y las canciones no dicen nada

                                              En las canciones que entono vibran rayos lunares;
                                              en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.
                                              Los tres juntos, antes de beber, holgábamos;
                                              ahora, ebrios, cada cual va por su lado. 
  
                                                                                                                     Li-po
 

sé quién ordenó nuestra muerte he visto sus huellas en la alborada
sus pancartas sus leyes y su afán de propaganda
él es el cáncer que en el centro de la tierra nos apura y nos retrasa
aquel que desordena el protoplasma de su multiplicación infinita
el que divide los mares y desorienta los embalses y nos traiciona desde las 
    primeras lenguas
aquel que firma contratos para levantar más torres y nos dosifica las llamadas
    de larga distancia
y nos premia con blue berrys y nos da licencias para salvarnos de sus hazañas
él, que distrae a las flores y deja que la carne se endurezca y se quede sin pelos
    y se esconda del alma
ese que escondió la luz tragándosela y nos deja su memoria en fogatas
y nos defeca en peces y correcciones literarias
y nos afirma en tapetes y nos reclama agua y más agua y nos convoca a
    puñaladas
él, que dispersa matemáticos y los confunde en sus manuales y promete a
    algunos las recetas glaciales y las imprime y les enseña a tirarlas
ya los cosmonautas se embriagan en sus lentes y las cocineras calientan sus 
    cinturas
pero ninguno reinventa los protoplasmas ni multiplica su carne blanda
sólo los virus que se disfrazan en sus almas y las hogueras y los láser
que se revuelcan se cuelgan y se abandonan de madrugada
y nos muestran otra entrada y un puñado de infinitas cuerdas y la luz en las 
    ventanas



Mujer mazatleca

sus ojos no distinguen nubes o espuma
enjuagados son sólo metal oxidado por líquenes
una torre sin rumores ni rosas o efemérides
desterrado humor de piel y de sonrisas
que extiende los brazos como un malecón sin sol o sin hormigas
su pecho eternamente inmóvil ―eternamente inútil―
a diario se traga el sol como la mar
el continuo caer de las montañas de agua
y la arena en desbandada por su pétreo oído
que a sus espaldas reiteran esclavitud de sirena

(a distancia se notan tus ganas sobradas mujer mazatleca
de subirte a un carro alegórico y muñequear al pueblo entero en su carnaval)


*

duerme como un tronco contra el viento
y guardada en un morral por las tardes
es un reparador, un colador o un zarpazo
cambia como la hora entre todos los relojes
a cada uno le enseña la temperatura en grados fahrenheit
así previene a los Heliocarpus de la lluvia
y a mis vecinas de la alquimia
es menos oportuna que una palabra tierna de bisabuela
por eso regresa al infierno en arroyos de peras o ciruelas
cada noche la muerdo entre sueños
y a la mañana despierta como el frío
para esconderse en la infinita mampostería de la ciudad


*

la seguridad de los parabuses
el calor sin agua
los ascensores
completan la jornada sin mi asiento frente a youtube
no alcanzo las noticias del Cutzamala
ni la divinidad de la gente que cree en las ciencias ocultas
un loro enfermo 
         otra alma secreta como esta que no es mía
acude a mi hombro en la hora más transitada
dirige el navío en el estanque de las seis
bahiamos el extremo suroeste
sedientos
miramos relámpagos que derrapan
justo antes de decir que queremos sólo dormir


*

tu mano caliente es un océano
un río que desemboca en labios
         dormidos o congelados
un pez ensortijado o perseguido
subacuática ventisca
o el verso en el paraíso


*

Habla de la luz que soportas
de las abadías de tus manos
toca este beso
el color y la voz en sus ubres
como un gesto paraíso
de nocturnidad


*

varias veces al año pierdo puntos
jóvenes y viejos
desolados
escapan como animales
del torso zoológico que sostengo
rápidos
irracionales
de pies a cabeza
los puntos se autodeclaran extraviados
y torpe que soy
nunca logro verlos
o escucharlos cayendo
a menos que alguien bondadoso
visionario de puntos
me advierta lo que he perdido

 


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José Manuel Serrano (Ciudad de México, 1983) es biólogo por la UAM-Xochimilco y maestro en Ecología por el Instituto de Ecología A.C. Escribió la columna Papel mojado en El Sol de Mazatlán, entre 2005 y 2006. Poemas suyos se han publicado en Gaceta Literal y Lenguaraz. Participa en el libro colectivo Paraíso en llamas (2008). Tiene un libro individual: Un barco en el pedregal (Omega Ediciones, 2005). También ha sido locutor de radio y aprendiz de artista plástico en Mazatlán, Sinaloa.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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