TRADUCCIÓN / Abril-mayo 2015 / No. 55



Sueños divididos. Mis padres, la Reunificación y yo

 

Robert Ide

Traducción de Pamela Gómez Bañuelos


Robert Ide
Geteilte Träume. Meine Eltern, die Wende und ich (fragmento)
Luchterhand Literaturverlag, Alemania 2007, pp. 12-16.


En sueños estábamos nosotros, como familia, mucho más cerca: queríamos libertad y la prosperidad del D-Mark, que conocíamos a través de la televisión. Hasta la realización de ese anhelo, resistíamos obedientemente en la pequeña mitad del mundo, a la cual nos asignó la división de Alemania. Buscábamos brechas dentro de nuestra sociedad debidamente organizada: durante la semana, en la clase de Educación Cívica y en la fila frente a la  tienda de verduras; durante el fin de semana, en nuestro nicho, el pequeño jardín, que estaba situado directamente junto al Muro. Las fronteras, que el Estado había establecido para probar y deponer, funcionaron bien en nuestra familia, nosotros preferíamos no probarlas. Pero cuando nuestro sueño de la Reunificación pareció volverse realidad, se dividieron las experiencias. A muchos de mis amigos les pasó igual: mientras los jóvenes hicieron su camino libre de cargas, sus padres renunciaron, decepcionados con demasiada frecuencia, por las nuevas realidades.

Con un viaje de vacaciones a los países socialistas estaba uno más cerca del sueño de la libertad. Un mundo lleno de secretos se abrió, cuando nuestra familia —disfrutando de un vuelo libre hacia Leningrado—, visitó los castillos de los zares rusos, o cuando fuimos en un Varna búlgaro a conseguir un radiador de aceite para la veranda. Una vez, estábamos de camino a Budapest, vomité durante todo el vuelo en mi bolsa de papel, todos en el Iljuschin estaban enfermos, incluso las azafatas. Apenas unos días después de nuestro viaje de regreso, nos enteramos por medio de la televisión occidental que habíamos volado a través de las nubes radioactivas que se habían levantado en el aire después de la tragedia en el reactor soviético de Chernóbil. Con cada viaje Interflug obtenía uno algo que no se encontraba en el plan de estudios de mi escuela secundaria Johannes R. Becher en Berlín Pankow. Con cada excursión desde la pequeña mitad de Alemania se volvía más grande el deseo de una vida más libre, mejor y más independiente. Entonces cayó finalmente la República Democrática Alemana sobre sí misma y con ella cayó también el Muro. En el primer viaje a Occidente tenía yo catorce años. La edad justa para empezar una nueva vida.

El primer paseo hacia los hermanos y las hermanas desconocidos lo hicimos juntos, mis padres, mi hermana y yo. Corrimos tomados de la mano a través del puente Bornholm, cruzamos llenos de júbilo los puestos de control y vitoreamos a los desconcertados soldados del Ejército Nacional del Pueblo. Al llegar al otro lado, mi madre señaló los viejos edificios grises del distrito de trabajadores Wedding y gritó con horror: “Aquí se ve tal como en donde nosotros.” Hicimos una pausa. Por primera vez nos dimos cuenta de que primero debíamos descubrir lo brillante de Occidente. Y quizás fue entonces cuando nos asaltó la idea de que los beneficios de la Reunificación también nos podrían enfrentar a pérdidas. Pérdidas de nichos, pérdidas de comunidad. 

Mis padres comenzaban sus cuarenta. Me habían enseñado cómo seguir un camino propio dentro del socialismo. Yo solamente seguí su consejo. Mi camino después del cambio me llevó lejos de ellos, me llevó con mucha cautela, pero paso a paso, en otra dirección: hacia el Oeste. Yo me cambié de lado y me convertí en adulto al mismo tiempo que la Reunificación. Mis padres debieron también empezar de nuevo. Ahora ya era válido para ellos tomar la libertad y tomar las decisiones que anteriormente el Estado había tomado. De repente, las experiencias de vida ya no eran relevantes, sino que eran un estorbo. A muchos alemanes orientales viejos les era cada vez más difícil, después de cada cierre de los Kombinat, levantarse y ganar confianza en los nuevos tiempos. Se quedaron en el lado que conocían y establecieron nuevos nichos en los que el pasado encontró un hogar. Los sueños compartidos.

Ricardo está desaparecido, quién sabe qué lo impulsa. No tengo más ganas de buscarlo, tampoco creo que él le dé mucha importancia a eso. El cantante parisino con la barba de tres semanas anuncia una canción extra tras otra canción extra, mientras la puerta cromada del ascensor se cierra atropelladamente frente a mis ojos. Cuando el ascensor me lleva a la planta baja, miro en el espejo y veo un rostro sumido en pensamientos: ¿qué habría sido de mi si la RDA hubiera seguido existiendo? Ya afuera le hago señas a un taxi que me lleva sobre calles resbaladizas y asfaltadas a mi antiguo edificio restaurado en Prenzlauer Berg, el distrito de moda de la ciudad. Ahí me espera una pequeña bolsa de playa roja, en la que está mi cepillo de dientes. En la bolsa se leen letras impresas en blanco “Nos esforzamos por su bienestar – Interflug”.

Me compré la bolsa hace poco en una tienda, en ella hay pequeños Ampelmann, pepinillos Spreewald y playeras con inscripciones rusas, que traducidas al alemán resultan en la sentencia: “Si no puedes leer esto, eres un tonto Wessi.” Yo era la única persona joven allí y mi presencia me era un poco embarazosa. Pero después de descubrir la bolsa de playa de Interflug en el aparador, la cual solía estar en la red del asiento delantero en cada aventura vacacional y en la cual se encontraban toallitas refrescantes y un pequeño kit de limpieza para las uñas, me sobrevino algo así como nostalgia. Los shows de delfines de Bulgaria me vinieron a la mente, las caminatas por el casco antiguo de Praga, también las nubes de Chernóbil. Debía tener la bolsa, incluso sin esos ridículos artículos de plástico con su zipper difícil de manejar, costaría menos de 20 euros.

Al día siguiente llamé a mis padres. Oí como mi padre tomaba el auricular del teléfono-fax y le conté enseguida la historia de mi nuevo neceser. Él contestó que la semana pasada había visto en la televisión una película sobre Interflug, pero que no le había quedado claro por qué la empresa tuvo que cerrarse. Después llamó a mi mamá al teléfono. Le conté todo otra vez desde el principio y cuando hice una pausa para escuchar su alegre reacción, percibí que decía con una voz triste: ¿Por qué no me preguntaste? Tengo cinco de esas bolsas en el armario.” No, ni siquiera en la nostalgia nos encontramos.

¿Cómo debe uno explicarle a sus propios padres su nueva vida? ¿Y por qué no le pregunté a mi madre sobre la bolsa de Interflug? Quizás no es tan simple como todos dicen: Muro en la cabeza, orientales y occidentales. Una olvidada pero severa separación discurre entre Este y Oeste. Porque mientras unos viven por un largo tiempo del otro lado, los otros actúan como antaño en la nueva Alemania. Por lo general, es una cuestión generacional. Mi padre no vota en la democracia que habíamos anhelado juntos. Mi madre no vende más sus sueños. Las pérdidas no son mencionadas durante los domingos en los que nos reunimos en el pequeño jardín para comer pastel de cereza. Llegamos de distintas maneras a los nuevos tiempos, tampoco platicamos sobre eso. De lo contrario, nuestro sentimiento de comunidad de Alemania Oriental se perdería; el recuerdo de una vida, de la que Occidente no tiene idea alguna. 


Ilustraciones
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Robert Ide (Marienberg, Alemania, 1975). Periodista y escritor alemán. Estudió Ciencias Políticas en Berlín, especializándose en la historia de la desaparecida República Democrática Alemana. Sus obras, Geteilte Träume. Meine Eltern, die Wende und ich y Hüben und drüben. Und wo bin ich jetzt?, no han sido traducidas al español. Éstas versan sobre los cambios en la sociedad alemana después de la caída del Muro de Berlín y la posterior Reunificación de Alemania. Actualmente se desempeña como editor del periódico berlinés Der Tagesspiegel.

Pamela Gómez Bañuelos (Ciudad de México, 1987). Traductora, investigadora y profesora de lenguas extranjeras. Estudió Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se especializa en el estudio de literatura alemana, su libro La literatura post Muro. La identidad alemana después de la caída del Muro de Berlín (Editorial Académica Española, 2015) analiza las transformaciones culturales de la sociedad alemana contemporánea.

 

 

Punto en Línea, año 16, núm. 110, abril-mayo 2024

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