El artista
Fui a ver el atardecer al muelle,
alguien tocaba un acordeón sobre las olas
y los pescadores descargaban sus redes y lanchas.
De pronto la playa se llenó de peces
moribundos o cadáveres. Había uno enorme.
Nunca vi un pez tan grande
morir frente a mí. Se arqueaba y sacudía
intentando escapar
de unas manos invisibles que le ardían y lo desesperaban.
Un niño gritó: “¡mira, ma! ¡el pez está bailando!”
y él también bailó, junto al pez que bailaba
cada vez menos. Al terminar la canción
todos los pescadores aplaudieron.
El padre del niño salió de un Oxxo.
“¿Qué pasa?”, dijo,
pero la función ya había acabado.
El amor nunca es exactamente la felicidad
Procuro estar siempre enamorado
incluso los domingos como éste
en los que me enamoro de un árbol,
de una ventana, de las tarjetitas de lotería
o del fuego, porque no hay cerca a quien amar.
El amor casi nunca tiene que ver con el objeto amado,
sólo con algún tipo de malestar. A eso quería darle forma
de poema, a eso
que me hace estar así en calzones
junto a la ventana
sintiendo la derrota como viento fresco.
Cuando venía hacia acá
Encontré lo que quedaba de un pájaro: su pequeño cadáver
todavía con plumas amarillas tendido casi a mitad de la acera.
Intenté tomarlo con una tarjetita de cartón
que había por ahí. Pero al levantar su cabeza, una mancha de sangre
y algo parecido a pus adhirieron algunas plumas al suelo.
Con el pie, lo arrimé a un arbusto. Mientras hacía bizcos
para no ver su descomposición, y lo cubría con hojas,
otros pájaros cantaban, encima de mi cabeza,
nada relacionado con la muerte.
Poema
La azotea está cerrada,
así que hoy salí a fumar al parque más cercano:
pero no me importó porque fui a la mejor hora del día
(las cinco y media de la tarde)
ya no hacía calor, además es primavera
y las jacarandas alegran el asfalto.
Mientras las veía y fumaba
oculto de la policía, por un momento
tuve los mismos pensamientos que un poeta chino
de la dinastía Tang. Por ejemplo:
"después de llover, en Mixcoac, pesan más las flores"
o "en las jacarandas veo una filosofía de momentos fugaces".
(Cada vez menos, pero todavía es 10 de abril,
en doce días será tu cumpleaños
¡y los pétalos están tan cerca de las ramas!)
Aunque sea lugar común, en un momento como ése
era increíble que todo en el parque tuviera que desaparecer,
también mis sentimientos, invisibles para cualquier transeúnte.
Pero ya no me apena confesar
que sólo quería hablar de jacarandas
para llegar a ti—
porque sé lo mucho que te gustan
y porque después de verlas veinte minutos bajo su sombra
sólo podía pensar en ti.
La primavera suele hacerle este tipo de cosas a la gente;
a otros el polen los hace estornudar. Mi corazón debe de estar enfermo.
Y este poema tampoco expresará su llanto
La historia de Dios y Satán
puede narrarse en términos románticos:
Dios está enamorado de Satán,
pero digamos que Satán se fue de viaje a la playa
sin Dios. Y no le dijo, ni contesta sus llamadas.
Como Dios es eterno, técnicamente
Satán no puede irse más de lo que nosotros
sentimos como un fin de semana.
Los teólogos dicen que antes del pecado
existía la eternidad y todo era Dios: el espacio
es la cicatriz de la caída de Satán y el tiempo, lo que pasa
mientras Dios espera que vuelva su deseo.
Dios es una persona resentida y celosa
que sueña con crear un universo oscuro,
violento y ambiguo, lleno de entropía.
Cuando Satán cayó sus pedazos tomaron nuestra forma
¡se convirtió en la gente!
por eso Dios nos ama con locura
y le interesa tanto eliminar el pecado
y todo eso. Cada persona es una parte
del alma rota de Satán. En un ataque de ansiedad, Dios incluso
sacrificó a su hijo, como un sangriento ritual de amor
para que regrese su creatura más bella.
Pero fue en vano. Aquí seguimos. En la periferia del Kapital.
(Leí que la tristeza de Dios es como Dios:
infinita, y quise escribir sobre eso,
pero quizá no creí suficiente en las palabras
o ellas no creyeron en mí, y se acabaron las ideas:
lo que sé es que mientras escribo, esa morra está con alguien más
y pasará algunas de las próximas noches en su casa.
Escribí para no pensar en eso. Pero no funcionó.
Tampoco salir a caminar, ni leer Watanabe, ni ver Mulholland Drive.
Creo que sólo puedo embriagarme como la gente triste de algunas películas.
Ya sé lo que están pensando: es ridículo escribir
un poema como éste. Sólo lo hice para hacerme compañía).
Iván Palacios Ocaña (Oaxaca, Oaxaca, 1992). Pasante de Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Durante un tiempo fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en 2018. Publicó Cosas inútiles y otros poemas (Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial UNAM, 2018; I Premio de Poesía Joven UNAM).