mariposa-straymuse.jpgVen y enamórate de Michoacán, el alma de México. Su infancia estaba a sólo mil pesos de distancia, los colores en su bolsillo. El calor del encierro la sofocaba, el dolor le quemaba el cuerpo. Sentía el hueco. Lamentó haber esperado tanto. Decidió demasiado tarde. Deseaba recorrer con los pies descalzos la empinada enterregada, aquel cruce de caminos que encerraba a la casa de la abuela muerta, de las voces muertas. Subirse al árbol de las frutas, del tiempo muerto. Quedarse ahí, descansar los pies, sentarse sobre el hueco donde cabía Ella sola. Comer guayabas con sólo estirar la mano. Acariciar al gato antes de bañarlo y verlo morir. Mirar a los tíos, hermanos y primos correr por el patio; gritar por la cerca. Observar a la abuela haciendo donas sobre el fogón de la cocina y matando cucarachas con las yemas de los dedos. Escuchar el ladrido muerto de su perra, aquella que pereció en el abandono cuando Ella se cambió a otra ciudad. Correr entre las piedras hasta llegar a la zanja de las aguas muertas y mirar su reflejo entre la tierra húmeda. Tocar la puerta de los Patamba y esconderse. Tocar la puerta otra vez y esconderse de nuevo. Escuchar a su abuelo llamarla para ir a misa, sentir el agua helada de la pila en su cuerpo, oír las campanas del mediodía. Soportar el crujir de la tabla en sus nalgas por no querer entrar a la iglesia a escuchar la palabra de Dios. Contener el llanto y sentarse a rezar. Escaparse con el mejor amigo de su hermano, besarse en la puerta de la iglesia. Limpiarse la lengua. Quitar la sangre de la nariz de Brisio cuando Darío lo golpeó por besar a su hermana. Abrazar a Darío y caminar de regreso a casa cantando “Somos hermanos y aunque peleamos nuestro cariño sigue igual”. Comerse al chivo muerto que se tragó un globo y por eso tuvo que morir. Quitarse el vestido de olanes lilas y llenarse de tierra. Subirse al techo y comerse los limones reales con sal como si fueran naranjas. Creerse Superman, nunca Supergirl, saltar del techo y quebrarse un pie. Sentir los abrazos de los tíos, hermanos, primos, y saberse querida. Subirse al árbol con la pierna entablillada, acomodarse en el hueco y descansar los pies. Estirar la mano, comer guayabas y tirar las semillas a los vecinos que pasan. Sentir entre las ramas el adiós del sol. Esperar el frío de la luna encaramada en su árbol. Ver oscurecer.

Pero era demasiado tarde.

El hueco en donde se encontraba no era nada parecido al de su infancia. Su cuerpo entumido le indicaba que llevaba mucho tiempo en esa posición. La luz ya casi no entraba y apenas podía leer el folleto que la invitaba a visitar su pueblo. Las cosas buenas a veces hasta las hueles. Pero lo malo: nunca. Era lo único que su cerebro cegado por el dolor se repetía. Calculó que habían transcurrido por lo menos tres horas desde que la sorprendieron comprando el boleto para la máquina del tiempo. Intentó realizar el viaje, pero a los de Sinaloa no se les engaña tan fácil.

El aire estaba muerto y su espalda empapada. Ni de noche el sol tijuanense daba tregua. Ellos tampoco. No era posible gritar, la falta de oxigeno ahogaba su garganta. El dolor cortaba sus entrañas ya molidas por los golpes. Nunca pensó que terminaría sus días en el hueco de una cajuela. Sentía cómo la agonía se instalaba en el aire y comenzaba a carcomerle la piel.

El carro se detuvo. La bajaron como se baja a un muerto. Esperaba el tiro de gracia. A los de Sinaloa no nos gustan los superhéroes, y menos los que traicionan, le dijeron.

mariposa-design-er.jpgSu historia quedó regada sobre piedras tecatenses. Su mano casi muerta apretaba el boleto que la llevaría con su abuela. Mil pesos: era mucha la distancia. Su oído casi muerto ya no escuchó las risas, ni las voces de los sicarios que repetían: una más, o más bien: una menos. Prefirió recordar la voz de su hermano cuando la invitaba a subirse al árbol, quedarse ahí y descansar los pies.


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Esmeralda Ceballos ha publicado en revistas como Altanoche, Casa del Tiempo, Espiral, Miniplastic y Page per Day. Su libro El Perseguidor de Sueños ganó el Premio Estatal de Literatura 2008, en el género de cuento para niños. Forma parte del colectivo La Línea. Escribe narrativa y cuentos infantiles. Radica en Tijuana, Baja California.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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