I
Ponte a echar las tortillas Elsa
Pronto llegarán tus hermanos del solar,
pídeles el dinero
y escóndelo.
Camina despacio hacia el monte Elsa.
Busca mi cuche
y dale de comer.
Tráeme un mango sazón
de la casa donde los frutos mueren de aburrimiento.
Mañana es la fiesta del Santiago Elsa.
La comida debe estar lista.
¿Por qué abriste la puerta del corral?
¿Por qué no eras virgen cuando te robaron?
Arregla esas chanderas Elsa.
Despica la jamaica.
Pero ten cuidado
de no aguatarte las manos
Elsa
Elsa
Elsa
Elsa
Viene la Chaneca Elsa.
Corre.
Cierra las ventanas.
Esconde a los niños.
Prende la veladora Elsa.
Haz maullar a los gatos.
Deja de hacer boruca.
Ponte a rezar.
Para tomar agua hay que llegar al pozo (hay que hablarle, aunque no lo veas), acariciarlo con una jícara (cuando el rocío dice a los hombros que el día llegará y se comerá la oscuridad del llano). Dos bules sostenidos por un travesaño de madera (y una fila de huesos que a gritos avisa del colapso). El mar comprende el pesar de las iguanas que menean la cola (puro odio). La tierra es caliente (cola de alacrán/ huevos de tortuga/ caparazón de armadillo). Recuerda los ojos que perdieron el pasado (comieron amapolas y moringas) pronunciando los nombres del olvido: sed.
Para lavar hay que ir al río (con el canasto de ropa en la cabeza) hablar con el agua (sentarse junto a las piedras) y avisarle al niño que puede nacer junto al árbol o entre los matorrales (donde lo desee). Él dejará el pueblo (nadará en otro río) para llegar al norte (nos mandará dinero) para levantar una casa que se habitará de ausencias y de inundaciones (se olvidará de nosotros). Llanto de los alacranes.
V
El niño se murió, Teodosio.
No le dieron suzuka,
ni gotas de creolina
con petróleo.
No le enseñaron a sacudir el petate
antes de acostarse,
como se sacude el mar
los restos de los antepasados.
Cuando el niño se trabó
no le dieron maíz quemado,
molido en atole.
¿Por qué no le amarraron el limón
en el tobillo de donde lo abrazó el animal?
naufragaba en saliva;
los ojos le abandonaban el cuerpo,
las manos hechas ramas;
temblaba en el piso.
los alacranes amarillos,
cuando pican,
te entumen la lengua y te ahogan la vida.
¿Por qué no lo bañaron con hoja de papaya, Teodosio?
¿Por qué no le avisaron que muerte es amarilla?
VI
El tono
No era hijo de tigre,
tampoco tigrillo;
era un tono.
Caminaba entre los corrales
de las gallinas,
bañado en sangre
y adornado de plumas.
Traía quince huevos entre las manos.
Tuvo fiebre
el tono;
sueños donde portaba piel
de animal;
tomaba agua en el río,
su reflejo el tigre.
Porque era un tono.
Lo habitaba la fiera
no el hombre.
El tono enfermó,
ni las pastillas,
ni los rezos lo salvaron;
solo la saliva del más viejo
en su frente
lo curó.
Huyó al monte.