Aparta de mí este cáliz
Luis Humberto Crosthwaite
Tusquets
México, 2009


 

resena-aparta-de-mi-ese-caliz.jpgLa historia de Jesucristo nos vuelve a ser contada, ahora desde una época actual, la del barrio, los cines, los oxxos y las latas de cerveza.

“Y la Palabra era chévere, y antes de la Palabra no había nada y después de la palabra ya estaba el barrio”. Un hombre regresa al barrio después de un largo encierro, dos sueños lo acechan constantemente: en uno sueña que va cayendo interminablemente por un vacío profundo; en el otro sueña que es Jesucristo, un mesías enamorado que besa a una mujer a la que le habla de usted.

Este Jesucristo, más terrenal que divino, es un hombre común y corriente que duda de su capacidad redentora; que desea, que ambiciona, que tiene vicios; se opone a la idea de la crucifixión y teme ser traicionado. Vive en el mundo de los falsos profetas y mesías, en el mundo de los romanos, que no es sino una alusión a la idea de un imperio que actúa como juez y verdugo del hombre.

El mesías se hace acompañar de apóstoles, díscipulos que lo siguen pero en ocasiones dudan de su naturaleza divina; también están “los muchachos”, ellos son incondicionales, son sus protectores. Por vía de Lázaro, Jesús buscará el camino de la verdad aunque se dará cuenta de que este camino sólo es una búsqueda interminable de un ideal desconocido o tal vez inexistente, acaso inventado por los hombres. Y como todo mesías, el de esta historia no está exento de enemigos, esta vez El Hermano (alter ego de Jesucristo) será el enemigo que busque vengar la muerte de su hermano El Pequeño, que murió a manos de Jesús: “Qué es un enemigo sino el reflejo de uno mismo” ―se pregunta.

En una época en la que se añora la llegada de un salvador, de un líder espiritual que restablezca la paz del mundo encontramos a los fieles, quienes confiesan ante Jesucristo sus extrañas conductas y manías; estas confesiones son breves capítulos inacabados que no contienen ninguna palabra redentora que los oriente, que pueda ayudarlos en su viacrucis personal. Estos fieles son personajes singulares: un ama de casa bondadosa obsesionada en atender a cualquier hombre como si se tratara de su marido; un escritor fracasado que añora un poco de creatividad para salir de la crisis existencial en la que ha caído; un publicista que desea editar las historias que se cuentan sobre Jesús, que garantizan cuantiosas ganancias. Pero también encontramos a empresarios, funcionarios públicos, políticos y otros personajes pintorescos que retratan una época que no se encuentra lejos de la ficción. Estas historias ocurren dentro de un sueño, el sueño del Jesucristo del barrio.

Las historias ―que no son sino los sueños de Jesús― van entretejiéndose en una sola. Crosthwaite toma el sueño como elemento ficcional que le permitirá contarnos historias fragmentadas, personajes inexplicables, diálogos hipotéticos en la mente del mesías; recurre a una realidad paranoide y cruza distintos planos narrativos: el de un sueño al interior de otro que a la vez es otro… ad infinitum. Los capítulos breves e inconexos dejan abierta la posibilidad de que el lector encuentre, en la totalidad de la novela, interpretaciones disímiles de las acciones de los personajes.

Ya desde el título de la novela podemos advertir una negación del carácter religioso que encontraremos en el protagonista: un héroe involuntario que no desea la salvación, que prefiere el perdón de su enemigo a la trascendencia divina. El título sintetiza un modo de ser del hombre, una sensación de desamparo, de vértigo existencial, sensación que podemos ver reflejada en la metáfora de la caída: “Esta repentina serenidad me permite observar que no soy el único que está cayendo. Puedo ver a otras personas a lo lejos. Según parece, es un sueño común de la humanidad. Nuestros sueños se entrelazan y nos vemos caer unos a otros”.

Aparta de mí este cáliz representa al hombre en su cotidianidad, a la humanidad fragmentada que lejos de consumar un ideal transcurre por un camino de purificación invertida; se vale de un lenguaje provocador: el lenguaje de la calle, el del barrio, el de los encerrados que sueñan con la libertad para deconstruir un mito fundacional: la tradición de los evangelios.



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 Alejandro Gaspar Guadarrama (Ciudad de México, 1985). Estudia Filosofía en la UNAM. Ha colaborado en diferentes suplementos culturales y revistas impresas y electrónicas. Actualmente trabaja en la Secretaría de Cultura del DF como corrector y revisor de publicaciones culturales. Ha participado en la organización de la Feria del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, las II Jornadas de Poesía y Poetas de América y en el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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