Diosa ultrajada, ofendida y mancillada. Eso eres. Alberca para niños españoles asentados en México, que comparten la alegría de ver al Real Madrid ganar una final de “la champions”. Escenario de quinceañeras y novias que viajan desde Neza, Naucalpan, Xochimilco y Tláhuac para tomarse una foto: la imagen del recuerdo con tu figura a su lado.

Deidad de Frigia, mitológica diosa de la tierra, la agricultura, las fuerzas naturales, la protección y la familia. Situada en la colonia Roma, entre Oaxaca, Medellín y Durango. Impresionante, con 12 toneladas de belleza encima, pero tallada en piedra corriente.

Te reconocen como copia de tu hermana madrileña: inmensa como tú, pero de mármol. Digna y elegante. Ella luce soberbia en el Paseo de Recoletos desde 1782 en Madrid. Enmarcada al fondo por la Puerta de Alcalá, mira hacia el Paseo del Prado. Tú, erigida en la ex residencial colonia Roma, frente a una escuela primaria, un restaurante, una panadería, oficinas y el tianguis del oro.

Fuente de Cibeles mexicana, fuiste donada por los residentes españoles en 1980. Dicen que eres “símbolo de fraternidad entre México y España”.  ¿Así te verán? No, porque dicen que eres “bonita pero chafa”. Te juzgan como “la hermana incómoda” de la Cibeles española.

El defeño te mira preciosa y sublime, pero recuerda su pasado reflejado en ti y te observa bajo las gafas de la humillación y el orgullo herido: hermosa, pero inferior; venida a menos. Aunque en el fondo se regocija, te imagina enorme y divina.

Eres tú más parecida a la Diosa de la protección: cuando los perros callejeros no tienen que tomar les ofreces el agua que borbotea abundante a tu alrededor.  Fuiste protectora el día que una desconsolada novia, en lugar de tomarse una foto contigo, se refugió en tus brazos para no casarse. Ahí se quedó horas, y sus lágrimas se unieron al chorro claro de tu fuente en 1989. Salvadora durante aquel incendio en la calle de Medellín cuando el agua de la pipa se agotó y los bomberos tomaron la de de tu estanque para apagar las llamas.

“Vamos a subirnos a la Cibeles”, dicen los niños de primaria. Desde España los aficionados merengues declaran: “teniendo en cuenta que es una réplica, que los chavales le hagan lo que quieran”. Los borrachos te orinan; los barbajanes escupen sobre ti y apuestan a arrojar el gargajo más grande; los franeleros de las calles aledañas se bañan en tu agua amarillenta.

Cibeles de la Roma, quizá un día te respeten como a tu hermana, cuando gachupines y chilangos se quiten los lentes del desdén y la inferioridad respectivamente y te admiren excelsa. El día que te reconozcan mestiza y no chafa aceptarán que es imposible no dejarse llevar por tus exquisitos detalles, la finura de tu rostro y la fastuosidad de tu carruaje tirado por leones.

 

 


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Olga Daniela Salazar Becerril cursa la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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