Traducción de Pedro Caselin


 

Costel era un niño solo en el mundo, puesto que no se sabe si tuvo alguna vez padres. De hecho, acerca de él se sabe con certeza que tenía una hermana, pero padres no creo que tuviera. Era una criatura de aquellas que encontrabas llorando sola en el parque y te apresurabas a tranquilizar, soplando sobre el raspón que tenía en su rodilla y preguntándole después a los jardineros si no conocía nadie a este niño regordete y simpático, si no lo vio nadie más temprano de la mano de algún adulto o de alguna madre distinguida y hermosa.

Todo el tiempo tenía raspones en las rodillas, así como heridas pequeñas. Sólo Dios sabe por qué las tenía. Costel colocaba sobre éstas una pasta blanca de tierra y decía que era arcilla encantada de los Montes Eternos de Transilvania y que pronto sanaría. Nadie supo nunca si decía la verdad o no.

Sin embargo, los raspones y las heridas del niño no desaparecían y si sanaban, otros nuevos aparecían durante el transcurso de la noche mucho más lívidos y dolorosos que antes. Con exactitud se sabe que tenía un padre, pero madre no creo que tuviera.

Una noche fría no muy lejana, lo encontraron algunos de mis amigos. Era invierno, justamente una semana antes de la Revolución de diciembre de 1989 que pondría fin al comunismo aquí en Rumania. Costel estaba vestido con pantalones descosidos, en los pies llevaba un par de zapatos viejos, tenía una camisa rota y sucia; por su parte, los raspones y heridas, como de costumbre, estaban en su lugar. En aquel momento y tras encontrar al niño, la familia Sandu buscó en vano un pariente por todo el parque. No tardaron mucho en darse cuenta de que, no hace mucho, ellos habrían deseado tener un hijo. Costel sólo miraba con sus brillantes ojos negros y, de vez en cuando, sonreía alegremente.

El matrimonio Sandu elogió y agradeció a la Divina Providencia por el regalo tan especial de Año Nuevo. Se llevaron al niño a casa, lo vistieron con ropa limpia y nueva, lo apreciaron, lo alimentaron, pero por sobre todas las cosas, lo amaron como si fuera su hijo verdadero. Debido al gran amor que profesaban hacia Costel nunca le impusieron nada, prácticamente lo dejaban hacer lo que quisiera. La criatura era el sueño de sus vidas y también su vida misma.

Los años pasaban uno tras otro. Costel llevaba a casa sólo notas altas y era muy inteligente. Lo que más les gustaba a los esposos Sandu era escucharlo hablar. Todo el tiempo sabía qué decir, hablaba muy bien y de una manera refinada. En alguna ocasión, llegué a escuchar a Costel hablar. Sin duda, su habla era como una hipnosis, un juego cálido de palabras.

No le dijeron nunca que era adoptado, no fue necesario. Costel sabía la verdad. Costel sabía absolutamente todo. 

Tal vez sin querer, el niño calculaba cada raspón, cada herida y por supuesto, cada palabra que decía, como si fuera un medicamento, una especie de somnífero que administraba por vía oral al matrimonio Sandu. Sí, claro que sí, Costel manejaba a mis amigos como a la arcilla encantada que se ponía en las rodillas.

Hace algunos días me encontré con mis amigos, los esposos Sandu. Abatidos, tristes y de nuevo en el parque donde encontraron al niño, les pregunté: “¿Qué sucede?” Ellos me respondieron: “Costel tom... dinero de la cas... y se march... Se fu...”

Así pues, se sabe muy bien que Costel no tenía madre. No se sabe nada más. Sólo algunas hipótesis, especulaciones y chismes.



 


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Bobo Burlăcianu (Dorohoi, Rumania, 1979). Es compositor, intérprete, director de cine de arte y articulista. Se formó como artista en la Facultad de Arte de la Universidad de Bucarest. Entre 2004 y 2012, con el pseudónimo literario de Bobu, colaboró en el prestigioso semanario de cultura rumano llamado Suplimentul de cultura con varias rúbricas y columnas sobre critica cultural, cuento corto y análisis cinematográficos. En 2006 la editorial POLIROM, la más importante de Rumania, publicó una antología de su trabajo. En el año 2011 obtuvo el primer lugar en el Festival Nacional de Cortometrajes de Rumania. Su crítica cinematográfica es considerada ácida, dura y con contenido social. En la actualidad colabora en el montaje de obras de teatro rumano y ha representado a su país en los más importantes encuentros europeos e internacionales de teatro llamando la atención de la crítica especializada. En su país natal se le considera como un “viento transilvano” entre las nuevas generaciones.

 
Pedro Caselin (Ciudad de Puebla, Puebla, 1985). Es traductor y poeta. Se formó como sociólogo primero y posteriormente como internacionalista en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Ha sido profesor de lengua rumana en la Universidad del Claustro de Sor Juana en la Ciudad de México. A su vez, ha sido ponente en encuentros nacionales de literatura con especialidad en Literatura de la Europa del Este y Poesía, Socialismo Real e Intelectuales. Ha llevado a cabo varias interpretaciones simultáneas del rumano al español así como del español al rumano. También ha colaborado para el Periódico de Poesía de la UNAM. En diciembre de 2014, la Embajada Española en Rumania lo menciona dentro de una relación oficial de traductores e intérpretes de la literatura rumana en el mundo iberoamericano.

 

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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