Searching for Sugarman
Director: Malik Bendjelloul
(Suecia / Reino Unido, 2012)

 

sugarman-cartel.jpg Cara exhausta o capullo de primeras arrugas. Cara casi de pimiento. Cara color de madera húmeda. Cabello largo como de etnia sioux. Anteojos oscuros contemporáneos. Sombrero negro. Gabardina y botas negras. Espalda recta de errante que camina batallando con la nieve de Detroit. En el silencio urbano de una blancura rodeada por venas secas de árboles perezosos, la marcha de Sixto Rodriguez resulta enigmática y voluntariosa. También hay voluntad en el recorrido de una cámara que sigue a quien fungió como working class man mientras su música trascendía entre generaciones que padecieron el apartheid sudafricano. Sólo que él ignoraba que sus canciones eran símbolos para la juventud de un país remoto donde muchos pensaban que el compositor de “I wonder” había fallecido. Y en realidad, como revelaría Buscando a Sugar Man (2012), primer largometraje de Malik Bendjelloul (Suecia, 1977), únicamente hacía falta un encuentro entre el artista y su público.

Buscando a Sugar Man es una película con dos personalidades. Primero es función y ritmo de crónica. Es periodismo que acude al testimonio diverso para socializar y valorar las capacidades de un músico ahora comparado con Bob Dylan. Es sentido lúdico que evoca a Ciudadano Kane (Welles, 1941) porque la cámara primero sigue a un reportero (Craig Bartholomew Strydom) y a un vendedor de discos (Stephen “Sugar” Segerman) que encontraron las primeras pistas de tanto escuchar canciones y de tanto leer información en carátulas. No es el documental que busca, sino la recreación de la búsqueda anunciada desde el título. Es el simulacro de un hallazgo que fue conmoción colectiva. Un ejercicio polifónico que quiere ser sentimiento revivido, exteriorizado, valorado, verificado (“follow the money”, dirá el periodista a la manera de Todos los hombres del presidente), cuestionado (encuentro con Motown) y evocado también por la imagen a través de metraje de archivo, animaciones y campos vacíos que establecen lazos visuales entre Detroit y Cape Town. Es la respuesta suficiente, pero nunca totalizadora (como lo intentó Kevin McDonald con Marley), a cuestionamientos como quién fue Rodriguez, por qué la capital sudafricana adoptó su obra y qué hizo la industria con él.

sugarman-01.jpg Al temple periodístico le sigue un carácter plástico. Si bien la anécdota de dos hombres que buscan descubrir si un artista sigue con vida resulta del ensamble de testimonios a cámara, archivos musicales y visuales, y composiciones de espacios urbanos, Malik Bendjelloul optó por hacer de la raíz documental una expresión lírica con la cinematografía de Camilla Skagerström. La vida interna de los encuadres establece vínculos entre Detroit y Cape Town. Enlaza la ciudad que dio origen a una identidad musical con la ciudad que cobijó a una mentalidad receptora. Como el propio Rodriguez, la cámara encarna una condición errante. Su estética minimalista de recorridos y paneos esboza emociones, crea movimiento o añade lirismos y apelaciones como en ese plano en que el músico camina sobre la nieve para dejar atrás un muro callejero y revelar un paisaje casi impresionista de nieve e inmuebles industriales.

Buscando a Sugar Man es anécdota y significado. Sus personalidades imbricadas se enriquecen mutuamente. La mirada periodística interpreta con voces prosaicas de obreros que trabajaron junto a Rodriguez y que afirman que “trascendió lo mundano” o que era como “un gusano de seda” por su capacidad de convertir lo ordinario en extraordinario; voces de familiares que exponen la vida austera del músico durante cuarenta años en la misma casa de Detroit. La mirada cinemática, por su parte, traduce testimonios carentes de metraje para convertirlos en insertos animados donde el músico aparece en contraluz cuando llega al aeropuerto de Cape Town como si la imagen deseara preservar el halo de ensoñación de ese momento. La mirada cinemática también es un gesto simple, y quizás forzado, como el de un letrero en pantalla que desaparece cuando lo “alcanza” el oleaje. La mirada cinemática actúa a distancia para no intimar demasiado al grado de presentar sólo un par de primerísimos planos que incluso fragmentan la cara de Rodriguez.

sugarman-02.jpg Impresión descriptiva de la crónica. Poesía apelativa de la cámara. Buscando a Sugar Man no es una monografía. Tampoco es una lectura en voz alta con ilustraciones como la inexpresiva When You're Strange (DiCillo, 2009). Es un testimonio de fascinación que elige el ritmo de la crónica para plasmar una peripecia que no puede asirse por completo. El documental quiso compartir la experiencia de un esfuerzo. No intentó explicar las condiciones iniciales del caso ni pretendió convertirlo en drama a pesar de que incluye funciones musicales tan redundantes que parecen meros ornamentos frente al discurso autónomo y coherente de las composiciones de Rodriguez. Malik Bendjelloul logró un flujo visual intensificado porque renunció a la documentación exhaustiva del periodismo en profundidad y clausuró la catarsis. Mejor conservó la esencia enigmática del personaje. Hizo del filme una sugestión que buscó tener tanta vitalidad como la música del artista.

Víctor Roura relató el derrumbe de las ideologías en la música popular (Los profetas caídos) bajo el supuesto de que la imposición del gusto ocurrió cuando los públicos cantaron lo que ofrecía la industria en lugar de asumir la música como parte de su identidad. En el albor de esta sociedad del espectáculo (Guy Debord), los álbumes Cold fact y Comig from reality llegaron a Sudáfrica para devenir componentes de una mentalidad que aspiró a transformar las estructuras sociales. Buscando a Sugar Man recuperó materiales de esta coyuntura, como aquel concierto-comunión de 1998, quizás para sugerir que Rodriguez es parte de ese reducido grupo de músicos que perteneció verdaderamente a su público.

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Rodrigo Martínez (Ciudad de México, 1982). Es doctorando en Ciencias Políticas y Sociales (Comunicación) por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha publicado en las revistas Punto de partida, El Universo del Búho, Viento en vela, La revista y Periódico de poesía, y en los espacios culturales de los periódicos El Financiero y El Universal. Es profesor de asignatura en la FCPyS y colaborador de la revista electrónica F.I.L.M.E <www.filmemagazine.mx>.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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