Ararat
Louise Glück
España, Visor Libros, 2021, 132 pp.
Ararat de Louise Glück (1943-2023) es un poemario cuyo magnetismo te arrastra como un soplo al corazón, te hace sumergirte en peleas de infancia entre hermanas; hay un día ventoso en el circo a finales de diciembre, una madre recibiendo flores en su cumpleaños durante treinta años sin saber el nombre del remitente. Todas estas memorias escapan cuando muere el padre de la poeta. Glück escribe no sólo para sobrellevar el duelo, sino para afrontarlo, escribe para sí misma, se ve envuelta en conclusiones, usa palabras para darle materialidad a las ideas que lleva toda la vida formulando.
A pesar de que la muerte del patriarca fue el suceso que denotó la escritura del poemario, las mujeres de la familia permean la historia. Por más que se oculten en el entorno doméstico, son los personajes que salen a relucir: "Ahora el héroe está muerto. Como ecos, las mujeres duran más;/ son demasiado duras para su propio bien", escribe Glück. La madre de la autora es retratada jugando cartas con su hermana de la misma forma que les enseñó su abuela, dejando flores en la tumba de su hija que falleció poco después de nacer, aprendiendo a dormir en el suelo para que su esposo enfermo pueda ocupar todo el espacio de la cama. De alguna manera, desplazando su identidad para el servicio de otros.
La poeta confiesa que siempre pensó que la muerte de su padre liberaría a su madre, denotando una culpa que no podrá ser curada ni con el paso del tiempo. "Como lo vi/ toda la vida de mi madre, mi padre/ la sostuvo, como/ plomo atado a sus tobillos", escribe. Aparentemente sus caracteres eran incompatibles: ella quería viajar e ir a museos, mientras que él sólo pasaba las tardes cálidas sentado en su sillón con el periódico sobre su rostro. Ahora su madre puede hacer todas las cosas que nunca pudo, pero está en un estado de trance, flotando, "como el globo de un niño que se pierde en el momento que dejan de sostenerlo".
Si pudiera describir Ararat en tres palabras serían duelo, identidad y conciencia. Durante el duelo por la muerte de su padre, Glück reflexiona sobre cómo las dinámicas que éste perpetuaba terminaban por perjudicar a su madre, a su hermana y a ella misma. La poeta enuncia abiertamente su fragilidad, sin temer las consecuencias, admite sentirse herida, aprender a vivir en reacción, a ser un dispositivo que escucha, no inerte, pero inmóvil: "Cuando estoy callada, allí es cuando la verdad emerge". Entreteje las palabras para confesar sus miedos, dejando claro que aprendió a esconderlos para mantenerse a salvo: "Por eso no se puede confiar en mí/ porque una herida al corazón/ también es una herida a la mente".
Entre las últimas páginas, la poeta se siente reflexiva, está hambrienta de certezas y termina por aceptar la herencia que le fue asignada, no sin antes mostrar una rabia incinerante en contra de su padre. Vuelve al pasado para intentar entender lo que está pasando: "(…) en la infancia. Pensé/ que el dolor significaba/ que no me amaban/ significaba que amaba". A diferencia de su padre, llega a un acuerdo con su propia mortalidad, decide que el abandono no es una opción: "Una vez que no puedes amar a otro ser humano/ no tienes lugar en el mundo".