No es la materia del reyr como la del llorar;
que esta es cifrada y aquella, esparcida y difusa;
y las cosas que mueven a llanto se reducen a
número cierto, mas las que a risa, no tienen
número de muchas que son.

El Pinciano


Risa, burla, escarnio, broma, gracejo, felicidad, shandy, risueño, invectiva, placer, burlesco, diversión, sonrisa, chiste, grotesco, sátira, comicidad, juego, chanza, festivo, dicacidad, jocoso, payasada, cábula, comedia, pulla, donaire, ironía, ridículo, hilaridad, humor, mordacidad, chocarrero, carcajada, socarronería, parodia, carnaval, divertimento, agudeza, gracia, alegría, locura... Aunque dispersos, los referentes a los que estas palabras aluden están indudablemente unidos entre sí. Están entrelazados con fuerza, sin embargo, la naturaleza del lazo que los une es difícilmente definible. Cada una de estas palabras remite irremediablemente a las otras; se relacionan entre sí o se oponen (como el modelo a su imagen reflejada en el espejo) de modo que tenemos un conjunto de objetos que pertenecen a la misma familia. Familia que intuimos y conocemos muy bien porque transitamos a través de ella en nuestras vidas cotidianas, en el lenguaje, en los libros, la pintura, el cine... pero sólo de forma incierta y borrosa, porque no existe un concepto que englobe satisfactoriamente a los anteriores. Son, usando palabras de Borges: demasiado distintos y demasiado parecidos.

Toda esta bruma se alza ante una sencilla pregunta: ¿Qué es la risa? Al escucharla, un ímpetu se apodera de la lengua como si la respuesta, de tan obvia, pugnara por salir. Y es que nos reímos con gran frecuencia, ¿cómo no conocerla bien? Quizás hayas sacado líquido por la nariz al escuchar alguna broma obscena, o te hayas desternillado de risa con la lectura del Quijote o hayas hecho reír a alguien con un gag para la página www.9gag.com. Sin embargo, ese primer impulso que quiso responder la pregunta se puede ver nublado por algunas tempranas dudas: ¿Qué tiene que ver la risa de un chiste con la que provocan los dedos en la piel del cuello, el torso, los sobacos y los pies? o ¿por qué será que el amor aparece siempre en la sonrisa de una irresistible boca? o ¿cómo explicar esa mueca, entre risa y carcajada, que surge en medio del mayor éxtasis sexual? Una ojeada a una biblioteca trae a la luz algunas cuestiones más: ¿Existen los agelastas, personas que nunca ríen?, ¿qué tiene de nefasto la risa, que llevó a Platón a excluirla (junto con la poesía) de la República y a Protágoras a censurarla completamente?, ¿por qué el nombre de la risa sardónica fue tomado de la muerte provocada por la ingestión una planta venenosa, la sardonia?, ¿es posible morir de risa, tal como, según el diccionario de Covarrubias, sucedió con el filósofo Philémon; o no, como lo niega Joubert en el siglo XVI, con total erudición en materia clásica, anatomía y ciencia de los humores, en su Tratado sobre la risa1?

mas-alla-de-las-murallas-02.jpgVolvamos a la pregunta inicial: ¿Qué es la risa? El humor, la comicidad y el ingenio son los estímulos con los que más comúnmente se relaciona. Pero incluso ellos son muy diferentes entre sí. Poco tiene que ver el humor negro, que Breton explica con las siguientes palabras: “el humor no sólo tiene algo de liberador, sino también algo de sublime y elevado”, con la risa grotesca y carnavalesca de la mejor tradición rabelaisiana.

Un chiste de humor negro que Breton retoma de Freud: “El condenado que se lleva a la horca un lunes grita: ―¡Esta semana sí que empieza bien!” (Breton, 12) Otro, de la veta carnavalesca de Sade: “―Permitidme deciros, madame, que en esa enorme catedral vuestra no hay órgano que no parezca pequeño [...] ―Bueno ―dijo la madre Delbène―, no os quejéis del océano sólo porque disponéis de una barca pequeña” (Sade, 30-31).

El primero encaja dentro de lo sublime; el segundo, dentro de lo corporal y terrenal. Aunque sería fructífero examinar las minucias del concepto ridiculum de Aristóteles o los detalles de las teorías de Cicerón, Hobbes, Descartes, Hutcheson, Hegel, Kant, Freud, Bergson, Bajtín y tantos otros que disertan sobre el humor (bastante y con mejor suerte se ha escrito sobre esto en otros sitios), no me detendré a hacerlo. Basten estos ejemplos como muestra de que la risa que provocan las diferentes especies del humor puede ser muy diferente.

Esta vez prefiero avanzar por un camino menos visitado: esos otros estímulos, distintos de la alegría, el placer y el humor, que provocan risa.


Vindicta


Según la DRAE, la venganza es una “satisfacción del agravio o los daños recibidos”. La venganza se toma por propia mano y es una forma bárbara de justicia, pues hace lo que debería estar en manos de la ley. La palabra vindicta ―venganza en latín― ha adquirido el matiz de una venganza con más entidad y sustento y reúne dos opuestos que en principio parecían irreconciliables, es una venganza llevada a cabo legítimamente. En el Libro del Caballero Zifar, hay un ejemplo de cómo la risa brota de la vindicta. Después de demostrar su valor como caballero, Zifar se gana el título de rey. Pero sus hijos Garfín y Roboán, ya nacidos en la cumbre, sienten la imperiosa necesidad de demostrar su valor y nobleza. Así que rechazan la vida cortesana y se lanzan a las armas. En una de sus peleas, se enfrentan contra dos traidores: el conde Nasón y su sobrino. Después de derrotarlos en batalla, los llevan ante su padre. El sobrino va con la cara desfigurada y los ojos destrozados por una herida de la espada de Roboán que le atravesó la parte frontal del yelmo; el conde no puede tenerse en pie y va con un muslo herido, sin una mano y con los dedos de un pie mutilados por la espada de Garfín. Aquél no tiene rostro y el otro se arrastra. Cuando llegan ante el rey, éste se burla de sus heridas y toda la multitud que está con él estalla en risas. Se trata de toda una concurrencia que se alegra de una bien merecida desgracia, de la consumada vindicta. Su risa funciona como un justo castigo ―que prefigura el castigo final de la hoguera― y es símbolo de la justicia y la venganza.

mas-alla-de-las-murallas-03.jpgLa situación en que aparece este gesto en el Caballero Zifar puede parecer extraña en un principio, pero no lo es si se toma en cuenta que es parte de la interpretación judeo-cristiana2 de la risa. En la Biblia, aparece como vindicta en la boca del mismo Jehová, que se ríe del hombre castigado: “Si el azote mata de repente, Él se ríe de la desesperación de los inocentes” (Job 9:23) y: “también yo me reiré de vuestra calamidad, me burlaré cuando sobrevenga lo que teméis” (Proverbios 1:26).


Crueldad

Cicerón dice que no hay que reír de los miserables porque más bien son dignos de mover a la misericordia (Cicerón, 92-93). Pero lo cierto es que la risa también se ceba con la desgracia de los otros. En La tribu de los acantilados, Peyramaure deja ver la crueldad de la tribu de la siguiente forma:

 

Adulah, tendida junto a mí, me contó partiéndose de risa el suplicio del oso: habían tenido que molerlo a palos y lacerarle el hocico para dominar su cólera; Hanko había tenido que hacer tres intentos antes de conseguir matarlo; el animal aún se debatía cuando le había clavado el cuchillo en la garganta [...] Fue un espectáculo de lo más divertido. (Peyramaure, 225)

 

Después de finalizar la narración, Adulah, excitada, intenta satisfacer sus deseos sexuales con Marah, a quien le está contado la historia. Pero su compañero, un excelente cazador que, sin embargo, se muestra sensible al sufrimiento de los animales, que se niega a orinar en sus bocas o a torturarlos mientras todavía agonizan y que les pide perdón y les da las gracias por tomar su carne, se limita a darle la espalda a la mujer porque siente repugnancia del hecho de que haya obtenido placer a partir de la crueldad a la que se sometió al oso.

Dostoievski también emplea la risa de crueldad en Crimen y castigo. Antes de que Raskolnikov se decida a matar a Aliona, y después de un largo vagar, se queda dormido. Su sueño es un recuerdo de infancia. En él hay una carreta con una yegua muy vieja que aguarda afuera de una taberna. Muchos ebrios salen de ella y se suben a la carreta a sabiendas de que la anciana yegua no podrá siquiera moverlos. Pero el dueño no buscaba trasladarse, eso es un mero pretexto para descargar su ira: “Empuñó el látigo con fuerza, como si saboreara de antemano la voluptuosidad de castigar al pobre animal” (Dostoievski, 95). Después de los primeros golpes, el animal logra avanzar unos pasos, pero eso sólo logra hacer que la golpiza se intensifique. Mientras más se esfuerza es golpeada con mayor intensidad y la crueldad de los ebrios se ceba al saber que todo lo que haga será en vano. Y así sucede, el hecho de que se esfuerce es suficiente para desatar la ira y la risa de los ebrios: “Bajando la cabeza y arqueando el lomo trató de escapar a la lluvia de latigazos, pero no logró ir más rápido. Redoblaron las risas en la carreta y en el grupo” (Dostoievski, 96). Varios de los que pasaban se unieron a la golpiza, y el dueño, en un frenesí cada vez mayor, gritaba que la golpearan con garrotes, vigas, hachas, en los ojos, en la cara. El niño se aterrorizó ante el espectáculo, se lanzó hacia la yegua e intentó cubrirla con su propio cuerpo, pero el animal murió ante sus ojos. Raskolnikov despertó de su sueño sudoroso y agitado. En ese momento, la crueldad del sueño le hizo creer que no sería capaz de blandir un hacha contra la vieja Aliona. Sin embargo, más tarde, la asesinó a hachazos en la cabeza.

mas-alla-de-las-murallas-numancia.jpgAtendamos ahora a La destrucción de Numancia de Cervantes. En esta tragedia, cuando los numantinos se dan cuenta de que el cerco que sufre su ciudad podría matarlos, intentan hacer un trato le proponen a Cipión terminar la guerra de una forma menos devastadora. Una pelea entre los más esforzados soldados de cada bando decidirá quién se quedará con la ciudad. Se trata de una propuesta muy seria de la que depende su vida, sin embargo Cipión se ríe de ella:

 

Donaire es lo que dices, risa y juego
y loco el que piensa de hacello.
Usad el medio del humilde ruego
si queréis que se escape vuestro cuello
de probar el rigor y filos diestros
del romano cuchillo y brazos nuestros (Cervantes, vv. 326)

Cipión califica de “risa y juego” la propuesta de los numantinos. En su opinión, no es sino una cosa ridícula de la que debe burlarse. Hay que entender la palabra risa como una didascalia implícita, como una indicación de Cervantes del tono que el actor debe emplear al pronunciar este diálogo. Se trata, sin duda, de una escena de gran fuerza pues al patetismo de los numantinos, que buscan salvar su vida, les responde una risa fuera de tiempo, manifestación de la crueldad de su ejecutor y del destino que les espera.

Lo que se ha dicho sobre la risa de crueldad es aplicable a otras situaciones. Podemos imaginar al público riéndose al ver morir a un gladiador romano o durante una ejecución en la Edad Media. Nuestra época, por supuesto, no está exenta de la risa de crueldad. Basta mirar las sonrisas de los soldados estadounidenses, en un reciente video que se puede consultar en Youtube, cuando se orinan sobre los cuerpos, ya sin vida, de soldados afganos.


Incertidumbre e inquietud

En este caso no tomaré un texto literario, sino uno filosófico que se inspira en uno literario. Se trata de Las palabras y las cosas de Michael Foucault, que inicia con las siguientes líneas:

 

Este libro nació de un texto de Borges. De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento, trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro. (Foucault, 1)

 

mas-alla-de-las-murallas-04.jpgEl texto de Borges es “El idioma analítico de John Wilkins”. En él se cita una supuesta enciclopedia china. Las categorías en que esa enciclopedia divide a los animales son caprichosas: los que pertenecen al emperador, lechones, sirenas, los que acaban de tirar un jarrón, los que de lejos parecen moscas... Se entiende la enciclopedia como cumbre del saber humano, por ello resulta irónico que ésta se funde en una clasificación tan disparatada. Escribe Borges que: “no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural”. Esa enciclopedia, alejada en el tiempo y el espacio, es un reflejo de la arbitrariedad de nuestros propios sistemas de clasificación. Y es justamente esa revelación del caos en que se funda nuestro entendimiento, lo que hace reír a Foucault. No por comicidad, sino por incertidumbre, por nerviosismo. Esa risa va acompañada, como señala más adelante, de un “malestar”: “Este texto de Borges me ha hecho reír durante mucho tiempo, no sin un malestar cierto y difícil de vencer. Quizá porque entre sus surcos nació la sospecha de que hay un desorden peor que el de lo incongruente.” (Foucault, 3)


Dolor

Megara es un modelo de dolor, pues vio a su esposo, Heracles, matar a sus propios hijos. Es por eso que en su Tratado de la risa Joubert denomina megárica a la risa que brota de dicho sentimiento. Aunque el médico renacentista no habla más de ella, en México contamos con un referente claro de este tipo de risa. Es la escena en que Pepe el Toro, interpretado por Pedro Infante, ríe (o llora) la muerte de su hijo, el Torito. En ella, los recuerdos del hijo jugando, caminando frente a él, enredado con una bola de estambre y riendo alegremente, se mezclan con la realidad, con el cuerpo muerto que sostiene entre sus brazos. La risa alegre del padre feliz por ver a su hijo en los recuerdos se va transformando, se va deformando en una risa escalofriante llena de dolor y locura. El padre se encuentra fuera de sí mismo. La felicidad que esos recuerdos le dieron en su día es proporcional al pozo de dolor en que lo hunden ahora. Como dice una voz: “Se quiere morir con su hijito, se quiere morir con él”. La escena y la actuación son magistrales. La dificultad de mezclar risa y llanto se ve recompensada con un espectador impactado que no percibe esta unión como un capricho, sino como una verdadera expresión del más profundo torrente de dolor.

Después de hacer este recorrido, queda la impresión de que no nos encontramos frente a una misma cosa. Más que ver los retratos de un solo ser, parece que asistimos a una galería que guarda las imágenes de una amplísima familia de parientes lejanos, extravagantes y monstruosos. Ante este desfile cabe hacerse una pregunta: ¿Es justo llamar a estos fenómenos tan distintos con el mismo nombre de risa? Tal vez deberían emplearse (así como para cada una de estas emociones se usa un nombre distinto: tristeza, alegría, dolor, cosquillas, incertidumbre, inquietud, placer sexual) diferentes nombres. Sin embargo los seres humanos respondemos con el mismo gesto, esa elevación de los labios, a emociones y estímulos tan diferentes. Y es ese gesto el que, como una metáfora, une emociones tan contradictorias.

mas-alla-de-las-murallas-05.jpgUna de las razones por las que Platón expulsa la risa de la República es porque con ella el individuo pierde el control sobre sí mismo. Aunque se refiere específicamente a la risa que provoca la comedia, su afirmación podría hacerse extensiva a los demás tipos de risa. En los retratos mostrados anteriormente, la risa aparece cuando el individuo está sometido a un poder que no controla. Ríe cuando se ve llevado al extremo de sí mismo por el placer, el amor, la alegría o el dolor.

Además de estar más allá de las murallas de la República, la risa y la poesía tienen algo más en común. Platón expulsa a la poesía por ser engañosa. Y es que las palabras en un poema son ambiguas, un solo significante ―para retomar la terminología de Saussure― puede representar varios significados. Este mecanismo que, en principio, como bien señala Platón, es engañoso, es una de las grandes potencias poéticas. La risa también es engañosa de esta misma forma. Así como una palabra en un poema puede aludir a múltiples significados, la risa puede brotar de diversas emociones. Gracias a esto, la poesía crea puentes, hace visibles lazos ocultos, exhuma relaciones soterradas entre las cosas. Pero ¿qué relación existe entre coqueteo, incertidumbre, placer, felicidad, etcétera? En el cuento “El hallazgo de Aviaya”, del escritor danés Jorn Riel, hay una anciana que, decepcionada o cansada de la vida, busca la muerte por congelamiento sentada en el hielo. Cuando intentan convencerla de que desista de su afán, la vieja “quiso reírse pero el frío se había agarrado a la laringe. La risa se convirtió en una serie de sonidos, casi como el croc-croc del colimbo ártico” (Riel, 56). Después de una intensa y sutil discusión, logran convencerla de que su ayuda sería útil para cuidar a un bebé en una casa donde sólo hay hombres adultos. Esa razón, ese nuevo propósito con el que se encuentra a sí misma, hace que Aviaya por fin se deje rescatar y suba al trineo: “La envolvieron en las pieles calientes de reno y pronto el cuerpo comenzó a estremecerse de dolor a la medida que iba descongelándose. Ella se reía y se quejaba simultáneamente.” (Riel, 57) Mientras se encontraba en el hielo, el diálogo con Aviaya era con la muerte misma. La abulia del alma tiene su paralelo en el frío que sufre el cuerpo; ambas provocan que no sienta dolor y sea incapaz de reír. Es sólo hasta que encuentra una razón que le da sentido a su vida que esas dos cualidades humanas se manifiestan de nuevo en ella. Risa y dolor podrían ser antagonistas, pero aparecen juntas cuando vuelve a la vida. A través de la risa pueden salir a la luz las emociones desbordantes, porque son parte de lo mismo: de esa otra cosa que no es la muerte. Diferentes en apariencia, son en principio iguales. Como el uno y el seis, caras del mismo dado.

 

Notas: 

1 Hay, para desdicha de Joubert y según descubrí en un reciente documental, un caso actual y bien documentado de una persona que murió de una insuficiencia cardíaca o respiratoria después de haber reído sin descanso durante varios días.

2 En la Biblia hay varias interpretaciones sobre la risa. Una de ellas es, como se ha visto, la vindicta. También hay una risa alegre y benigna que le da nombre a una figura tan importante como Issac. Cuando Jehová le dice a Sara que será madre (Génesis 18:12), ésta se ríe porque duda si podrá tener ese deleite siendo su esposo ya viejo. Gracias a esta risa (sakhaq en hebreo) alegre de Sara, se nombra así al hijo. Por otra parte, hay una risa, laag, que se identifica con la burla, el escarnio y la necedad. En Eclesiastés 7:4-6 se lee: “El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios. Porque la risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla.”


Bibliografía:

Anónimo, Libro del Caballero Zifar, ed. Cristina González, Rei, México, 1990.
Borges, Jorge Luis, Otras inquisiciones, Alianza Editorial, Madrid, 2001.
Breton, André, Antología del humor negro, trad. Joaquín Jordá, Anagrama, Barcelona, 2005.
Cervantes, Miguel de, La destrucción de Numancia, ed., introd. y notas de Alfredo Hermenegildo, Castalia, Madrid, 2001.
Cicerón, Acerca del orador, tomo II, introducción, versión y notas de Amparo Gaos Schmidt, UNAM, México, 1995.
Dostoievski, Fiodor, Crimen y castigo, Porrúa, México, 2007.
Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, trad. Elsa Cecilia Frost, Siglo XXI, México, 2008.
Joubert, Laurent, Tratado de la risa, trad. Julián Mateo Ballorca, Asociación Española de Neuropsiquiaría, Madrid, 2002.
Peyramaure, Michael, La tribu de los acantilados, trad. Teresa Clavel, Grijalbo, Madrid, 2004.
Riel, Jorn, “El hallazgo de Aviaya”, en Cien años de cuentos nórdicos, antología preparada por Eva Liébana et al., Ediciones de la Torre, México, 2011.
Sade, Julieta, en Obras completas del marqués de Sade, trad. Paul Gillette, Edasa, México, 1978.

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Eduardo Santiago Ruiz (Ciudad de México, 1983). Es licenciado en Letras Hispánicas y maestro en Humanidades por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha publicado en revistas como Destiempos y Verso destierro. Actualmente está estudiando un doctorado en Filología Áurea y Medieval y escribiendo un libro de literatura para nivel preparatoria.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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