Disolverse en la neblina
Desirée Mestizo
Sé que tengo algo que decir sobre irme de Xalapa, pero aún no logro descifrar qué es. Hace tiempo escribí un poema sobre esta ciudad.
Podría narrar cómo Xalapa fue el lugar en dónde se consolidó el Estridentismo de la mano de Manuel Maples Arce; la ciudad que vio los últimos años de Sergio Pitol; a la que Enriqueta Ochoa dedicó innumerables versos y de la que Juan Rulfo escribió: “Aquí solamente hay niebla, mucha oscuridad y niebla revuelta con lluvia”. O podría irme por una ruta completamente distinta y explicar cómo es probablemente la única ciudad en el mundo que tiene una carrera anual en donde participantes decoran a sus melones y los hacen rodar por el puente Xallitic en busca de un ganador y en donde la combinación de yogurt y pizza es algo habitual.
Me doy cuenta que de pronto comienzo a notar cosas que siempre había dado por sentado: la vista al pico de Orizaba durante las mañanas que mi madre señalaba camino a la escuela pero nunca me había molestado en mirar, los cuentos de Sergio Galindo y los poemas estridentistas que nunca había leído, las pinturas de Helio Flores, las leyendas de los callejones del centro, las librerías de viejo, los días en donde la neblina baja tanto que dificulta ver las calles a tu alrededor, el hecho de que Pitol narra su satisfacción al vivir en Xalapa en El arte de la fuga.
Me pregunto y me reprocho el porqué nunca pude apreciar estas cosas hasta los meses precedentes a mi mudanza. Quizás el deseo por la novedad puede ser tan vehemente que nos hace perder lo que tuvimos en primer lugar. Lo único de lo que tengo certeza es que marcharme ha sido el suceso que cambió mi relación con la ciudad. Antes no podía pensar en nada más que irme y ahora anhelo sus tardes templadas en el centro.
Don’t you think they are maybe the same thing? Love and attention? Le pregunta a Lady Bird su consejera estudiantil después de leer el texto que escribió sobre Sacramento, ciudad por la que profesa odio, pero al mismo tiempo presta atención a cada uno de sus detalles. A pesar de que Lady Bird pasa toda la película expresando su deseo por mudarse, en el momento en que lo logra llama a su madre para preguntarle si se sintió emocional la primera vez que manejó por Sacramento, señalando cómo el irse reconfiguró su relación con la ciudad en la que había vivido toda su vida.
Mi inquietud por escribir sobre Xalapa surgió cuando viajé a la Ciudad de México para presentar el examen de admisión a la universidad. Ese fin de semana me topé con Aviones sobrevolando un Monstruo de Daniel Saldaña París, en donde el autor al hacer un recorrido por las ciudades que lo han marcado mientras se pregunta con Robert Creeley: “¿Puede uno derretirse autobiográficamente?” Al leer su ensayo sobre Cuernavaca pensé en que me gustaría escribir de la misma manera sobre mi propia ciudad. Entendí que muy pronto me mudaría y la vida cotidiana a la que estaba acostumbrada se vería sujeta a un cambio abrupto.
Leo “Hometown” de Olivia Teroba y me asombra descubrir cuán similar es a un pasaje de mi diario fechado el 24 de agosto de 2021.
Vivir en Xalapa es cantar la estrofa del himno estatal: “Veracruz, yo te canto y me exalto de orgullo / eres tierra de paz y de amor” , durante los honores a la bandera de mi colegio de monjas en donde había seguridad armada en la entrada y cada semana se nos instruía qué hacer en caso de una balacera. Vivir en Xalapa es pensar que tu familia organizó una gran pijamada con amigos y familiares al azar, cuando la verdad es que hay un enfrentamiento armado en una carretera aledaña y esa es la razón por la que todos se quedaron a dormir en tu casa. Vivir en Xalapa es que mi mamá haya desaprobado a mi primer novio porque el hecho de que sus padres fueran periodistas nos ponía en peligro. Vivir en Xalapa es tener una conversación con mi primo en dónde intentamos reconstruir, desde nuestras perspectivas de niños, el momento en el que el crimen organizado se llevó todo a la chingada. Vivir en Xalapa es visitar un lago a las afueras de la ciudad para grabar el video musical de un amigo y hallarnos en medio de una escena del crimen porque habían encontrado un cadáver esa misma mañana. Vivir en Xalapa es vivir constantemente a la sombra de la violencia y que por más que lo intentes evitar, siempre logre permearse al contexto de tus historias. Vivir en Xalapa es haber pasado tu infancia en territorio de guerra y años después lidiar con las consecuencias.
El primer espacio que habité en la Ciudad de México fue un cuarto en la calle Filosofía y Letras. Mis compañeros de vivienda eran todos xalapeños. A pesar de que nunca logré establecer una relación muy estrecha con ninguno, sentía calidez y calma cada vez que a la hora de la comida se mencionaba o hacía alusión a escuelas, parques, plazas, callejones, cafés, comida e incluso personajes de mi ciudad natal. Me enfrenté a una ciudad desconocida sabiendo que en mi vida cotidiana aún quedaban vestigios de mi hogar. Pienso en una entrevista en dónde Alejandro Zambra señala que sus libros chilenos están en un cuartito de azotea de la Ciudad de México en dónde también escribe, él lo considera territorio chileno. De la misma manera, mi primer domicilio fue un pedazo de Xalapa en medio de la ciudad.
VI
Al mismo tiempo, Xalapa ha sido el lugar en donde he pasado mis peores días; una ciudad doliente, como una herida abierta. Habitarla duele. La ciudad que me vio reconstruirme después de rupturas, pérdidas, amistades fallidas y violencia sexual. Viví 19 años en este lugar, no hay un solo rincón que quede libre de memorias, los dolores se materializan en lugares específicos. Xalapa es la acera en la que lloré después de haber sido violada durante la temporada de jacarandas, pero también es el lugar al que vuelvo cada vez que me siento desolada. Cuando estoy pasando por un momento de turbulencia emocional, comprar boletos de autobús a Xalapa siempre parece ser la respuesta. Es dolorosa y al mismo tiempo reconfortante. Una dicotomía.
VII
Visito la ciudad cada mes, para ver a mi madre, a mis amigos, asistir a citas médicas. Cada vez que vuelvo rechazo y pospongo la idea de irme a la ciudad. Me pregunto si con el tiempo el dolor de las despedidas constantes se aligerará.
VIII
“Estoy en casa por el primer cumpleaños de mi hija. Por “casa” no me refiero a la casa en Los Ángeles en donde mi esposo, la bebé y yo vivimos, sino al lugar en donde está mi familia, en el Valle Central de California. “Es una distinción vital, aunque problemática”, escribe Joan Didion en su ensayo de 1967 titulado On Going Home.
IX
Quizás la vida que tengo por delante sea una serie de incertidumbres, pero encuentro certeza en que algún día volveré a Xalapa.
X
Hace tiempo escribí un poema sobre Xalapa, del que sólo sobrevive este verso:
Entiérrame
en tu silencio palpitante
hasta que la noche
se torne muda.