Trans-Americanity: Subaltern Modernities, Global Coloniality,
and the Cultures of Greater Mexico

José David Saldívar
Duke University Press
Durham, Carolina del Norte, 2012


 



En un momento en que Estados Unidos se enfrentó problemas acuciantes relacionados con la ubicación de la cultura chicana, José David Saldívar publicó Border Matters (1997). Frente a los problemas de representación y expresión en una fascinante y diversa gama de medios culturales, arte y literatura, Saldívar desafió la tradicional imagen concebida de homogeneidad de la cultura popular de Estados Unidos. Hoy cuando los estudiosos chicanos intentan reformular ámbitos teóricos y repensar las categorizaciones de la realidad literaria frente a una globalización desenfrenada del hemisferio occidental, el trabajo de Saldívar es, una vez más, intrigante y oportuno. La síntesis analítica presentada a continuación, en vez de ser un resumen de capítulos, pretende abordar las más destacadas premisas del reciente proyecto de José David Saldívar en Trans-Americanity: Subaltern Modernities, Global Coloniality, and the Cultures of Greater Mexico (2012).

Al abordar la invención de Martí del Sur del Hemisferio Occidental conglomerado en “Nuestra América” en 1890,  José David Saldívar logra con Trans-Americanity: Subaltern Modalities, Global Coloniality, and the Cultures of Greater Mexico (2002, próximamente traducido al español), enlazar el pensamiento filosófico de Martí con la de los sociólogos históricos actuales Aníbal Quijano e Immanuel Wallerstein. El neologismo que aborda “Americanidad” (“Americanity”), se concibe a partir de la opresión que llega de los advenimientos coloniales, ya sean éstos la trata de esclavos, la clasificación racial colonial o la explotación industrial. La concepción de “americanidad como concepto, explica Saldívar, surgió a raíz de la “colonialidad” durante una era de globalización moderna”. Como lo explica genialmente Saldívar en su libro, las categorizaciones de raza y origen étnico no fueron los cimientos de las construcciones sociales sino hasta después del contacto americano con Europa. Esta “americanidad”, por consecuencia, está íntimamente conectada con el aparato colonial. Si el nexo colonial ha sido ampliado y modernizado, emerge entonces un materializado sistema-mundo global que se observaba en la expansión de la comunicación global y las incongruencias latentes entre mano de obra, capital y Estado. Este concepto de estructura social sirve como base analítica de la que se sirve magistralmente Saldívar para esclarecer cómo las letras americanas reflejan esta realidad socio-económica en todo el hemisferio americano. Por lo tanto, lo que él llama “la literatura de americanidad del Sur Global” ha dado un giro repentino: “toma posesión de lo que ha sido desposeído”, en sus palabras (traducción propia).

La estrategia literaria de Saldívar al abordar la literatura “latina” y latinoamericana (lo que él llama “El Sur Global”) encaja vertical y horizontalmente en marcos “trans-americanos”. De tal modo que el punto de partida de Trans-Americanity es el trabajo que abordó anteriormente en Border Matters, registrado claramente en el cuarto capítulo de su nuevo libro. En este capítulo Saldívar sugiere una lectura puntual subalterna usando como modelos al autor John Rechy con su novela The Miraculous Day of Amalia Gómez y al cantante El Vez (juego de palabras de “Elvis”). Con estos dos claros ejemplos, Saldívar sugiere que se crea un conocimiento subalterno que desafía, desde una posición marginalizada, la supuesta homogeneidad del público estadounidense. Partiendo de la premisa de que esta lectura comparativa sugerirá cambios en lo que llama un emergente campo de estudios “Trans-Americanos” (89), en su nuevo libro Saldívar amplía sus métodos y observaciones, al punto en que prevé la colisión entre una región tridimensional. “Americanidad”, un término que Saldívar expone como “el regreso a las raíces y las rutas de la modernidad, la globalización y el sistema-mundo capitalista” (xii) y “trans-americanidad” son concebidas como las entidades convergentes del norte y el sur.

Indagando en el lenguaje vernáculo y las formas anti-ortodoxas de archivar la historia poscolonial, las piezas que selecciona para su libro proponen una lectura de resistencia. Saldívar muestra entonces cómo la subalternidad reacciona contra el patrón de poder colonial o lo que él llama, “colonialidad del poder”, producto de un “sistema-mundo moderno”. Si un ejemplo de resistencia es la re-inscripción de la historia que ha caído en el abismo del olvido, al leer a Sandra Cisneros en el capítulo último Saldívar toma nota de cómo la traducción de su trabajo ha preservado indicios de la cultura del “Sur Global”. Si se toma nota de la traducción magistral que la novelista mexicana Elena Poniatowska hace de La casa en Mango Street (The House on Mango Street, 1991) de la chicana Cisneros, se concede el argumento de que los esfuerzo literarios y de archivo entre los Estados Unidos y México convergen para reflexionar sobre cuestiones de mexicanidad dentro y fuera de la nación mexicana. A partir de tal punto, no obstante, Saldívar sugiere que se lea Caramelo: Puro Cuento (2003), la obra más reciente de Cisneros, para entender en qué nivel la historia y la literatura estrechan lazos dentro de los espacios territoriales de México y los Estados Unidos. Saldívar relaciona la narración de viñetas de la protagonista y el tejido de los rebozos con la retención de datos de los quippus incas. Estos objetos preciados de la protagonista de Caramelo, junto con aquellos de sus antepasados, otorgan una reflexión profunda sobre la memoria del archivo que va en contracorriente a la de la modernidad. Si ambas clases de objetos pertenecen a mundos distintos, éstos convergen y se mantienen en diálogo para rescatar indicios históricos perdidos en una lacunae de memoria colectiva.

La memoria es un proceso selectivo. Como consecuencia, estipula Saldívar, se convierte en un recurso que la hegemonía ha controlado tradicionalmente bajo el estandarte de democracia. La última guerra de independencia cubana terminaría en 1898 con la ocupación de Estados Unidos a pesar de los deseos patrióticos del apóstol de Cuba, José Martí. Saldívar revisa este capítulo de la historia, olvidado por la historia norteamericana, con más detención en el capítulo 3, donde ofrece un lente comparativo teniendo en cuenta la intervención subalterna y testimonio del ex esclavo, Esteban Montejo, así como la participación de su interlocutor, Miguel Barnet.

Enfocándose en premisas del lenguaje específicamente, es en el primer capítulo donde Saldívar interrelaciona Boderlands de Gloria Anzaldúa, con Parrot in the Oven de Víctor Martínez y The God of Small Things de Arundhati Roy. En este capítulo, Saldívar aísla los casos imprescindibles de la variedad vernácula dentro del campo diversificado del desarrollo narrativo que se toman prestados de otras estructuras culturales internacionales dentro de Estados Unidos. Al mismo tiempo, centra la importancia de hermandades colectivas en torno al lenguaje, pero también de una afinidad con el otro en lo que respecta al parentesco subalterno, la cultura de la subalternidad o bien, un “conocimiento compartido en lo que concierne el mundo social” (traducción propia, 6).

Si las estipulaciones culturales de Saldívar tienden a inclinarse hacia posicionamientos verticales, éste también consulta lecturas de ámbito horizontal. En el capítulo 6, Saldívar nos informa de dos factores desorientadores que conciernen los vínculos asiático-pacíficos de Américo Paredes y las conexiones cubanas de Rolando Hinojosa. Paredes, que como afirma Saldívar “inauguró no sólo la disciplina multicultural de estudios mexicano-americanos... sino también el interés en los estudios proto-chicano de la frontera en general” (traducción propia, 125), era al parecer también un hombre de infinitas afinidades geográficas. Saldívar concuerda con su hermano Ramón Saldívar en The Borderlands of Culture (2006) que Américo Paredes “trajo” consigo “las ideas de posguerra de otros países de Asia” que éste había visitado durante su carrera periodística con Pacific Stars and Stripes en el Japón de la Segunda Guerra Mundial. Como Darío en París con el modernismo latinoamericano, Paredes trae experiencias transatlánticas al imaginario literario chicano, y se vuelve más sensible hacia las diversas formas de represión en manos de los intereses imperialistas. Como resultado, Saldívar genialmente incorpora el análisis del poema de Paredes, “Westward the Course of Empire” donde se palpa una sensibilidad del autor hacia los juicios de Tokio que atestiguó directamente durante la guerra.

El caso de Hinojosa es menos transatlántico que transnacional debido a sus vínculos con Cuba y la Casa de las Américas. Esta sección del capítulo 6 es particularmente personal ya que Saldívar redacta su experiencia como jurista en la Casa de las Américas para determinar al ganador del premio de literatura latino-estadounidense en 1997. El capítulo se diferencia de los demás pues está adornado con ilustraciones propias de Cuba durante el Período Especial que conoció. Lo personal se palpa en acontecimientos curiosos como cuando medita acerca de un arrogante traductor parisino que al despreciar el campo latino, Saldívar divertidamente corrige y vuelve a poner en su lugar. O bien, éste reflexiona sobre su viaje casi “clandestino” a la isla embargada por Estados Unidos. Dice “casi” aunque tuvo que viajar a Cuba a través de México, al llegar, es una representante del gobierno estadounidense quien le da una cálida bienvenida a la isla. Como él, Saldívar explica, Hinojosa también visitó el famoso país. Al igual que Anzaldúa, Hinojosa quedó impregnado de lo que Saldívar llama una “estética vernácula” pero en el caso de Hinojosa ésta fue “cubana”.

Los resultados estéticos de las formas transculturales del Caribe y la región “Greater Mexico” se ejemplifican con el uso del “choteo” como concede Saldívar (149). En Klail City y sus alrededores, Echevarría ofrece una lección de cubano-chicano-español imbuido con gran humor, pero la transculturación que señala Saldívar en Klail City no termina ahí. Saldívar señala que tal transculturación se desarrolla tras su entrevista con el actual director de la Casa de las Américas, el ensayista y escritor Roberto Fernández Retamar, quien deliberadamente toma nota de las asociaciones planetarias entre Frantz Fanon y Ernesto “Che” Guevara. Lo que Saldívar llama un “pensamiento tricontinentalista” que permite al estudioso hacer pertinentes puentes entre regiones e identidades y enfatizar la enriquecedora diversidad de estos intercambios culturales. Mientras la investigación de Saldívar permite a los críticos catalogar a ambos autores en diferentes ámbitos geográficos, Saldívar también recalca que tales estudios sirven para interrogar el “limitado concepto anglosajón centrado en la tradición literaria”. Este ejercicio vuelve a situar a los autores mencionados en una “tradición Trans-Americana” (137) que incluye fronteras tanto verticales como horizontales.

La última premisa que elucidaré, que quizás también es la más pertinente de acuerdo a los cambios globales a los que se enfrenta el hemisferio occidental (realidad que focaliza Saldívar en su nuevo libro), es la correlación que emplea éste entre las tradiciones literarias e históricas de los variados autores que elige y la conceptualización del sistema-mundo de Quijano y Wallerstein. En sus conclusiones, Saldívar continúa trazando un camino sistemático que elucida la existencia de un planeta cada vez más entrelazado. El criterio para entender los nuevos sistemas de este planeta emergente será la comprensión de su naturaleza heterogénea, y sus vínculos transculturales fluidos y continuos. Su codificación sistemática se intuye en la literatura de los participantes de este mundo global. La existencia de las expresiones literarias de esta naturaleza es la base del análisis de este libro, pero es también una indicación de que nuestros espacios hemisféricos se tornan (y lo han venido haciendo desde hace tiempo) hacia lo que sugiere Saldívar es una emergente realidad Trans-Americana.  
 


Ilustraciones:
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Sarah Quesada. Es estudiante de posgrado en la Universidad de Stanford. Es candidata para el doctorado en Literatura Colonial, Contemporánea Latinoamericana y Latina. Se especializa en letras caribeñas hispanas y latino-estadounidenses. Su tesis se centra en  documentales y textos que incluyen estudios sobre la raza, la diáspora africana y vínculos transatlánticos. También organiza eventos culturales para el Centro de Estudios Latinoamericanos y el Centro de Estudios Africanos en Stanford.

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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