El camión dejó atrás un tramo de cerradas curvas zigzagueantes y ganando velocidad se internó en una prolongada recta en declive. Entonces lo vio. Era un hombre alto y delgado, de pie en mitad del camino, bajo el calcinante sol de la tarde. Cauto y precavido, queriendo evitar a toda costa cualquier posible accidente, redujo la velocidad del pesado vehículo al tiempo que hacía sonar repetidas veces la estridente bocina. Pero el hombre no se movió un ápice de su sitio: permaneció allí en medio de pie, erguido cuan largo era, absolutamente imperturbable. Pensó consternado, “no es mi plan llevármelo por delante, aplastarlo como una mosca, cargar por el resto de mis días con esta muerte sobre mis espaldas…”, sacó medio cuerpo fuera de la alta y roja cabina y prodigó gestos, señas, muecas, gritos y todavía más bocinazos... Pero el hombre tampoco se movió de su sitio; por el contrario, se afincó todavía con mayor determinación en el reverberante y reblandecido asfalto –lo veía ahora con total nitidez, pues la distancia entre ambos se había acortado ostensiblemente– y de forma inequívoca enfrentó el enorme y rojo camión con actitud descaradamente hostil y desafiante, como si tuviera la certidumbre absoluta de que al momento de producirse el brutal encontronazo lo iba a hacer por completo pedazos con su cuerpo. Entonces lo vio claro. “No existe en el mundo”, se dijo, “fuerza humana capaz de remover a ese hombre de ahí, inequívocamente sólo me resta plegarme a su voluntad, asumir el papel que me impone, que no es otro que el del instrumento a través del cual él habrá de dar cabal cumplimiento a su fatal designio". Y hundió a fondo el acelerador...
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Carlos Enrique Cabrera (La Vega, República Dominicana, 1952). Licenciado en Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid, y realizó estudios de Bibliotecología y Documentación en instituciones educativas de dicha capital. Durante años se desempeñó como bibliotecario de la Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad Autónoma de Madrid y como colaborador externo de importantes editoriales españolas (Editora Nacional, Plaza y Janés, Alfaguara, Playor). En 2001 fundó la revista Caudal, que bajo su dirección dio a la luz 29 números. Ensayos y cuentos suyos han aparecido en diversos medios impresos y digitales. Ha publicado los libros Reflexiones de bolsillo (Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 2002), Tiempos difíciles (Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 2010) y el volumen de microcuentos Conjuros (Instituto Tecnológico de Santo Domingo 2013). Desde 1994 es profesor a tiempo completo del Área de Ciencias Sociales y Humanidades del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC).
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