Menena Cottin y Rosana Faría
España, Libros del Zorro Rojo, 2019, 24 pp.

Menena Cottin, la escritora del texto, nació en Caracas, Venezuela, en 1950. Estudió diseño gráfico en Caracas, en el Instituto de Diseño Fundación Neumann. Luego de realizar cursos de escritura e ilustración de libros para niños en Parsons School of Design, y de animación tradicional en Pratt Institute, ambos en la ciudad de New York, comenzó a crear libros para niños. Si bien su formación profesional va encaminada a la ilustración, se ha enfocado en la creación para las infancias. En el libro colabora con otra ilustradora: Rosana Faría.
Este libro está narrado en tercera persona, advirtiéndonos desde el inicio que lo que está por presentarnos es la perspectiva ajena, en este caso, la de aquel que no puede ver. En este texto, la figura narradora nos explica los colores según Tomás, un niño que “oye, huele, toca y saborea”, pero que no ve. Para lxs videntes, la comprensión de los colores es, primeramente, visual. No la experimentación de los colores, pero sí la comprensión de los mismos. Con esto quiero decir que unx puede interactuar con el rojo de la manzana sin comprender que la manzana es roja. Unx primero interactúa con los colores, y unos años después, los reconoce como colores a partir de sus diferencias visuales.
Para comprender aún más lo particular que resulta el acercamiento que Cottin nos ofrece a los colores, podemos contrastarlo a otros diez libros recomendados por la revista Hola.com para aprender los colores: lo que Todo es color, de Pascale Estellon, El monstruo de colores: un libro pop-up, de Anna Llenas, Colores, de Francesca Ferri y los otros siete libros tienen en común es que, a diferencia de El libro negro de los colores, todos hacen uso de la representación visual del color para llevar a las infancias a comprenderlo. Si bien también se relaciona los colores con elementos, esto se ve acompañado del color representado visualmente, a diferencia de lo que sucede en el libro de Cottin. Otra diferencia es que, en éste, el color amarillo no es amarillo como la mostaza (es decir, no se relaciona el nombre del color al color del elemento) sino que “sabe a mostaza”. El color adquiere las características sensoriales (sabor, olor, etcétera) que le corresponden al objeto en el que se encuentra.
El libro de Cottin no puede ser leído por personas ciegas, pero su lector objetivo es vidente. Como mencioné anteriormente, parece que el libro propone la comprensión de la perspectiva ajena. Está hecho para que unx como lector experimente los colores de una forma ajena. Cottin propone la experiencia del color a través de la invidencia. Es decir, que Tomás presente una experiencia en la que no puede acceder a la vivencia visual del color es posible debido a que experimenta un mundo que sigue siendo colorido.
Lo que Cottin propone es entonces una inversión. Para el personaje de Tomás el color no es un adjetivo, como lo es para los videntes: la casa es azul, verde es el pasto; los colores son parte del estado de las cosas. Para el personaje de Tomás el verbo es sustantivo. Ya no es parte de los detalles de la oración, sino fundamental en el enunciado: “el color verde huele a césped recién cortado y sabe a helado de limón”. Al no poder acceder a la experiencia cotidiana visual del color, altera la perspectiva que sigue reconociendo el color desde aquello a lo que sí se tiene acceso: la experiencia de vivir un mundo con colores.
El libro negro de los colores de Menena Cottin nos recuerda que es posible experimentar lo mismo de muchas formas. Tomás propone que más que vivir un mundo de colores, podemos vivir los colores del mundo.