culturas el tabú erótico más cabrón es el ombligo. ¿Por  qué crees que las bailarinas árabes lo enseñan, por qué crees que te lo enseño siempre? (Diego se quita la camiseta y se acerca a Pedro, señalando su ombligo) Míralo, tócalo. (Pedro se acerca, comienza a besarle el ombligo, ambos se excitan) Así no. No es tan fácil, cabrón. ¿Ves? Para todo se necesita técnica. Y tú no sabes amar, pendejo, cuando amas a alguien... (Silencio largo, llora) Cuando te conocí recuerdo que dijiste: (Cambio, lo imita) No hay poder más grande que el poder del amor, y ¿sabes por qué?, porque es un poder que tú tomas y otro te da, eso es una jerarquía muy alta en la escala de poderes y te da la posibilidad de crear y destruir a placer, como un pequeño dios para un pequeño universo, y en este tipo de relaciones no se sabe. No, Pedro, no se sabe. (Pausa)  Lo más chistoso o penoso, ya no sé,  es que has sabido ocupar bien el papel de Dios en mi vida. Te has convertido en mi Dios. Todos los dioses deberían ser eternos... (Pedro se acerca y lo abraza, se besan y comienzan a desnudarse mutuamente. Diego interrumpe) Dime que me amas, por favor, sólo eso. (Pedro lo toma de la cintura y continúa. Diego llora, le quita el cinturón y tras un forcejeo cachondo se lo pone alrededor del  cuello y lo ahorca) Ahora comprendo por qué la insistencia en el silencio. No volverás a pronunciar palabra alguna, ahora el silencio será obligado. Lo echaste todo a perder... (Pausa) Es de noche, Pedro; la noche es el oscuro lienzo donde se pintan los pecados. Deberías pintar ombligos, Pedro (lo ve, toma el pincel, va hacia el cuadro, pinta, regresa, lo besa, lo intenta limpiar con el agua que ha caído en el suelo, se va. Música).



IV La culpa, una de tantas

Diego pone el cuerpo en la silla, le quita los zapatos, limpia sus pies.

DIEGO: (Canta) "Perdón, vida de mi vida, perdón, si es que te he faltado, perdón, cariñito amado..."

A veces pienso que la vida se va más rápido cuando uno está bien, cuando hablo por ejemplo, uy, sí, yo hablo más de lo habitual pero eso, al menos en mi caso, es un signo de bienestar. En cierta forma estar callado es mucho más elegante. Pedro, quisiera aprovechar tu humor para pedirte perdón. Por todo. Por lo que hice con tu cuadro, por el agua que se derramó, porque he comido demasiada azúcar, he visto mucha televisión, no lavé mis calcetines, no me acabé la leche; por desobedecer a mis padres, porque he pecado mucho de pensamiento, palabra y, sobre todo, de omisión, por mi culpa... (Cambio) Tengo hambre. ¿Quieres pastel? Es light. Hello. teatro-trazos-woodsy.jpgLa gula no es pecado, no mientras las porciones tengan menos de 90 calorías. Está rico. Mi madre solía hacer pasteles antes de morir; bueno, quién sabe si después de muerta los haya seguido haciendo. ¿Qué cosas se pueden hacer después de muerto, Pedro? ¿Crees que puedas seguir pintando? (Irónico) Pinta mi ombligo, Pedro. (Se quita la camiseta y se acerca al cuerpo, lo besa) ¿Crees que los muertos puedan hacer el amor? (Pausa larga, hace un intento por desnudarlo) Ay, no, es peor que hacerlo con un borracho, al menos los borrachos sienten, se quejan. ¿Entiendes? Ahora eres cadáver y nada más. Sólo un muerto, incapaz de nada, de pronunciar palabra; un cuerpo bello pero inútil. Deberías verte, digno de pintarse (enmarca con los dedos). Sí: una belleza susceptible de reproducir, claro, si se domina la técnica, si no, puede echarse a perder ¿verdad? (Da algunas pinceladas sobre el caballete) ¿Quién diría? Ahora tu silencio te hace ver bastante respetable. Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? Piénsala bien, es importante... ¿Me amas? (Pausa, espera un momento) Eso pensé. (Le cierra los ojos, toma sus cosas y sale).

Ilustraciones:

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Julio César Toledo (Chicontepec, Veracruz, 1977) es autor de los libros Del silencio (FRAF, 2003), Hombre, mujer y perro (Anónimo Drama, 2004), y coautor  de Owen, con una voz distinta en cada puerto (FETA, 2005). Quicio (FETA, 2007) es su más reciente poemario.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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