Breves autopsias
Benjamín Barajas
Cuadrivio
México, 2013


 

Edulcorar las buenas maneras ha sido la tarea del saber tradicional. No hay pueblo que no haya practicado alguna expresión fraseológica en aras de la didascalia moral —o incluso moralina—, ni persona ajena a la lección del proverbio, el refrán o la sentencia. Para éstos, la misantropía sería ese escollo que impide el bienestar utópico de la sociedad. Una mácula que deviene en lastre. Su enseñanza se erige entonces contra los vicios inherentes del hombre.  Pero, junto a esta tradición del “buen gusto”, ha crecido subrepticiamente una voz disidente que se encarga de elogiar aquello que tradicionalmente es causa de vituperio. Una tradición de insolentes, de provocadores y trasgresores cuya arma principal es la ironía, el sarcasmo, la parodia o la maledicencia. Una tradición disidente que tiene entre sus dagas preferidas la del aforismo.

Se trata de una escritura de la madurez, que reclama en el lector un bagaje cultural específico para entablar el diálogo. Género liminar que tramonta de la filosofía a la poética. Una literatura de ideas, pero más aún de evocaciones, de sugerencias. Breves autopsias de Benjamín Barajas se inserta en esa tradición radical, muchas veces incomprendida y más aún vilipendiada. Esa tradición que exige en el lector un amplio criterio porque parece que va siempre contra natura. El prólogo del libro, por ello, es una advertencia de raigambre baudeleriano: “La lectura de este libro es apta para todo público y la interpretación de sus dichos es responsabilidad exclusiva del lector. Se recomienda discreción”.

La ironía es, desde el principio, el punto de partida de las autopsias. No es, como apunta el prólogo, una lectura para “todo público”, ni la interpretación responsabilidad “exclusiva del lector”. Sólo quien posea los referentes literarios, filosóficos o históricos podrá ser parte de esta ruta cultural por la misantropía. En este sentido, la exclusividad interpretativa del lector es un escarnio vedado, pero también un carpetazo a la solemnidad y a los hábitos de lectura. Quien se acerque a Breves autopsias desprevenido encontrará un acervo de frases ponzoñosas, pero no su trasfondo: una crítica a valores como el amor, el matrimonio, la amistad, la religión, la familia y un largo etcétera. Son una suerte de antiproverbios encargados de elogiar el lado menos luminoso de nuestra existencia: “El adulterio debiera reverenciarse porque prueba que al menos en uno de los cónyuges no ha muerto el deseo”, “Las religiones se propagan como pestes, entre los pobres”, “No comemos cerdo por temor al canibalismo”…

Las autopsias de Barajas pasan revista a aquellos valores que, si bien no están en desuso, les urge una reconsideración y un desenmascaramiento acorde a los avatares y las vicisitudes de la época. Son breves, y por ello mismo, inconmensurables. Flechas envenenadas como el propio autor apunta. El aforismo es radical precisamente porque esa brevedad que privilegia no explica, sólo sugiere; cuestiona sin llegar al argumento, critica sin afán de profundizar.

Breves autopsias se divide en seis secciones: “Prólogo”, “Ojos de Medusa”, “Apuntes del misántropo”, “Los besos del reptil”, “Monodiálogos” y “Epílogo”. En todas, la brevedad y la ironía son características centrales, pero cada uno responde a inquietudes diferentes. “Los ojos de la Medusa”, por ejemplo, petrifican con una frase los dogmas de la religión, los lugares comunes de la vida en pareja o los prejuicios del intelectual: “Los grandes poemas amorosos son verdaderos manifiestos de la miseria humana”, “La incredulidad, la desesperanza, la decepción… he aquí tres palabras para resumir la vida de un profesor”  “Apuntes del misántropo” extiende las potencialidades del aforismo, la frase aumenta hasta construir lo que el propio Barajas bautizó con anterioridad como “microensayos”:

Cuando José Vasconcelos asumió la rectoría de la UNAM impuso una campaña de alfabetización para el pueblo. Hoy debiera continuarse con ese noble esfuerzo, por lo menos para los alumnos y los  profesores de dicha institución.

“Los besos del reptil” son una serie de visitas y anécdotas de personajes variopintos de la cultura, el arte, la política y demás actores de la actualidad: Duchamp, Maquiavelo, Dante, Schopenhauer, Jane Goodall, el Papa Juan Pablo II, etcétera; “Monodiálogos”, quizá la sección más lúdica, recurre un marcado uso festivo del lenguaje a partir de la apropiación de diversas técnicas del chiste:

Diálogo I:
Periodista: ¿Cuáles son sus problemas?
Cargador: Todos mis problemas los llevo en la espalda.

Por último, el “Epílogo” es una vuelta a la ironía que apuntaba el prólogo. Un epígrafe de Oscar Wilde que remite al desdoblamiento de todo escritor consumado: “Lo que la gente llama sinceridad es simplemente un método por el cual podemos multiplicar nuestras personalidades”.

El humorista, escribió Pirandello, no reconoce héroes. Si el poeta épico o dramático compone un carácter congruente del héroe, al humorista le toca descomponer los elementos integrantes de ese carácter en busca de la incongruencia. Del humorista son las composiciones que se divierten descomponiendo. Así, Benjamín Barajas utiliza el aforismo para invertir los supuestos de la vida consuetudinaria como un divertimento que no está exento de reflexiones o cuestionamientos. El humorista desenmascara con la crítica, libera con la burla. La práctica del humorismo se nutre de la libertad creativa que ofrece la dinámica del juego pues, a decir de Donald W. Winnicott, sólo en éste el hombre puede usar toda su personalidad. El individuo se descubre sólo cuando se muestra creador. Jugar es hacer, es crear y recrearse. Con el juego el hombre se permite la fuga de sí mismo. Con el humor no se juega, se trasgrede y Breves autopsias da cuenta de dicha trasgresión. 

La propuesta de Benjamín Barajas como aforista debe ser atendida ya que se trata de uno de los pocos escritores mexicanos que ha sido constante en el cultivo de este género que, no por breve, es menos complejo (o “género menor” como se le ha tipificado). Breves autopsias es el tercer libro de aforismos de Barajas, le anteceden Microensayos (2004) y Pasión encerrada (2007). El primero fue una suerte de experimento, una entrada al mundo de la brevedad, el segundo depurará la economía verbal que ya en Breves autopsias hace gala de maestría y de ingenio. Constancia y continuidad: en sus primeros libros, el aforismo de Barajas era la búsqueda de un estilo; en éste último, es ya un encuentro apetecible.

 

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Ilustraciones:

marcuscq www.freeimages.com
 


Hiram Barrios  (Ciudad de México, 1983). Cursó la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM e hizo estudios de posgrado en la UAM. Ha traducido del italiano poemas de Edoardo Sanguineti, Roberto Roversi, Bartolo Cattafi y preparó la antología Voces paranoicas de Eros Alesi (Cuadrivio, 2013). Textos suyos han aparecido en revistas y medios impresos de circulación nacional y en las revistas La larva (Colombia), Letralia (Venezuela) y El coloquio de los perros (España). Fue incluido en la antología de poesía 40 Barcos de guerra (Edición independiente, 2009). Es autor del libro de ensayos El monstruo y otras mariposas (Naveluz, 2013).

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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