Para Paulina y Emanuel
VI
Cuando él
muera de los disparos
todos preguntaron por sus difuntos.
Nadie dijo nada de mi gato,
a nadie le importó que ya no regresara,
su maullar se confundió con la sirena de las ambulancias.
Sobra decir que escaparon las sombras de la noche
como duendes que se internan en los rincones.
Eso no lo sabe mi gato.
La ciudad es un mercado de aves
que vuelan seguras hacia la inmolación.
VII
Si no fuera por días tan crueles
estaría aclarando algunos besos pretéritos,
tendría palmo a palmo de ella los pensamientos.
Sin embargo, sigo aquí:
da coraje esta vigilia y el desusado abandono
cual maniquí tras la vitrina,
con el dolor hinchándome los dedos y las dudas,
abusando del miedo y la memoria,
caído como los que han sido llorados
cuando tuvieron que reconocerlos hasta el cuello.
Mi corazón se incendia y la ceniza
llega hasta la habitación de la mujer que amo.
VIII
Me pesa esta tarde en que la muerte
y su fiesta de humo,
su atuendo de niña burguesa
con que me hago de menos,
se lleva a mi gato y a mi hermano,
a mis ansias de querer tanto.
Me pesa este espacio tan reducido
en el que no veo ya mis libros.
Me pesa esta ciudad a la deriva,
estos pensamientos de niño asustado
y metrallas
donde no hallo a la mujer que me ama
ni a mi gato.
IX
Quién no ha hurgado en el miedo, quién
que tire la primera piedra y no se esconda,
quién que no se oculte tras la ventana
mientras ve pasar a la muerte como una puta encabronada
a quien da lo mismo vivir un instante más
en este mundo, quién no mira en la redoma de sus labios nacarados
la verdad de los tantos muertos y susurra
un rezo frente al mar de los hombres fauna,
y por la voracidad de las mujeres solitarias.
Quién, el que no busca en las noticias
su próximo cadáver.
X
¿Y si vuelve a repetirse
la tarde en que prendieron fuego?
ay amor, ya no podremos caminar
igual por esa cuadra,
ni vivir entre los muros y la casa por otra larga temporada.
Más valdría afilar la voz
mientras la ciudad se ahoga en lamentos.
¿Y si la tarde en que prendieron fuego
nos fragmentamos en vivos y suicidas?
XI
Tengo un sueño desde antes,
un sueño que no acaba de curar mi insomnio
que se inquieta cual gato en celo,
y me hace salir, como no queriendo,
a asomarme a la calle,
con el corazón expuesto
hasta quedarme quieto con una mujer transparente
bajo un cielo anaranjado.
¿Más valdría afilar el corazón
o estar secuestrado
por esa muchacha que me desvela?