De un tiempo para acá veo moscas, veo moscas en todas partes. Moscas, larvas de mosca, cabezas de mosca y asquerosos pelos de mosca. Moscas que se paran sobre mi piel como si fuera su casa, se lavan las manos e improvisan un día de campo entre mi diminuto vello dorado, en compañía. Veo moscas que vuelan alrededor del foco que cuelga del techo o paradas sobre la pantalla de mi lámpara, huevos que dejaron en la manzana que mordí la semana pasada y en mi ropa sucia. De tal suerte que ya no sé si les atrae mi dulzura o mi putrefacción.

moscas_darrenk.jpgMe rehúso a matarlas, miro constantemente la sección del periódico que está en el suelo de la habitación, lo tomo, lo enrollo, no puedo. Una vez le puse nombre a una de ellas, Carmela, como yo, era chiquita, de color gris, se paraba siempre sobre mi ojo expuesto. Yo aguantaba la respiración para que no se moviera, entonces me ponía a platicar con ella muy bajito. Me gustaba la idea de tener una amiga. Tengo el corazón de mi madre.

Carmela se murió a los dos días, para entonces ya estaba grande y gorda, era negra, con unos enormes ojos de color anaranjado. Cuando vi que ya casi no se movía la tomé entre mis dedos y la aplasté. Tengo las manos destructivas de mi abuelo. Luego la coloqué dentro de la caja rosa de un anillo, me dio tristeza verla ahí acostada sin poder moverse. Lloré.

Después me di cuenta de que estaba triste por mí y no por ella. Tengo el riñón egoísta de mi hermano. Siempre me llamaron la atención las cosas que respiran pero no hablan. La razón es muy simple, sólo les tienes que dar de comer, y acariciarlas de vez en cuando, con eso basta para tener un amigo de por vida, algo que se ajusta a la medida de lo que eres, como un guante hecho a la medida. Los que respiran y hablan no son así, puedes regocijarte en una entrega incondicional, y eso es, incondicional, sin estar segura de que obtendrás algo a cambio. Si acaso podrías retenerles durante algún tiempo mediante el sexo o el dinero, pero la única certeza que es justo tener, es la de que cuando la cartera se vacíe o el cuerpo haya dado de sí volverás a la solitaria naturaleza de siempre.

El ser humano es un ser solitario, nace solo, llora solo, carece de la capacidad de compartir del todo sus pensamientos, carece del coraje para confesar y exponerse por completo. Con mis amigos animales es más sencillo, porque a ésos si puedo domesticarlos. Esto significa, asegurarte de fomentar en ellos un inmenso temor, que les diga instintivamente que sin ti, su único destino posible es la muerte. Para estar segura de ellos tengo que estar segura de que me necesiten.

moscas_jomeriano.jpgPor eso decidí que iba a necesitar un amigo más duradero que Carmela, de ser posible reciclable, por eso salí al mercado y me compré un patito. Ya no compro perros, son muy sucios, ni gatos, son muy independientes, tampoco conejos, son demasiado libidinosos. Y no es que atente contra las decisiones de la naturaleza, pero esos animales me recuerdan a personas sucias, independientes o libidinosas.

Le puse Juancho a mi patito, no hay ninguna razón en especial, simplemente me pareció nombre de pato. Tengo el sentido vulgar de miss Antonia. Improvisé una caja de zapatos con tres hoyitos en un lado para que pudiera respirar. La idea se la robé al principito, si tuviera su imaginación, podría pedirle a un piloto que me dibujara un amigo, pero apenas pienso en la idea y me parece ridícula, ¿como es posible ver a un cordero a través del punto negro en una hoja de papel?, sería lindo, pero no deja de ser estúpido, la ingenuidad es un privilegio que no todos tenemos, si es que existe un creador, este selecciona sus obras favoritas para asegurar su felicidad, les da el regalo de la inocencia. Por ello estoy segura de que somos la más detestada de todas sus creaciones. Tengo la ruptura analítica de mi tío Emilio.

Cuando Juancho ya estaba más grande, compre una correa de las que se usan para perros muy chiquitos, delgada y de color rojo, se la puse en el cuello para sacarlo a pasear a la calle. Las personas se me quedaban viendo, pero se me quedan viendo todo el tiempo, así que no me importaba. El pato iba haciendo “cua, cua” por toda la calle, moviéndose sin sentido hacia uno u otro lado. Le gustó mucho la fuentecita que está en el parque, es el mejor amigo que he tenido.

Llegando a la casa le daba de comer casi siempre granos de elote, es lo que más le gustaba, aunque algunas veces se encontraba un gusano y se ponía muy contento. Después abría un libro de los hermanos Grimm y le leía una o dos de sus siniestras historias. Mi pato no las entendía, no soy tan tonta como para tener esa ilusión, pero era una manera de no leerlas sola mientras Juancho revoloteaba por el cuarto.

A mi pato lo mató un gato de la calle que a veces se metía por la ventana. Cuando desperté vi al gato sobre mi amigo, el piso estaba manchado con su sangre. No me podía mover, me quedé viendo un rato más hasta que, sin poder evitarlo, tomé la correa roja y se la puse en el cuello al gato para que no pudiera escaparse. Tengo la naturaleza vengativa de mi padre. Abracé al gato sobre mi cama y lo apreté hasta que no respiraba más, mis brazos acabaron arañados y con un poquito de rojo que era mío.

El gato se quedó en el suelo, nunca lo moví de ahí, aunque apestara, no me importaba, era la prueba de que quería a mi amigo, luego el cuarto se empezó a llenar de moscas, larvas de moscas y cabezas de moscas, una vez le puse nombre a una, Carmela, como yo.

moscas_protect.jpgA veces mi vida parece un calvario que se repite interminablemente, a veces me dan ganas de cortar todo de tajo y salir corriendo. Después se me ocurre que aunque corra mil kilómetros acabaré en otro cuarto con una lámpara, una alfombra apestosa y una mosca que se llame Carmela, como yo. Tengo ganas de vivir y de no estar sola, pero al mismo tiempo quiero desaparecer y darme cuenta de que todos quieren que muera. Ése es el precio de estar viva.

Cuando me ves no me ves, ves el corazón de mi madre, las manos destructivas de mi abuelo, el riñón egoísta de mi hermano, el gusto vulgar de mis maestros, el espíritu vengativo de mi padre. A veces siento que soy un monstruo hecho de los desperdicios de mis muertos, y que hay un gran tornillo que atraviesa todo mi cuerpo, que entra por mi nuca y sale por mi sexo para evitar que me desbarate.

Así nací, no quiero dar ni recibir perdones, no soy particular por que aunque estoy sola no soy única. Sé que el estado de destrucción al que estoy condenada es el peso de un odio, no de un miedo. Tú también eres como yo, aunque entierres a tu prójimo lo llevas arrastrando, pegado a ti, cocido con un hilo inquebrantable que se encaja cada vez más profundo en tu piel. Todos estamos hechos de partes de muertos que se negaron a quedarse en la tumba, tenemos encarnadas en el cuerpo las piezas que apestan a putrefacción y nos condenan a continuar con una vida que no da lugar a tomar una elección. Aprieta tus tornillos para no desbaratarte. Eres un monstruo.


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Ilustraciones:
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Alejandro Quiroz (Ciudad de México, 1984). Estudió Comunicación en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Ha actuado y dirigido "Los árboles mueren de pie" y "Nostalgia", un homenaje a Mario Benedetti. En 2010 recibió el Premio Estatal de la Juventud por su cuento "Tubos de Neón". 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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