atalante / junio - julio 2024 / No. 111

 

La frontera verde, de Agnieszka Holland 


La frontera verde
Agnieszka Holland 
Polonia-Estados Unidos-Francia-República Checa-Bélgica-Alemania-Turquía, 2023, 147 mins. 




La familia de Bashir (Jalal Altawil) llega en avión a Bielorrusia con el objetivo de entrar a la Unión Europea a través de Polonia. Una mujer afgana, Leïla (Behi Djanati Atai), se ha sumado al contingente tras conocer a la genealogía siria en el vuelo. Poco después del aterrizaje, cruzan la frontera entre traficantes, soldados, sobornos y disparos para extraviarse en los bosques. Jan (Tomasz Wlosok) es un guardia fronterizo asignado a la zona de exclusión polaca. Casi diariamente, debe expulsar personas hacia el lado bielorruso. Un operativo violento excede su rutina por dos razones: dos personas huyen y un video del mismo, el cual muestra el maltrato a una mujer embarazada, llega a manos de su esposa también gestante. Mientras la familia siria va y viene entre los dos países, Julia (Maja Ostaszewska), una terapeuta, descubre a una mujer y un niño atrapados en un pantano al borde del perímetro prohibido. Ella se integra a una brigada de activistas. 

En septiembre de 2021, dos ministros del gobierno de Andrzej Duda acusaron a migrantes árabes de terrorismo, pedofilia y zoofilia. Para Agnieszka Holland (Varsovia, 1948), tales señalamientos buscaron producir percepciones de inseguridad y reacciones de desprecio entre los polacos ante la crisis migratoria con Bielorrusia. La presidenta de la Academia Europea de Cine (2021 a la fecha) tuvo apremio por hacer un filme sobre un problema que comenzó en 2014 y que propició el establecimiento de una zona fronteriza de exclusión a medios, ciudadanos y brigadistas. Entrevistó a personas en movilidad, habitantes, activistas e investigadores, buscó financiación al margen de los recursos estatales y planificó un rodaje sumamente discreto. Fue una extensa investigación documental que derivó en un largometraje de ficción: La frontera verde.

Las primeras secuencias muestran el vaivén de una familia entre dos fronteras. La estructura replica esta oscilación: vamos del punto de vista de Bashir al del soldado Jan o al de la terapeuta Julia. Tres situaciones en paralelo que llevan a la audiencia a adentrarse o apartarse de la zona de exclusión. Miradas de contraste entre aquellas personas que están a la merced del bosque y aquellas que lo transitan, pero que pueden volver a casa. Este contrapunto brinda dos experiencias cinematográficas diferentes: el terror de una familia a la deriva de pantanos, heladas y soldados; o el conflicto mental y emocional de dos ciudadanos ante la toma de conciencia de un sistemático quebrantamiento de derechos humanos. Una película de atmósfera y una película realista unificadas por la fotografía en blanco y negro con una palpitante cámara en mano.

La frontera verde muestra un dominio del cine narrativo que recurre a los métodos propios del modelo clásico: intensificación y continuidad; montaje paralelo de tensión creciente; mutaciones del ambiente hacia atmósferas que bordean, quizás intencionalmente, el género de terror; disimulación de la técnica para causar mayor implicación. Sin embargo, la directora de En la oscuridad (2011) evita la plena identificación del espectador con algún protagonista mediante el juego de múltiples puntos de vista para introducir un realismo directo cercano a que desarrolló su generación en Europa. Su tono está a medio camino entre Ven y mira (1985), de Elen Klimov, y Generación (1955), de Andrezj Wajda (ver reseña en Atalante 65). Su intención no fue exaltar una crisis humanitaria, sino propiciar la reflexión de sus causas.

Un aspecto que podría resultar dilemático en La frontera verde es la presentación de violencia. Hay algunas secuencias demasiado explícitas. Estas escenas podrían resultar cuestionables desde la perspectiva de una ética o de una política de la representación. No obstante, es posible que Holland haya recurrido al blanco y negro no sólo para otorgar una impresión histórica, sino para matizar estas recreaciones. Quizás intentó una sensación de tiempo pasado, así como un efecto documental derivado de imágenes fuertemente arraigadas a sus referentes factuales. Hay, incluso, una secuencia rodada como testimoniales. Además, los momentos límite están recreados en escenas nocturnas. El bosque, como en las fábulas literarias, semeja más una atmósfera que un ambiente. Su irrealidad es palpable. Es una puerta hacia imágenes que no están allí para agredir al espectador ni tampoco para exaltar la miseria de las condiciones límite en que viven millones de personas. Esto es evidente en los incidentes más severos contra la familia de Bashir pues ocurren fuera del campo visual.

La filmografía de Agnieszka Holland tiene una naturaleza sintomática. La sensibilidad de la directora de Europa, Europa (1990) frente a los procesos sociohistóricos ha tornado en una clase de prospectiva sobre posibles disrupciones. El epílogo de La frontera verde acentúa esta condición. Desmonta plenamente el código del realismo clásico para convertirlo en un cine crítico. La comparación entre situaciones distintas en dos fronteras de un mismo país se pregunta por la dirección que ha tomado Europa ante la migración. También sustenta una retórica contra las visiones apologéticas de la Unión Europea. Antes de ese cierre, el filme ofrece diálogos tan explícitos (la rescatista radical que se burla de la terapeuta) contra la idealización que podían bordear la inverosimilitud. Hay otros planos, mucho más útiles porque están articulados con un sencillo lenguaje cinematográfico, como el momento en que la familia siria de Bashir descansa en una banqueta ante una pared con un maltrecho mural de las estrellas del logo de la unidad europea. Holland ha conseguido potenciar nuevamente el cine de época para convertirlo en una lectura cinematográfica de la historia.

El valor de interpretación histórico-política de La frontera verde es indudable. Su argumento apunta a la importancia geopolítica de la migración en el presente. El respaldo documental del guion, elaborado por la realizadora junto con Maciej Pisuk y Gabriela Lazarkiewicz, muestra a las personas migrantes como material de interés político. Son usadas como un mecanismo para hacer política en distintos sentidos: desde la disuasión hasta la negociación y deliberación. Más grave aún, como recurso de guerra. Este hallazgo es generalizable. No importa si se trata de personas en tránsito desde Siria o Afganistán hacia Europa. Podría tratarse de recorridos de Rumania a Italia, de Birmania a Myanmar, de México hacia Estados Unidos, de las naciones de Centroamérica y el Caribe hacia México, o de Palestina (que es un Estado) a Egipto. Incluso, como sucede en el epílogo de la propia película, de Ucrania a Polonia. Con este filme podemos preguntar si, desde que existen naciones y fronteras, las personas en situación de movilidad han sido fundamentalmente un instrumento en favor de los intereses de grupos en el poder ya sea de carácter político o económico, así como de aquellos de tipo ideológico debidos a doctrinas emergentes o a aquellas que se han restablecido como sucede hoy con las ultraderechas.

Tanto por el tipo de realismo que trata la película como por su política de representación, podríamos pensar que se trata en un filme que no sólo busca interpretar procesos históricos, sino proponer algún tipo de intervención. Los hechos que recrea con modalidad de ficción son muy recientes; pero, aunque refiere fundamentalmente al conflicto en Siria, también alude al que transcurre en Ucrania. Esta vinculación hace inevitable que pensemos en otros sucesos que rebasan la experiencia y el alcance de la propia película como, por ejemplo, la cuestión Palestina. Mientras que otros filmes sobre límites históricos requieren de clarificaciones por parte de sus productores, como sucedió de alguna forma con Zona de interés (Jonathan Glazer, 2023) en la ceremonia de la academia norteamericana, realizaciones como La frontera verde permiten pensar en un cine de ficción que, desde herramientas clásicas adaptadas por una modernidad crítica, logran focalizar una cuestión histórica como un problema de derechos humanos en tiempo presente. La propia Holland dijo a Hollywood Reporter que considera que la ficción puede suscitar una identificación empática con los otros si ésta es honesta y directo.

Entre los posibles desbordes que enfrentó La frontera verde se encuentran el acento fatalista que predomina en el primer bloque sobre la familia siria y, sobre todo, la evidente separación de los tonos asignados a cada punto de vista para conseguir contrastes. El montaje a cargo de Pavel Hrdlička no crea alternancias entre estos registros desde el principio. La película fluye linealmente para que el espectador se identifique y mantenga atento. Este efecto pudo ser contraproductivo ante la búsqueda de una empatía reflexiva, pero el conjunto de las escenas presenta situaciones dilemáticas que dan lugar a protagonistas ambiguos y complejos, así como a acciones reivindicativas. La complejidad del contexto exigía mentalidades perplejas y cambiantes. El reparto central, y especialmente la labor de Tomasz Wlosok y Maja Ostaszewska, requería recrear decisiones límite, que podemos llamar hipotéticas, que seguramente resultaron del bagaje documental del guion. Este abordaje también debió tener su raíz en la finalidad humanista del filme que es notoria en el modo en que el relato pone en relación a personajes secundarios para evidenciar la afinidad cultural entre juventudes de orígenes distintos.

El estilo de La frontera verde no se subordina a los mandatos del realismo idealista del canon clásico, pero tampoco es una película sin esperanza. Es un filme de linderos. Habita tanto la crudeza del documental directo como la capacidad alegórica de la ficción histórica. Película de dualidades, como la propia Europa diría Holland, sus escenarios y sus personajes articulan dos facetas. El entorno es un ambiente realista profundamente documentado al tiempo que una atmósfera terrorífica. Es ese plano inicial panorámico en el cual el verdor del bosque muta a blanco y negro. Sus protagonistas, sobre todo el soldado Jan, son signos desplegados de maneras diferentes. Refieren a lo factual, pero también aglutinan significado simbólicamente. Encarnan una doble personalidad. Tienen dos fronteras: una severa; otra, gentil. Jan es un portador del horror al tiempo que una persona horrorizada. Sintetiza el dilema cotidiano de los ciudadanos ante la intransigencia del orden político: la inevitabilidad de tomar decisiones al límite que repercuten en las vidas de los otros.

 


Más reseñas de Atalante aquí...


Rodrigo Martínez Martínez. Es docente, investigador y editor. Ha impartido asignaturas, cursos y módulos de cine y de análisis audiovisual en la UNAM, la UAM, la UACM y en la escuela de cine Arte7. Ha participado en coloquios, encuentros y congresos ALED, AMIC, SEPANCINE y SUAC, así como en las dos primeras ediciones del Encuentro Internacional de Investigadores de Cine Mexicano e Iberoamericano de la Cineteca Nacional. Ha colaborado con las revistas Icónica y F.I.L.M.E. Sus líneas de trabajo son cultura, poética y sociología del cine. Es autor del libro Cine y forma. Fundamentos para conjeturar la visualidad fílmica (UAM-C, Filmoteca UNAM, 2019) y ha publicado capítulos de análisis cinematográfico en Cine digital y teoría del autor. Reflexiones semióticas y estéticas de la autoría en la era de Emmanuel Lubezki (2019), Fragmentario de la comunicación rupestre V. Arte y comunicación (2022), Miradas transdisciplinarias. Nuevos acercamientos al arte cinematográfico (2023). Letterboxd: Rodrigo.

 

Punto en Línea, año 16, núm. 111, junio-julio 2024

Punto en Línea es una publicación bimestral editada por la Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad Universitaria, delegación Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, a través de la Dirección de Literatura, Zona Administrativa Exterior, edificio C, 3er piso,
Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México, teléfonos (55) 56 22 62 40 y (55) 56 65 04 19,
https://puntoenlinea.unam.mx, puntoenlinea@gmail.com

Editora responsable: Carmina Estrada. Reserva de Derechos al uso exclusivo núm. 04-2016-021709580700-203, ISSN: 2007-4514.
Responsable de la última actualización de este número, Dirección de Literatura, Silvia Elisa Aguilar Funes,
Zona Administrativa Exterior, edificio C, 1er piso, Ciudad Universitaria, Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad de México,
fecha de la última modificación 12 de junio de 2024.

La responsabilidad de los textos publicados en Punto en Línea recae exclusivamente en sus autores y su contenido no refleja necesariamente el criterio de la institución.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados siempre y cuando se cite la fuente completa y la dirección electrónica de la publicación.