Las mejillas coloradas de mi madre

En los inviernos
se hicieron más coloradas las mejillas de mi madre,
y brillaron vivamente, de especial manera,
aquel invierno del año cuando se perdió la Guerra.

En ese entonces por el golpe de la derrota,
se enfriaron aún más los corazones de la gente.
Ese frío hizo que la nieve fuera más intensa
en la zona semirural que está en las afueras de la ciudad de Yokohama.

Y a medianoche cuando vinieron a buscarla,
mi madre salió desafiando el viento glacial sobre su bicicleta,
amarró el maletín negro al portaequipajes, y partió hacia la casa
donde esperaba la encinta aguantando sus dolores de parto.

Siempre vinieron a buscarla en las altas horas de la noche,
mi madre antes de salir averiguaba sin falta la hora del plenamar.
mi hermano menor y yo, que éramos estudiantes de primaria,
nos aferramos a las ropas de la cama,

y abrazando el vacío que quedaba
después de la salida de nuestra madre,
le pedimos que nos jurara
que regresaría pronto.

Cuando empezaba a amanecer, en el crepúsculo,
percibía en la espalda la resonancia del primer vagido,
mi madre retornaba precipitadamente a casa por la carretera de Hachiouji,
y yo la estaba mirando en el sueño.




Flor, la otra cara

Si yo tuviera una lengua de mariposa,
entraría en ti más y más profundamente
y te chuparía todo el amor.

Pero mi lengua es corta y plana,
por lo que sólo lamo esmeradamente los pétalos
y ando impaciente por el pistilo.

Sólo llego a un punto en el que aguardo,
mi Musa que se aleja de mí, y a pesar de ello,
viene apareciendo ante mis ojos cerrados algo sublime.

Es como las nubes, se transfiguran constantemente,
en montañas, en sueños, en alas de mariposas que atraviesan el océano,
y a veces en dos cuerpos que se aman.

Hasta donde me sea posible acerco la nariz y la boca
a la flor que se sostiene entre las piernas atléticas como de una adolescente,
aspiro lentamente el olor húmedo y nostálgico de la tierra natal.

“Ésta es mi otra cara”, tú murmurando,
te quedas liberada.
¿Eres mi madre?

Es como si yo lo saboreara por completo con mi lengua.
Pero tú que estás siempre lejos,
como los pechos muy distantes.

 

 


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Yutaka Hosono (Yokohama, 1936). Es Director General del Club de Poetas de Japón. Estudió español en la Universidad de Tokio y durante más de cuatro décadas trabajó en Brasil, Bolivia y México donde tradujo al japonés numerosos poetas españoles y latinoamericanos. Algunos de sus libros son En donde se agote la tristeza (1993), Cazador de flores (1996), Dioses en rebeldía (UAM, 1999) y La máscara sonriente (2002).

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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