Los pasajeros

 

Era un otoño de días blanquísimos
llenos de pérdidas de extravíos
Era el DF con los Pasajeros en mi casa
en la cocina de mi casa
arrancando páginas de antologías
de poetas no queridos
De discos de microondas como ceniceros
de platos plásticos como discos de microondas
de basura plástica como platos
como muebles
comida y cena

Los Pasajeros diciendo Nina! Nina!
yo echándolos fuera de la casa
Los Pasajeros tatuando guitarras blancas en el pavimento
yo intentando apagar las voces
entrar en el silencio morir sin impacto

Afuera se están matando
adentro podemos solos
mis Baskiat todos mis Baskiat
podemos solos

 

 




Consecuencias

Cuando Él se enamora lo embarga una imaginación delirante y muy oscura. Planea encuentros sexuales insospechados y transforma hasta los lugares más sucios –como los bancos o las catedrales– en escenarios de guerra amorosa. No regala nada, se regala él. Todo.

Cuando Ella se enamora se llena de granos y le crece un poco la panza. Como le teme al embarazo tiene frecuentemente trastornos alimenticios y con la regla. Tiene antojos y no sangra en varios meses. El embarazo la aterra, pero de todas formas prefiere la angustia a los métodos anticonceptivos. Ésos… no los usaría por ningún motivo.

Cuando yo me enamoro siempre quiero regalar cosas. Quiero regalarle todo a ese chiquillo tartamudo. Sí, porque generalmente son tartamudos y comen poquísimo. Me dan ganas de regalarle flores cortadas de por ahí o volantines o dibujos veraniegos. Jamás un libro o un disco o una película; esas cosas traen puros problemas. Todos lo saben.

Cuando te enamoras no eres capaz de distinguir entre un cómic de Liniers y ella. Mueves los brazos con exageración y sonríes, sonríes mucho y agrandas los ojos y te sorprendes de nuevo. Se te olvidan las cosas y dejas tirada tu vida en la hebra que cruzan juntos.

Cuando nosotros nos enamoramos tenemos aspecto de grillo. Nos salen más extremidades y cantamos. Nos ponemos un poco feos porque nos descuidamos y cuando nos llegamos a bañar, lo hacemos con agua salada y entre cochayuyos. Cuando nos enamoramos más nos gusta el cochayuyo y los mariscos y la monotonía de las olas, porque también nosotros somos monótonos, pero nunca convencionales, si nos enamoramos.



Nina Avellaneda (Limache,Valparaíso, 1989). Estudia Pedagogía y Lengua y Literatura hispánica en la Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Fue estudiante de intercambio en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Escribe cuento y poesía. Ha participado como colaboradora en revistas digitales de arte y cultura, así como en editoriales independientes. Actualmente prepara su segundo libro titulado provisoriamente Mapas. Realiza también la práctica final de la carrera de Pedagogía.

 

Punto en Línea, año 17, núm. 113, octubre-noviembre 2024

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