Vuelves rondando caminos invisibles, el viento es la patria que te arrulló con sus alas de indulgencia, arrecifes de aire para el mar que estrella su lamento sobre la noche de tu sueño. Gravita niebla, su resplandor contra tu rostro, el cristal donde vislumbras el fondo del ayer, los restos de un tiempo sin tiempo en el temblor de tus visiones. ¿Qué murallas derriba tu voz en el sigilo de la noche? Esa distancia que cae como un telón entre el vacío y la memoria ardiente de los días. ¿Qué emisaria luz convocas desde el jardín insomne, bajo las piedras que resguardan el color de las eneidas? Semejante a rumor de fábula, creciente llama en el umbral desierto, te miras en un espejo de humo y eres el humo mismo que arde al otro lado del inmenso túnel; vértigo con sabor a pálida marea, agua muda donde anclaste el árbol de tu misteriosa sombra. Pides al alba que desgarre su luz donde la soledad es el rito acostumbrado bajo el polvo de los siglos, bebes tu copa de miedo bajo la sal de los augurios, el aposento más oculto entre la urdimbre que maquina el destino. Y llegaste poco a poco a fundirte en el silencio, a ser la brizna que golpea indiferente, un cuerpo de bruma sumergido en su Orión de seco escalofrío, con tu mañana envuelta en burbuja inmóvil, último eco de arena pasajera. Pesa en ti la estación de la nostalgia, la demencia gris de la tormenta pudriéndose en la boca oscura de la tierra. ¿A quién le clamas por este abismo? Canto mutilado de cuervos que horadan el profundo cielo. Obsidiana Olor a niebla disuelto entre mis manos. Extraña sombra desdoblando sus contornos. Erosión mineral del tiempo. Ignoro la sucesiva escritura de la noche, su altitud de universo disgregado. Soy apenas murmullo en la eternidad del vértigo. Esta penumbra: diluvio de obsidiana es hiedra enraizada hasta la recóndita ramazón de mis huesos. Xinantécatl Estación de agua sobre la copa de sauces. En brillos derramados pupilas de lluvia diluyen caminos de otro tiempo. La tarde se cierra. Ocre resplandor envuelve en taludes de aguanieve la cúspide volcánica. Tajada de tiempo, en las alturas el silencio, alas de águila sueñan ser la luz del relámpago, el imperio de los dioses. Desde las lagunas del cráter ascienden vahos de azufre y antiguo copal, mientras un dios lluvia vigila su oro azteca, su códice de astros.
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Marlene Pasini es comunicóloga, escritora y poeta. Tiene publicados los poemarios Cristal del tiempo, El silencio es otra noche y Recintos bajo el sol. Ha sido incluida en las antologías Desde el fondo de la gruta de la Universidad Autónoma del Estado de México y Cuando las olas se hicieron palabras (Poetas del nuevo siglo mexiquense). Poemas suyos han aparecido en las revistas: Magisterio, Casa del Tiempo, Molino de Letra, El búho, Norte/Sur, Letralia y artepoetica.com. Ha participado en el programa radiofónico Arinfo de Argentina.
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