Brenda Cristina Moreno Rosas
Cada vez que las cosas se volvían difíciles en su vida, los objetos perdían su forma. Nunca le confesó a nadie su padecimiento. La primera vez que ocurrió, apenas tenía cinco años, y su madre le había dicho que dejara de jugar y la dejara ver la televisión en paz. Desde entonces, había aprendido a ignorar aquella peculiaridad que lo acompañaba. Tan pronto como aparecía un problema en su vida, los objetos a su alrededor se derretían como una paleta al sol. Debía de ser algún tipo de trastorno neuronal o visual, pero nunca se atrevió a consultar a un médico por temor a que se burlaran de él o lo miraran de manera extraña al contar su problema. Sin embargo, esa tarde, cuando Lucy se marchó de su vida y vio su rostro desvanecerse en colores grisáceos y naranjas, deseó encontrar una cura.